Como todos los días, estaba sentado en mi cama, mirando hacia la ventana con un aire de desesperación; esa sensación que siempre tenía, cuando las ganas de hacer algo interesante me invadían, pero no podía con nada.
Encendí la televisión muy a mi pesar, pues antes que ver los comerciales idiotas de Halloween prefería dormir. No sabía si era casualidad, pero mientras notaba un destello diferente de los astros a través del cristal, anunciaron que esa misma noche habría luna llena, coincidiendo con la festividad.
Mi madre me llamó, impaciente, alegando que un "amigo mío" me aguardaba en la entrada. No era más que ese tipo de tontos que vienen a buscarte sólo porque sí.
-Sabes, mañana habrá una fiesta alrededor del monte, y algunos de los demás consideraron que sería bueno que te nos unieras. Será divertido si te unes, ya que tú sabes mucho de leyendas y ese tipo de basura. ¿Te vienes o no? -dijo, con voz socarrona y a la vez suplicante.
-Púdrete -le dije con desdén, y comencé a cerrar la puerta. Sin embargo, él puso el pie para evitar que nos separáramos.
-Ey, en serio. No importa si no quieres ir allí, pero vente al menos al cementerio, allí iremos luego y sería muy interesante probar alguno de los rituales que tú conozcas. Será algo más tarde, pero todavía habrá tiempo para que la fiesta no acabe.
-Bah, está bien. Sin embargo, alguno de ustedes tendrá que venir para recoger la lista de los materiales necesarios para cada "ritual de los que yo conozco". Y por si quieren realizar esas benditas cosas, mejor que no seas tú quien vuelva por mi casa.
Se retiró, mirándome de reojo y sonriendo tímidamente. Era ese tipo de imbéciles que son "geniales" hasta que logras acobardarlos; me quedé sentado en los escalones de piedra, contemplando la noche, sin saber muy bien cuándo o cómo había aceptado compartir mis gustos con toda esa gente. Cuando traté de posar mi mano derecha en mi pierna, me encontré con mi fiel gato negro, revolcándose contra ella.
Ambos comenzamos a caminar, conmigo susurrando cosas incomprensibles, y con el animal haciendo algo parecido a escuchar. No tardamos en cruzarnos con un viejo compañero mío: alguien que sí me agradaba, un chico algo extraño llamado Iván.
Iván había sido alguien que me había acompañado durante toda la infancia pese a mis particularidades, y trató de moldearse a sí mismo para encajar más en mis gustos; desde entonces, nos juntábamos constantemente para discutir sobre todo lo raro que sucedía en el mundo, e inclusive, durante nuestra primera luna llena juntos me despertó a las 4:00 AM para decirme que había OVNI's que habían secuestrado a la Luna o algo así.
-Hola, Iván. ¿Qué tal?
-Bien -Dijo, sin saludar, como solía hacerlo. Yo comprendía un poco el porqué.
-Oye... mañana un montón de pendejos (así solíamos llamarnos entre nosotros) se reunirán para tontear alrededor de los montes y del cementerio. ¿Quieres venir? Me vendría muy bien alguien conocido que me acompañara.
-¿Mañana? No hay problema, sobre todo si harás alguno de tus rituales, y yo pueda probar alguna que otra cosa que leí en internet. Según he visto, cuando hay luna llena, esta desprende una luz especial, que tiene la capacidad de enfermarte y deformar tu cuerpo entero.
-¿Y tú vas a ser el tonto que se enferme? No parece típico de ti, solías usarme a mí como conejillo de Indias -contesté, con algo de burla en mi voz.
- Es algo complicado de explicar. Quiero ser el que experimente eso porque no durará para siempre, y según parece, más allá de la horrible forma que podría adoptar los poderes que se obtienen son inimaginables. Apuesto a que tu opinión ha cambiado ahora, eh -me insistió.
-Como tú quieras, pero muéstrame algo de eso. Quizá sirva para experimentos futuros.
