Por la temática que se desarrolla en este relato y por incluir lenguaje explicito no recomiendo su lectura a menores de 18 años igual a gente que tenga mente cerrada y pueda sentirse ofendida con esta “burla” hacia la iglesia principalmente. Mis creencias no son de relevancia pero quiero dejar claro que lo único que pretendo con este relato es demostrar el poco agrado que tengo hacia las religiones principalmente la católica, tampoco es un ataque directo hacia Dios sino a las religiones favor de no mezclar ambas palabras.
Hace unas noches entré a una hermosa (arquitectónicamente) y antigua iglesia; lo primero que llamó mi atención fue la enorme cruz de casi 3 metros que colgaba de un par de gruesos cables de acero, frente a ella una gran multitud de personas rezaban al unísono. Lo cómico de esto es que piden paz, solución a sus problemas, tranquilidad, etc. A un símbolo de dolor cuyo nombre proviene de una palabra latina que significa tortura. Me senté en la última banca viendo el antiguo rito; el olor de la sangre de todos los presentes me incitaba a hacer una masacre pero logré controlarme. Me puse de pie y caminé hacia el altar, los ojos del sacerdote me miraron fijamente, le sonreí y tomé asiento en una de las primeras bancas.
Miraba hacia el altar cuando una dulce voz femenina llegó a mis oídos, volteé y una chica esperaba que la dejara pasar, ella era realmente bella, llevaba puesto un ajustado pantalón de mezclilla gracias al cual se podía ver lo bien torneadas que tenía las piernas y una blusa blanca de tirantes que a pesar de no ser muy ajustada dejaba ver la forma de un par de hermosos senos de un tamaño considerablemente bueno y muy llamativos, así como totalmente superiores a la gravedad; su rojizo y lacio cabello caía hasta donde empezaba a levantarse la curva de los pechos; sus ojos color miel junto con unos rojos, finos y muy sensuales labios hacían perfecta armonía en su rostro de facciones delicadas. Me levante en seguida para dejarla pasar y tal como lo deseé se sentó a mi lado. La bella joven a pesar de que muy probablemente no superaba los 20 años era muy atractiva e irradiaba una magnifica sensualidad, lo cual se acentuaba con su imagen de niña tierna pero desarrollada. El rosario que llevaba en la mano se le cayó por lo que al agacharse para recogerlo me dejo ver parte de sus blancas bragas incrementando mi deseo hacia ella.
Fue tal mi atracción que no pude quitarle la mirada por un par de minutos hasta que se dio cuenta y volteó a verme con una mirada casi de temor, le sonreí y volteé de nuevo hacia el altar aunque me era imposible no verla de reojo.
Faltando poco para que la versión copiada y satirizada de los antiguos ritos paganos terminara decidí hablarle, el tema lo dio el entorno, le dije que era alguien en busca del camino hacia Dios y que tal vez por un rayo de iluminación la había visto como una buena guía (casi se me cae la lengua por semejante mentira), así empezamos hablar, unos diez minutos después de haber empezado nuestra charla la iglesia se fue vaciando poco a poco y yo ya no podía esperar más, seguí poniendo atención en lo que su dulce voz me decía cuando miré hacia la salida y vi al último par de señoras que salían; al fin estábamos a solas, y por la hora era poco probable que alguien entrara. Miré fijamente los ojos de la chica y ella preguntó que si ocurría algo, no respondí solo me incliné y bese sus provocativos labios, ella me empujó y se puso de pie; en sus ojos vi una mezcla de temor y deseo, temor tal vez de sucumbir ante mis deseos y dejar de ser pura (que mierda mete la iglesia en la cabeza de la gente) y deseo tal vez de entregarse a mí, probar la lujuria de la noche y manchar ese sitio “sagrado” con su placer. Me levanté y ella dio un par de pasos hacia atrás, algo iba a decir pero su voz temblaba y su respiración se incrementó, me aproximé a ella y después de vacilar por medio segundo echó a correr hacia la salida; me adelanté a ella y le cerré el paso, la chica al ver mi velocidad se asustó más y comenzó a llorar; la abracé y trate calmarla pero seguía luchando, la volví a besar y por un momento dejó de luchar pero aun no era suficiente, me golpeó y corrió hacia el altar mientras yo cerraba las grandes y pesadas puertas del templo. —No te voy a hacer daño— le dije mientras caminaba lentamente hacia ella — ¿Qué quieres?— Me preguntó mientras retrocedía más hacia el altar.
