Símbolo de la idea-percepción de separación con respecto a Dios

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Jinete Volad@r
Miron
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Helen Cohn Schucman fue catedrática de Psicología Médica en la Universidad de Columbia en Nueva York, desde 1958 hasta su jubilación en 1976. Se hizo famosa porque, con la ayuda de William Thetford, redactó el libro Un Curso de Milagros, que salió a la venta en 1975 y tenía un contenido supuestamente dictado por Jesús, no exteriormente sino como una voz interior que se comunicaba con Helen. Hasta aquí, cualquiera podría apresurarse a decir que todo era un fraude con fines comerciales, pero lo sorprendente es que Helen mostró la actitud propia de los




comunicadores espirituales que realmente creen en su mensaje y no buscan fama, ya que prohibió dar a conocer su condición de receptora de los mensajes de Jesús, al menos hasta que muriese, y eso se cumplió, pues solo después de 1981 (año en que falleció) la gente supo que fue ella la que recibió las revelaciones. Esto no es garantía de que efectivamente Jesús haya dictado telepáticamente el libro a Helen, pero sí nos induce a pensar que así lo creía ella, y que su propósito no era la fama o el dinero, cosa que, para quien es creyente de mente abierta, podría interpretarse como un signo de que las supuestas revelaciones podrían ser verdaderas.

Dentro de las diversas cosas que supuestamente Jesús le dictó a Helen, estuvo una particular interpretación del Diablo, de la cual se desprende una interpretación determinada de los demonios. En síntesis, el Diablo aparece como una personificación de la percepción ilusoria de estar separados de Dios, siendo esta una percepción que tiene su origen en el autoconcepto que nos hacemos de nosotros, pues pensamos que somos lo que creemos ser, y eso que creemos ser es siempre algo que, en mayor o menor medida, percibimos como manchado por rasgos que nos oponen al propósito que Dios nos asignó.




De este modo nos erigimos (inconscientemente y en cierto sentido) en nuestros propios creadores (negando la paternidad de Dios), según la culpa inducida por la conciencia del pecado, del cual es incitador el Demonio en el mito del pecado original, y es pues, a causa de esa condición de “incitador al pecado”, que deviene en causante de aquello que nos hace creernos separados de Dios; pero, dado que esa separación es ilusoria, el Demonio es

finalmente una personificación de la ilusión que tenemos de estar separados de Dios, y también una personificación de las fuerzas que nos incitan a caer en esa ilusión a través de la culpa, fuerzas que son los diversos pecados, simbolizados en los demonios, que aparecen aquí como representantes de las fuerzas que luchan contra Dios por poseernos, en tanto que apuntan a entregarnos a la mentira de creernos separados de Dios, a quien negamos como nuestro padre en tanto que nos volvemos hijos del pecado al concebirnos según nuestra entrega al mismo, que no expresa sino lo que hacemos, pues lo que somos es, en esencia, algo divino que está unido al Creador, al Padre Celestial.



Todo esto podría parecer un tanto redundante, pero no lo es si vemos las palabras que Helen dijo recibir por dictado de Jesús, y que exponemos aquí para complementar la explicación; citamos: ‹‹El “Diablo” es un concepto aterrador porque parece ser sumamente poderoso y sumamente dinámico. Se le percibe como una fuerza que lucha contra Dios por la posesión de Sus creaciones. El Diablo engaña con mentiras, y erige reinos en los que todo está en directa oposición a Dios (…). Esto no tiene ningún sentido. Hemos hablado ya de la caída o separación, mas su significado tiene que comprenderse claramente. La separación es un sistema de pensamiento que, si bien es bastante real en el tiempo, en la eternidad no lo es en absoluto. Para el creyente todas sus creencias son ciertas. En el jardín simbólico se “prohibió” la fruta de un solo árbol; mas Dios no pudo haberla prohibido, o, de lo contrario, nadie la habría podido comer. Si Dios conoce a Sus Hijos, y yo te aseguro que los conoce, ¿cómo iba a ponerles en una situación en la que su propia destrucción fuese posible? Comer de la fruta del Árbol del Conocimiento es una expresión que simboliza la usurpación de la capacidad de auto-crearse. Solamente en este sentido no son Dios y sus creaciones co-creadores. La creencia de que lo son está implícita en el “auto-concepto”, o sea, la tendencia del ser a forjar una imagen de sí mismo. Las imágenes sólo se pueden percibir, no conocer. El conocimiento no puede engañar, pero la percepción sí. Puedes percibirte como tu propio creador, pero lo que a lo sumo puedes hacer es creerlo. No puedes hacer que sea verdad. La mente puede hacer que la creencia en la separación sea muy real y aterradora, y esta creencia es lo que es el “Diablo”. Es una idea poderosa, dinámica y destructiva, que está en clara oposición a Dios debido a que literalmente niega Su Paternidad.››