Antes de que yo me diera cuenta, ya nos hallábamos dentro de su casa, frente a su potente computadora, y navegando entre sus carpetas para hallar una dirección web que nunca había visto antes. Cuando entramos, noté cuán difícil era diferenciar las letras del resto de la apariencia, pero pude discernir un texto acerca de lo que Iván mencionaba.
"Aquel que sea atravesado en el alma por la devastadora luz de un astro maldito, condenado será, a vagar como un monstruo deforme e inmenso, con poderes que van más allá de la imaginación humana, pero a un coste demasiado alto."
-Sabes, Iván, esto no me dice mucho sobre las consecuencias. En fin, creo que no tengo más tiempo para fijarme en esto; suena interesante, pero tengo en serio ganas de ir a casa y cenar, me muero de hambre -dije, saludándolo y enfilando de nuevo hacia mi hogar.
Ya en mi casa, traté de entonar una penosa canción mientras tocaba la guitarra. No era lo mejor, pero servía para relajarme. Antes de poder llegar a la mitad, un estruendo en mi ventana me alarmó: ciertamente, en ese momento un hueco se había hecho en el vidrio, y lo astillado de los restos no permitía ver muy bien quién había sido.
Sin embargo, como si fuera una niña, allí estaba: una joven de aspecto delicado. Bajé apoyándome en la cornisa y luego, por la escalera que daba al patio. No tardé en encontrarme con ella.
- Hola, tú eres... Robert, ¿no?
Pensaba contestar con un reproche por destrozar propiedad ajena, pero me limité a devolver el beso en la mejilla que me dio y escuchar cuando dijo:
-Encantada, mi nombre es Carol. Soy una amiga de Iván. Te había visto antes caminando por el pueblo, y como me interesaba conocerte, hablé con él y me dijo dónde vivías -explicó, sonriendo-. Bueno, mañana nos vemos en la fiesta, me invitaron para ver y conocer a más gente.
No pude encontrar explicación razonable a ello: Iván, alguien que no había podido acercarse nunca a nadie salvo a mí, de repente hablando con chicas nuevas y presentándolas a los demás. ¡Y, además, antes que yo! No soy particularmente humilde que digamos, reconozco cuando soy la mejor opción, y no había lógica en que Carol se hubiera fijado primero en Iván.
Algo resentido, tomé el teléfono y llamé a mi amigo; él no tardó en contestar, y yo exclamé:
-¡Viejo! ¿Conoces a una chica llamada Carol?
-Podría ser... bueno, no puedo mentirte, la conocí cuando iba de camino a casa de mi tía, al frenar en la vidriera de la tienda de música cuando vi un par de instrumentos que me interesaban; ella me preguntó cuál tocaba, y comenzamos a hablar -Ser alguien que sólo visitaba a su familia era típico de él-. Me cayó bastante bien, así que le dije que conocía a un tal "Robert" y que ustedes también podrían ser amigos.
No tardé en irritarme, pero recordé cuando ella había dicho "te había visto antes" justo en el momento que él pronunció:
-Se emocionó mucho cuando te mencioné, porque ella ya había visto a un tipo que encajaba directamente contigo -me estremecí cuando su voz ronca sonó en el auricular del móvil.
-OK... Nos vemos, señor "Luna Llena" -Le dije, intentando parecer gracioso, pero sin ganas. La oscuridad posaba su mano sobre el pueblo cuando me quedé mirando hacia el cielo, esperando buenas noticias de las estrellas, que me decían "mañana te verás con ella en la fiesta". No podía parar de pensar en eso, y cuando intenté dormir lo único que logré fue retorcerme y caer con un ruido sordo; finalmente, logré conciliar el sueño, pero sólo cuando la mullida alfombra reemplazó la comodidad del lecho. Según me confesó mi madre cuando me desperté, apenas pude hacerlo cuando ya estaba atardeciendo al otro día. "¿De verdad he dormido tanto?" es lo único que pude pensar, pero me apresuré a tomar algunas ropas y comenzar a prepararme para la salida al cementerio. Quizá no sería la parte más animada de la fiesta, pero sabiendo que Carol estaría allí, no importaría tanto; y mencionándola a ella, fue cuando aún estaba colocándome mis deportivas blancas que ella llegó a tocar la puerta de mi casa junto a Iván.