Mientras respondía que quería hacerla feliz oí pasos casi corriendo con dificultad y por un costado de la iglesia entre un par de pilares se abrió un disimulada puerta y el padre entró — ¿Qué ocurre?— preguntó el sacerdote cansado y viéndonos a ambos, yo no dije nada, solo volteé a ver a la chica y esperé. Ella indecisa me miró y volteó a ver al padre que volvió a preguntar. —No ocurre nada— Dijo ella mientras volteaba a verme. El clérigo dio media vuelta y regresó por donde entró mientras decía algo de revisarse el oído. La chica no me quitó la mirada de encima. Caminé hacia ella que ya no corría, estando a menos de medio metro de ella, puso su mano sobre mi pecho —¿Cómo?— Me preguntó —¿Cómo me vas a hacer feliz?—. Tomé su mano y la jalé hacia mí para besarla. Sentía que estaba nerviosa y se notaba algo torpe pero poco a poco se fue calmando hasta que se rindió ante el oscuro y mágico momento.
La cargué y la lleve hacia el altar que por esa noche sería mucho más que eso. Ahora era ella la que no quería separarse, al apoyarla en el altar sin querer la senté sobre el gran libro que dicta la palabra de Dios escrita por hombres (cuanta veracidad le da eso ¿no?) pero no pareció importarle; la tomé de la cintura sintiendo como su suave piel se erizaba al contacto con la mía, poco a poco fui acariciándola subiendo mis manos y jalando su delgada blusa, cuando llegué al comienzo de su brasier me detuvo y dejo de besarme, la mire a los ojos y sus labios comenzaron a moverse como para decir algo pero puse mi dedo índice entre ellos para que no dijera nada.
La chica cerró los ojos y empecé a bajar el dedo sin separarlo de su piel trazando una línea, lentamente bajé por su cuello y por en medio de sus senos sobre la blusa hasta llegar donde me quedé. Metí las manos y seguí subiendo cada vez más lento conforme me acercaba a sus pechos, hasta que después de acariciarla le quité por completo la blusa. Abrió los ojos y pude apreciar como cambiaba su mirada, cambió la mirada de tierna e inocente niña por la de mujer totalmente excitada, esto me agradó mucho, vaya que lo hizo. Arrojé la blusa hacia atrás junto con mi gabardina y mi camisa. Estiró sus manos hacía mí, las tomé y me jaló hacía ella para besarme de una manera increíble.
Mi mano derecha recorría su espalda mientras que la izquierda acariciaba sus piernas, cuando desabroche su sostén este de inmediato cayó al suelo y ella suspirando inclinó su cabeza hacia atrás ofreciéndome su cuello. Recorrí cada centímetro de su cuello acariciándolo con besos, sentía como su ritmo cardíaco se aceleraba con cada rose de mis labios con su piel; la levanté y tiré todo lo que había sobre el altar dejando la mesa vacía e hice que se acostara, me acerqué a ella y la bese en los labios, otra vez en el cuello, en sus senos cerca de los pezones sin llegar a tocarlos y otro en su vientre, me alejé de ella para ver su reacción y fue tal como esperaba, instintivamente (creo) llevó sus manos hacía sus pechos y comenzó a acariciarse pero su mano izquierda siguió bajando y la metió en el pantalón, unos segundos después soltó el primer gemido, me acerqué a ella y saqué su mano ya húmeda, decidí probar su sabor y lamí sus dedos disfrutando el sabor del jugo de su excitación, otra vez quería acariciarse pero la detuve, abrió los ojos y me miro represivamente, me aproximé a ella y le susurré al oído que aguardara, me miró y volvió a cerrar los ojos.
