Visión maniqueísta:

shinhy_flakes

Jinete Volad@r
Miron
Bakala
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Según esta doctrina, Dios no habría sido el creador del mal, sino que éste estaba vinculado a las tinieblas y la materia, coexistentes pero anteriormente separadas del mundo de la luz; mediante una compleja cosmogonía, el maniqueísmo explicaba cómo la luz y las tinieblas, antes separadas la una de las otras, habían llegado a unirse parcialmente y cómo era necesario liberar a las partículas de luz atrapadas por la materia; los seres humanos podían liberar sus partículas de luz prisioneras en las tinieblas de la materia si llevaban una vida adecuada.

Ahora bien, puntualizando, tenemos que la cosmogonía maniquea supone la existencia de:

A) Dos naturalezas:




1) La luz, que es el bien, Dios, el espíritu, el reino de la luz. Sus cinco elementos son inteligencia, pensamiento, reflexión, voluntad y razonamiento.

2) Las tinieblas, que son la oscuridad, el mal, la materia, concebida como fealdad, maldad, deseo desordenado y estupidez. Sus cinco elementos son humo, fuego, viento, agua (o barro) y tinieblas. Sus demonios son incontables. El soberano de todo esto y parte de ello es el “Príncipe de las Tinieblas”.

B) Tres tiempos:

1) El tiempo inicial, del pasado, en el que la luz y las tinieblas estaban completamente separadas.

2) El tiempo medio, que es el presente, en el que las tinieblas atacaron a la luz y parte de la luz se ha mezclado con las tinieblas.

3) El tiempo final, en el futuro, cuando la luz y las tinieblas se separen definitivamente.

Todo esto nos hace ver que, en el maniqueísmo, los demonios no son seres caídos ni creados por un Dios-Absoluto, sino entidades ontológicamente opuestas a los seres de la luz, inmutables en sus propósitos y en su esencia, y sin embargo no-eternos; ya que, si bien el “Padre de la grandeza” (Dios de la luz) sí es eterno y coexistente con la luz que le es inmanente y consustancial, el “Príncipe de las Tinieblas” es un derivado causal de las tinieblas (las cuales sí son eternas), y los demonios que le siguen son derivados causales secundarios que, al igual que su líder, intentan conducir al hombre por un sendero que le lleve a identificarse con la materia-oscuridad y, en consecuencia, a perder la luz que tiene aprisionada en su cuerpo y que puede amplificar y liberar si sigue una senda espiritual, siendo posible la reencarnación si en una sola vida no se alcanza la liberación espiritual, cuya vía ha sido ilustrada de formas variadas por humanos superiores enviados por la Inteligencia Salvadora, tales como Jesús, Buda, Zaratustra, Enoc, Mani, Moisés, Pablo de Tarso, Abraham y otros más.