Bajé las escaleras de dos zancadas y les abrí, con los mechones de cabello castaño mojado cayéndome sobre los ojos luego de bañarme. No había forma de parecer más desaliñado, pero aún así terminé de colocarme la camiseta y atravesamos el jardín.
-Sabes, Robert -comentó Iván, sin siquiera saludar-, creo que nos hemos metido en algo feo. Sé que no acostumbramos a echarnos atrás en cosas como esta, pero estoy bastante seguro que esto será demasiado para ambos. Hemos venido con Carol para decirte esto.
Mis esperanzas de pasar una noche con ella se estaba desvaneciendo, pero aún así me esforcé para preguntar:
-¿No iremos a la fiesta, entonces? ¿Qué será de este Halloween, eh? -le espeté con agresividad.
-¡Tranquilo! Si quieres ir, también lo haré yo; pero también debemos preguntarle a Carol si quiere acompañarnos... Si vamos a tener problemas, será mejor que ella esté consciente de ello.
-¡No hablen como si no estuviera aquí! -dijo ella, con los ojos suplicantes. Me miró, con una expresión que no supe identificar; sabía muy bien que Carol quería ir.
-Sólo mírala. Ya te darás cuenta. Andando, Iván.
...
Nos hallábamos rodeados de varios jóvenes, que yo mismo pude reconocer, todos con las capuchas de sus sudaderas puestas. Sudor frío recorrió mi cuello debido al nerviosismo, pero parte de eso se esfumó cuando vi acercarse a una persona mucho más familiar que las demás: Rubén, otro compañero de la infancia, que poco a poco se había ido separando de mí e Iván.
-¡Hola! -Nos saludó, amable- Iván y Robert, como se habrán dado cuenta, soy el anfitrión de esta fiesta. Puede que ahora no sea la parte más divertida de todo esto, pero vayan a correr un rato entre los demás y las tumbas. Los muertos hoy se levantarán y será para bailar, supongo.
Rio, como siempre, tratando de respaldar sus malas bromas. De alguna forma, resultaba reconfortante el poder oír a alguien hacer chistes de esa forma estando en un sitio sagrado; nos alejamos de él para unirnos a las decenas de gente bailando alrededor de las lápidas al son de una canción que no pude reconocer. Pasó mucho tiempo antes de que Carol y yo nos diéramos cuenta de que Iván no estaba con nosotros.
Fuimos con Rubén, quien estaba conversando con uno de sus amigos: José. No me interesaba conocerlo, pero de todas formas traté de convencerlo para que nos dejara un lugar y hablar con nuestro amigo; nos lo cedió, y le preguntamos algo preocupados:
-¿Donde está Iván? No será conveniente que estemos tan alejados entre nosotros
Rubén señaló hacia un lugar impreciso, que supuse sería una zona cercana a los mausoleos, y yo asentí sonriendo. Nos dirigimos hacia allí, con la música retumbando en nuestros oídos. Sólo el grito desgarrador de una mujer pudo despertarnos... provenía de lo más alto del monte, justo donde finalizaba el área del cementerio. Corrimos cuesta arriba para alcanzar la multitud, que comenzaba a tomarse de los cabellos al percatarse de lo que nosotros estaríamos por ver.
Los chicos que nos habían recibido junto a Rubén, aún con sus capuchas colocadas, recitaban algo inaudible mientras Iván se retorcía en el piso, mirando a la luna. Sus ojos estaban completamente blancos. Un muchacho salió de las sombras para acercarse a él, pero cuando arrojó un zarpazo se vio obligado a retroceder.