Después desabroche su pantalón y le quite los tenis, desde sus pies jale el pantalón hasta quitárselo, no me había equivocado sus piernas eran hermosas. Acaricié sus pies y abrí sus piernas, subí a la mesa y acaricié sus piernas como haciéndole un masaje con un beso de vez en cuando. Así recorrí en su totalidad sus piernas hasta llegar a la zona púbica, dibujando pequeños círculos con mis dedos me fui aproximando hasta que por fin besé su entrepierna sobre sus húmedas bragas, al sentir esto la chica levantó la cadera arqueando la espalda parecía que iba a tener un orgasmo. Me bajé de la mesa y fui con ella para besarla, ya se notaba ansiosa por lo que cumplí sus deseos, acariciando su cuerpo bajé mi mano derecha hasta su entrepierna, le quité las bragas y con la yema de mis dedos casi sin tocarla acaricie el interior de sus muslos y su pubis, conforme me acercaba a sus labios vaginales más iba presionando sobre su piel. Despacio fui introduciendo mis dedos por entre sus pliegues vaginales acariciando sus labios menores y subiendo hasta que encontré su clítoris y comencé a masajearlo. La masturbe por unos minutos hasta que nuevamente un espasmo hizo que arqueara la espalda y esta vez sí explotó en un maravilloso orgasmo, el eco de sus dulces gemidos recorría cada rincón de la iglesia, esas viejas paredes de cantera rosa jamás habían oído un sonido tan puro y verdadero. Me alejé unos pasos para observar la bella imagen: sobre el altar una hermosa chica desnuda tenía un orgasmo mientras la tenue luz de los cirios acariciaba su blanca piel con un peculiar e interesante fondo: la imagen del “Hijo de Dios” crucificado con la cabeza hacia abajo de tal forma que parecía que la observaba; terminé de desnudarme y me aproximé a ella.
Me subí al altar, abrí sus piernas y me recosté sobre ella, la comencé a besar mientras sentía como nuestros sexos se rozaban entre sí, en este momento mi erección se hizo total y decidí que era el momento apropiado para dar el próximo paso, con trabajo pude separar mi boca de la suya, me levante quedando de rodillas frente a ella entre sus piernas, abrió los ojos y su mirada dulce recorrió ambos cuerpos como evaluando la situación se notaba como extasiada, como si estuviera bajo el efecto de alguna droga; algo intentó decir pero su voz se resistía a salir. Después de varios intentos logró hablar y las palabras que pronunció fueron lo mejor que oí esa noche: —Por favor hazlo ya— Me dijo mientras sus manos acariciaban mi sexo; le respondí con una sonrisa. Asentí mientras terminaba de abrir sus piernas. Tomé mi miembro y con la punta acaricie su dilatada y húmeda vulva. Con casi nada de esfuerzo introduje más de medio glande por entre sus labios, ella enseguida cerró los ojos e hizo una mueca de dolor; poco a poco fui penetrándola más hasta que confirmé lo que sospechaba, la chica era virgen y había llegado ya a su frágil himen me detuve poco tiempo y después de un solo golpe acabé de introducirme en ella. La chica lanzó un gran grito de dolor y se levantó hasta donde yo estaba, la abracé y besé lo más cariñosamente que pude; acaricie sus mejillas y sentí como lagrimas bajaban por estas. Permanecimos quietos unos segundos para que disminuyera el dolor hasta que ella comenzó a mover las caderas lentamente, sequé las lágrimas con mis labios y la seguí besando mientras jugaba con sus erectos pezones. Fue incrementando el ritmo y empezó a soltar pequeños gemidos, el dolor comenzaba a disiparse y el placer se incrementaba con cada movimiento. Cuando estaba a punto de llevarla al orgasmo yo ya estaba acostado y ella sobre mi llevaba el ritmo del acto, yo acariciaba sus piernas y me hipnotizaba con el movimiento de sus senos cuando ella subía y bajaba; en ese momento oí pasos nuevamente y ahí estaba el padre con cara de espanto viéndonos comenzó a gritar pero no se entendía lo que decía, su intromisión en ese momento me molestó, realmente lo hizo, tuve que separarme de la chica quien también lucia molesta, cuando acabé de sacar mi pene de ella noté como escurría sangre junto con mis líquidos pre seminales y los del último orgasmo de la chica. Desnudo como estaba caminé hacia el padre; lo tomé por el cuello y lo lancé un par de metros y cayó sobre las bancas de madera lanzando un grito de dolor. Regresé con la chica y antes de seguir donde nos quedamos decidí limpiarla y así lo hice bebí cada gota proveniente de su interior y comencé a jugar con su clítoris y gracias a mi lengua hice que tuviera un segundo orgasmo inundando mi boca de su ácido pero delicioso néctar. Hice que se separara del altar para cambiar de posición y de reojo vi al padre que intentaba salir de la iglesia. Ya era suficiente acabaría con él.
Busqué algo para matarlo sin tener que ir hasta allá y lo primero que vi fue una cruz dorada de unos 50 centímetros que colgaba del altar la tomé y la lancé hacía el padre, la cruz se clavó en su pecho debajo del cuello el sacerdote cayó al piso y por fin dejó de molestar, la chica se asustó pero era más su excitación por lo que continuamos, la abracé por atrás apretando mi miembro con sus nalgas, le besé el cuello y tomando sus manos hice que se apoyara en la mesa, la tomé de la cintura y dejé que mi pene se abriera paso entré sus labios penetrándola nuevamente. Después de dos maravillosos orgasmos más de ella no pude contenerme y terminé en su interior, mis chorros de semen y un masaje en el clítoris hicieron que tuviera un último orgasmo conmigo aún en su interior. Me recosté en el altar y ella sobre mí, nos besamos y finalmente quedamos abrazados y agotados, después de unos minutos ella se quedó dormida en mis brazos; con cuidado me levanté sin despertarla. Tomé el cáliz que estaba en el piso y lo puse en la mesa, había decidido darle un toque final y dramático al momento. Jalé levemente a la chica y estando en la orilla de la mesa la besé, estaba despertando cuando mordí su cuello, bebí algo de sangre y deje que el resto cayera al cáliz, la chica intentó gritar pero no pudo.
Cuando el cáliz se llenó seguí bebiendo hasta terminarme su sangre. Sus tiernos ojos me miraron fijamente y comenzaron a cerrarse. Fui por el cuerpo del padre y lo arrastré hasta un poco más de un metro del altar. Lo desnudé y con su sangre dibujé un pentagrama (ese símbolo que algunos tontos han hecho creer a la gente que es satánico) alrededor de él. Tomé el cáliz, abrí un poco la boca del sacerdote y la llené de la sangre de la chica, el resto de la sangre la arrojé hacia la cruz que estaba atrás del altar manchando la imagen del “Hijo de Dios” y finalmente puse la copa sobre el estómago del sacerdote frente a la cruz que tenía clavada.
Caminé hacia la salida y volteé a ver aquella curiosa imagen: El cuerpo del sacerdote en el piso, en el centro de un pentagrama, con un cruz invertida clavada casi en el corazón y con el cáliz con algo de sangre en el estómago, detrás de él, sobre el altar, una hermosa chica desnuda y muerta y, finalmente, la gran cruz manchada de sangre. Era genial, ya me imaginaba las noticias y periódicos por los próximos días: “Satánicos matan a sacerdote respetado por la comunidad y violan a una chica creyente para dejarla sin sangre y muerta sobre el altar en un claro ritual de invocación al señor de las tinieblas” Sonreí y finalmente abandoné la casa de dios para buscar otra alma para enviarle. Lord Azvrok.