-¡Hey! -Grité, y todos los que habían estado murmurando en torno a Iván echaron a correr, riendo en voz muy alta.
-Quizá este pueblo no vaya a existir para mañana por la tarde -me gritó uno, desaparciendo entre los edificios.
No tuve tiempo para preocuparme, pues antes de reaccionar un rugido estrepitoso me arrojó a mí y a muchos más hacia atrás. Por unos cuantos segundos, se hizo el silencio; todos nos percatamos de que era Iván quien había proferido aquel ruido. Estaba jadeando y contorsionándose, con espuma brotando de su boca casi a chorros. En unos minutos, iluminado por un par de velas a su alrededor, se quedó quieto y sin siquiera respirar; fui a ver si por lo menos estaba vivo, y al intentar fijarme en su pulso una zarpa me rasguñó en la frente.
Cuando abrí los ojos, con la sangre sobre la boca, miré con atención a mi amigo: estaba de pie, con los ojos de un color amarillento horrible, y con los dedos ennegrecidos. Su piel, naturalmente pálida, lo parecía más aún por el brillo de la luna. Gritó nuevamente, y con un movimiento de manos logró arrancarse el cuello de su camisa; sobre su pecho yacía una suerte de símbolo que nunca había visto.
No tardó en moverse otra vez. La primera víctima fue un chico llamado Alex. Yo lo conocía desde hacía mucho, y nunca me había importado, pero el terror me inundó cuando me percaté de que en su estómago se habían abierto pequeños agujeros de las garras de Iván. Su cuerpo cayó pesado, y el silencio laceró nuestros oídos en el momento anterior al gemido de una mujer detrás mío. En ese instante, todos echaron a correr cuesta abajo, incluido Rubén. Sin embargo, él se detuvo para tomarme por el hombro derecho, y me susurró al oído:
-Todo esto estuvo planeado desde el principio... por eso lo trajimos a él aquí.
-¿Iván? - Dije con un hilo de voz, ignorando a Rubén, quien estaba descendiendo la colina junto a los demás invitados, con una sonrisa siniestra en la cara.
-Bajo ningún concepto, por favor, te atrevas a ir por él... ¿Te has vuelto loco? -me gritó desesperada, cuando vio que me acercaba a Iván esperando encontrarme con él.
-¡No pienso dejarlo así!
Sin embargo, al darme cuenta de que nuevamente él estaba persiguiéndonos, comencé a saltar lápidas y vallas con tal de llegar al final del cementerio. Al ver que nunca íbamos a superar su velocidad inhumana, me arrojé sobre él, tomándolo con una mano y sosteniéndolo en el aire, agitándolo para ver si lograba reconocerme.
-¿Iván...? - Me atreví a decir una vez más.
Un aullido bestial fue la respuesta. Luego, todo fue negrura al sentir el filo de sus uñas atravesarme el pecho y la cabeza.
Encendí la televisión muy a mi pesar, pues antes que ver los comerciales idiotas de Halloween prefería dormir. No sabía si era casualidad, pero mientras notaba un destello diferente de los astros a través del cristal, anunciaron que esa misma noche habría luna llena, coincidiendo con la festividad.
Mi madre me llamó, impaciente, alegando que un "amigo mío" me aguardaba en la entrada. No era más que ese tipo de tontos que vienen a buscarte sólo porque sí.
-Sabes, mañana habrá una fiesta alrededor del monte, y algunos de los demás consideraron que sería bueno que te nos unieras. Será divertido si te unes, ya que tú sabes mucho de leyendas y ese tipo de basura. ¿Te vienes o no? -dijo, con voz socarrona y a la vez suplicante.
-Púdrete -le dije con desdén, y comencé a cerrar la puerta. Sin embargo, él puso el pie para evitar que nos separáramos.