Profanando la casa de Dios
En mi intento por comprender la mente humana (o mejor dicho, la estupidez humana) he llegado a muchos lugares desde que desperté a mi nueva vida pero este lugar en especial me llama mucho la atención; la gente viene aquí para encontrarle sentido a su vida aunque sea falso, viene a buscar una guía aunque reciba manipulación, literalmente la gente viene a que le digan cómo vivir, que debe hacer y que no, que está bien y que está mal. Pero lo mejor de todo es lo que puede suceder en estos sitios:Hace unas noches entré a una hermosa (arquitectónicamente) y antigua iglesia; lo primero que llamó mi atención fue la enorme cruz de casi 3 metros que colgaba de un par de gruesos cables de acero, frente a ella una gran multitud de personas rezaban al unísono. Lo cómico de esto es que piden paz, solución a sus problemas, tranquilidad, etc. A un símbolo de dolor cuyo nombre proviene de una palabra latina que significa tortura. Me senté en la última banca viendo el antiguo rito; el olor de la sangre de todos los presentes me incitaba a hacer una masacre pero logré controlarme. Me puse de pie y caminé hacia el altar, los ojos del sacerdote me miraron fijamente, le sonreí y tomé asiento en una de las primeras bancas.
Miraba hacia el altar cuando una dulce voz femenina llegó a mis oídos, volteé y una chica esperaba que la dejara pasar, ella era realmente bella, llevaba puesto un ajustado pantalón de mezclilla gracias al cual se podía ver lo bien torneadas que tenía las piernas y una blusa blanca de tirantes que a pesar de no ser muy ajustada dejaba ver la forma de un par de hermosos senos de un tamaño considerablemente bueno y muy llamativos, así como totalmente superiores a la gravedad; su rojizo y lacio cabello caía hasta donde empezaba a levantarse la curva de los pechos; sus ojos color miel junto con unos rojos, finos y muy sensuales labios hacían perfecta armonía en su rostro de facciones delicadas. Me levante en seguida para dejarla pasar y tal como lo deseé se sentó a mi lado. La bella joven a pesar de que muy probablemente no superaba los 20 años era muy atractiva e irradiaba una magnifica sensualidad, lo cual se acentuaba con su imagen de niña tierna pero desarrollada. El rosario que llevaba en la mano se le cayó por lo que al agacharse para recogerlo me dejo ver parte de sus blancas bragas incrementando mi deseo hacia ella.
Fue tal mi atracción que no pude quitarle la mirada por un par de minutos hasta que se dio cuenta y volteó a verme con una mirada casi de temor, le sonreí y volteé de nuevo hacia el altar aunque me era imposible no verla de reojo.
Faltando poco para que la versión copiada y satirizada de los antiguos ritos paganos terminara decidí hablarle, el tema lo dio el entorno, le dije que era alguien en busca del camino hacia Dios y que tal vez por un rayo de iluminación la había visto como una buena guía (casi se me cae la lengua por semejante mentira), así empezamos hablar, unos diez minutos después de haber empezado nuestra charla la iglesia se fue vaciando poco a poco y yo ya no podía esperar más, seguí poniendo atención en lo que su dulce voz me decía cuando miré hacia la salida y vi al último par de señoras que salían; al fin estábamos a solas, y por la hora era poco probable que alguien entrara. Miré fijamente los ojos de la chica y ella preguntó que si ocurría algo, no respondí solo me incliné y bese sus provocativos labios, ella me empujó y se puso de pie; en sus ojos vi una mezcla de temor y deseo, temor tal vez de sucumbir ante mis deseos y dejar de ser pura (que mierda mete la iglesia en la cabeza de la gente) y deseo tal vez de entregarse a mí, probar la lujuria de la noche y manchar ese sitio “sagrado” con su placer. Me levanté y ella dio un par de pasos hacia atrás, algo iba a decir pero su voz temblaba y su respiración se incrementó, me aproximé a ella y después de vacilar por medio segundo echó a correr hacia la salida; me adelanté a ella y le cerré el paso, la chica al ver mi velocidad se asustó más y comenzó a llorar; la abracé y trate calmarla pero seguía luchando, la volví a besar y por un momento dejó de luchar pero aun no era suficiente, me golpeó y corrió hacia el altar mientras yo cerraba las grandes y pesadas puertas del templo. —No te voy a hacer daño— le dije mientras caminaba lentamente hacia ella — ¿Qué quieres?— Me preguntó mientras retrocedía más hacia el altar.
Mientras respondía que quería hacerla feliz oí pasos casi corriendo con dificultad y por un costado de la iglesia entre un par de pilares se abrió un disimulada puerta y el padre entró — ¿Qué ocurre?— preguntó el sacerdote cansado y viéndonos a ambos, yo no dije nada, solo volteé a ver a la chica y esperé. Ella indecisa me miró y volteó a ver al padre que volvió a preguntar. —No ocurre nada— Dijo ella mientras volteaba a verme. El clérigo dio media vuelta y regresó por donde entró mientras decía algo de revisarse el oído. La chica no me quitó la mirada de encima. Caminé hacia ella que ya no corría, estando a menos de medio metro de ella, puso su mano sobre mi pecho —¿Cómo?— Me preguntó —¿Cómo me vas a hacer feliz?—. Tomé su mano y la jalé hacia mí para besarla. Sentía que estaba nerviosa y se notaba algo torpe pero poco a poco se fue calmando hasta que se rindió ante el oscuro y mágico momento.
La cargué y la lleve hacia el altar que por esa noche sería mucho más que eso. Ahora era ella la que no quería separarse, al apoyarla en el altar sin querer la senté sobre el gran libro que dicta la palabra de Dios escrita por hombres (cuanta veracidad le da eso ¿no?) pero no pareció importarle; la tomé de la cintura sintiendo como su suave piel se erizaba al contacto con la mía, poco a poco fui acariciándola subiendo mis manos y jalando su delgada blusa, cuando llegué al comienzo de su brasier me detuvo y dejo de besarme, la mire a los ojos y sus labios comenzaron a moverse como para decir algo pero puse mi dedo índice entre ellos para que no dijera nada.
La chica cerró los ojos y empecé a bajar el dedo sin separarlo de su piel trazando una línea, lentamente bajé por su cuello y por en medio de sus senos sobre la blusa hasta llegar donde me quedé. Metí las manos y seguí subiendo cada vez más lento conforme me acercaba a sus pechos, hasta que después de acariciarla le quité por completo la blusa. Abrió los ojos y pude apreciar como cambiaba su mirada, cambió la mirada de tierna e inocente niña por la de mujer totalmente excitada, esto me agradó mucho, vaya que lo hizo. Arrojé la blusa hacia atrás junto con mi gabardina y mi camisa. Estiró sus manos hacía mí, las tomé y me jaló hacía ella para besarme de una manera increíble.
Mi mano derecha recorría su espalda mientras que la izquierda acariciaba sus piernas, cuando desabroche su sostén este de inmediato cayó al suelo y ella suspirando inclinó su cabeza hacia atrás ofreciéndome su cuello. Recorrí cada centímetro de su cuello acariciándolo con besos, sentía como su ritmo cardíaco se aceleraba con cada rose de mis labios con su piel; la levanté y tiré todo lo que había sobre el altar dejando la mesa vacía e hice que se acostara, me acerqué a ella y la bese en los labios, otra vez en el cuello, en sus senos cerca de los pezones sin llegar a tocarlos y otro en su vientre, me alejé de ella para ver su reacción y fue tal como esperaba, instintivamente (creo) llevó sus manos hacía sus pechos y comenzó a acariciarse pero su mano izquierda siguió bajando y la metió en el pantalón, unos segundos después soltó el primer gemido, me acerqué a ella y saqué su mano ya húmeda, decidí probar su sabor y lamí sus dedos disfrutando el sabor del jugo de su excitación, otra vez quería acariciarse pero la detuve, abrió los ojos y me miro represivamente, me aproximé a ella y le susurré al oído que aguardara, me miró y volvió a cerrar los ojos.
Después desabroche su pantalón y le quite los tenis, desde sus pies jale el pantalón hasta quitárselo, no me había equivocado sus piernas eran hermosas. Acaricié sus pies y abrí sus piernas, subí a la mesa y acaricié sus piernas como haciéndole un masaje con un beso de vez en cuando. Así recorrí en su totalidad sus piernas hasta llegar a la zona púbica, dibujando pequeños círculos con mis dedos me fui aproximando hasta que por fin besé su entrepierna sobre sus húmedas bragas, al sentir esto la chica levantó la cadera arqueando la espalda parecía que iba a tener un orgasmo. Me bajé de la mesa y fui con ella para besarla, ya se notaba ansiosa por lo que cumplí sus deseos, acariciando su cuerpo bajé mi mano derecha hasta su entrepierna, le quité las bragas y con la yema de mis dedos casi sin tocarla acaricie el interior de sus muslos y su pubis, conforme me acercaba a sus labios vaginales más iba presionando sobre su piel. Despacio fui introduciendo mis dedos por entre sus pliegues vaginales acariciando sus labios menores y subiendo hasta que encontré su clítoris y comencé a masajearlo. La masturbe por unos minutos hasta que nuevamente un espasmo hizo que arqueara la espalda y esta vez sí explotó en un maravilloso orgasmo, el eco de sus dulces gemidos recorría cada rincón de la iglesia, esas viejas paredes de cantera rosa jamás habían oído un sonido tan puro y verdadero. Me alejé unos pasos para observar la bella imagen: sobre el altar una hermosa chica desnuda tenía un orgasmo mientras la tenue luz de los cirios acariciaba su blanca piel con un peculiar e interesante fondo: la imagen del “Hijo de Dios” crucificado con la cabeza hacia abajo de tal forma que parecía que la observaba; terminé de desnudarme y me aproximé a ella.
Me subí al altar, abrí sus piernas y me recosté sobre ella, la comencé a besar mientras sentía como nuestros sexos se rozaban entre sí, en este momento mi erección se hizo total y decidí que era el momento apropiado para dar el próximo paso, con trabajo pude separar mi boca de la suya, me levante quedando de rodillas frente a ella entre sus piernas, abrió los ojos y su mirada dulce recorrió ambos cuerpos como evaluando la situación se notaba como extasiada, como si estuviera bajo el efecto de alguna droga; algo intentó decir pero su voz se resistía a salir. Después de varios intentos logró hablar y las palabras que pronunció fueron lo mejor que oí esa noche: —Por favor hazlo ya— Me dijo mientras sus manos acariciaban mi sexo; le respondí con una sonrisa. Asentí mientras terminaba de abrir sus piernas. Tomé mi miembro y con la punta acaricie su dilatada y húmeda vulva. Con casi nada de esfuerzo introduje más de medio glande por entre sus labios, ella enseguida cerró los ojos e hizo una mueca de dolor; poco a poco fui penetrándola más hasta que confirmé lo que sospechaba, la chica era virgen y había llegado ya a su frágil himen me detuve poco tiempo y después de un solo golpe acabé de introducirme en ella. La chica lanzó un gran grito de dolor y se levantó hasta donde yo estaba, la abracé y besé lo más cariñosamente que pude; acaricie sus mejillas y sentí como lagrimas bajaban por estas. Permanecimos quietos unos segundos para que disminuyera el dolor hasta que ella comenzó a mover las caderas lentamente, sequé las lágrimas con mis labios y la seguí besando mientras jugaba con sus erectos pezones. Fue incrementando el ritmo y empezó a soltar pequeños gemidos, el dolor comenzaba a disiparse y el placer se incrementaba con cada movimiento. Cuando estaba a punto de llevarla al orgasmo yo ya estaba acostado y ella sobre mi llevaba el ritmo del acto, yo acariciaba sus piernas y me hipnotizaba con el movimiento de sus senos cuando ella subía y bajaba; en ese momento oí pasos nuevamente y ahí estaba el padre con cara de espanto viéndonos comenzó a gritar pero no se entendía lo que decía, su intromisión en ese momento me molestó, realmente lo hizo, tuve que separarme de la chica quien también lucia molesta, cuando acabé de sacar mi pene de ella noté como escurría sangre junto con mis líquidos pre seminales y los del último orgasmo de la chica. Desnudo como estaba caminé hacia el padre; lo tomé por el cuello y lo lancé un par de metros y cayó sobre las bancas de madera lanzando un grito de dolor. Regresé con la chica y antes de seguir donde nos quedamos decidí limpiarla y así lo hice bebí cada gota proveniente de su interior y comencé a jugar con su clítoris y gracias a mi lengua hice que tuviera un segundo orgasmo inundando mi boca de su ácido pero delicioso néctar. Hice que se separara del altar para cambiar de posición y de reojo vi al padre que intentaba salir de la iglesia. Ya era suficiente acabaría con él.
Busqué algo para matarlo sin tener que ir hasta allá y lo primero que vi fue una cruz dorada de unos 50 centímetros que colgaba del altar la tomé y la lancé hacía el padre, la cruz se clavó en su pecho debajo del cuello el sacerdote cayó al piso y por fin dejó de molestar, la chica se asustó pero era más su excitación por lo que continuamos, la abracé por atrás apretando mi miembro con sus nalgas, le besé el cuello y tomando sus manos hice que se apoyara en la mesa, la tomé de la cintura y dejé que mi pene se abriera paso entré sus labios penetrándola nuevamente. Después de dos maravillosos orgasmos más de ella no pude contenerme y terminé en su interior, mis chorros de semen y un masaje en el clítoris hicieron que tuviera un último orgasmo conmigo aún en su interior. Me recosté en el altar y ella sobre mí, nos besamos y finalmente quedamos abrazados y agotados, después de unos minutos ella se quedó dormida en mis brazos; con cuidado me levanté sin despertarla. Tomé el cáliz que estaba en el piso y lo puse en la mesa, había decidido darle un toque final y dramático al momento. Jalé levemente a la chica y estando en la orilla de la mesa la besé, estaba despertando cuando mordí su cuello, bebí algo de sangre y deje que el resto cayera al cáliz, la chica intentó gritar pero no pudo.
Cuando el cáliz se llenó seguí bebiendo hasta terminarme su sangre. Sus tiernos ojos me miraron fijamente y comenzaron a cerrarse. Fui por el cuerpo del padre y lo arrastré hasta un poco más de un metro del altar. Lo desnudé y con su sangre dibujé un pentagrama (ese símbolo que algunos tontos han hecho creer a la gente que es satánico) alrededor de él. Tomé el cáliz, abrí un poco la boca del sacerdote y la llené de la sangre de la chica, el resto de la sangre la arrojé hacia la cruz que estaba atrás del altar manchando la imagen del “Hijo de Dios” y finalmente puse la copa sobre el estómago del sacerdote frente a la cruz que tenía clavada.
Caminé hacia la salida y volteé a ver aquella curiosa imagen: El cuerpo del sacerdote en el piso, en el centro de un pentagrama, con un cruz invertida clavada casi en el corazón y con el cáliz con algo de sangre en el estómago, detrás de él, sobre el altar, una hermosa chica desnuda y muerta y, finalmente, la gran cruz manchada de sangre. Era genial, ya me imaginaba las noticias y periódicos por los próximos días: “Satánicos matan a sacerdote respetado por la comunidad y violan a una chica creyente para dejarla sin sangre y muerta sobre el altar en un claro ritual de invocación al señor de las tinieblas” Sonreí y finalmente abandoné la casa de dios para buscar otra alma para enviarle. Lord Azvrok.