-Ey, en serio. No importa si no quieres ir allí, pero vente al menos al cementerio, allí iremos luego y sería muy interesante probar alguno de los rituales que tú conozcas. Será algo más tarde, pero todavía habrá tiempo para que la fiesta no acabe.
-Bah, está bien. Sin embargo, alguno de ustedes tendrá que venir para recoger la lista de los materiales necesarios para cada "ritual de los que yo conozco". Y por si quieren realizar esas benditas cosas, mejor que no seas tú quien vuelva por mi casa.
Se retiró, mirándome de reojo y sonriendo tímidamente. Era ese tipo de imbéciles que son "geniales" hasta que logras acobardarlos; me quedé sentado en los escalones de piedra, contemplando la noche, sin saber muy bien cuándo o cómo había aceptado compartir mis gustos con toda esa gente. Cuando traté de posar mi mano derecha en mi pierna, me encontré con mi fiel gato negro, revolcándose contra ella.
Ambos comenzamos a caminar, conmigo susurrando cosas incomprensibles, y con el animal haciendo algo parecido a escuchar. No tardamos en cruzarnos con un viejo compañero mío: alguien que sí me agradaba, un chico algo extraño llamado Iván.
Iván había sido alguien que me había acompañado durante toda la infancia pese a mis particularidades, y trató de moldearse a sí mismo para encajar más en mis gustos; desde entonces, nos juntábamos constantemente para discutir sobre todo lo raro que sucedía en el mundo, e inclusive, durante nuestra primera luna llena juntos me despertó a las 4:00 AM para decirme que había OVNI's que habían secuestrado a la Luna o algo así.
-Hola, Iván. ¿Qué tal?
-Bien -Dijo, sin saludar, como solía hacerlo. Yo comprendía un poco el porqué.
-Oye... mañana un montón de pendejos (así solíamos llamarnos entre nosotros) se reunirán para tontear alrededor de los montes y del cementerio. ¿Quieres venir? Me vendría muy bien alguien conocido que me acompañara.
-¿Mañana? No hay problema, sobre todo si harás alguno de tus rituales, y yo pueda probar alguna que otra cosa que leí en internet. Según he visto, cuando hay luna llena, esta desprende una luz especial, que tiene la capacidad de enfermarte y deformar tu cuerpo entero.
-¿Y tú vas a ser el tonto que se enferme? No parece típico de ti, solías usarme a mí como conejillo de Indias -contesté, con algo de burla en mi voz.
- Es algo complicado de explicar. Quiero ser el que experimente eso porque no durará para siempre, y según parece, más allá de la horrible forma que podría adoptar los poderes que se obtienen son inimaginables. Apuesto a que tu opinión ha cambiado ahora, eh -me insistió.
-Como tú quieras, pero muéstrame algo de eso. Quizá sirva para experimentos futuros.
Antes de que yo me diera cuenta, ya nos hallábamos dentro de su casa, frente a su potente computadora, y navegando entre sus carpetas para hallar una dirección web que nunca había visto antes. Cuando entramos, noté cuán difícil era diferenciar las letras del resto de la apariencia, pero pude discernir un texto acerca de lo que Iván mencionaba.
"Aquel que sea atravesado en el alma por la devastadora luz de un astro maldito, condenado será, a vagar como un monstruo deforme e inmenso, con poderes que van más allá de la imaginación humana, pero a un coste demasiado alto."
-Sabes, Iván, esto no me dice mucho sobre las consecuencias. En fin, creo que no tengo más tiempo para fijarme en esto; suena interesante, pero tengo en serio ganas de ir a casa y cenar, me muero de hambre -dije, saludándolo y enfilando de nuevo hacia mi hogar.
Ya en mi casa, traté de entonar una penosa canción mientras tocaba la guitarra. No era lo mejor, pero servía para relajarme. Antes de poder llegar a la mitad, un estruendo en mi ventana me alarmó: ciertamente, en ese momento un hueco se había hecho en el vidrio, y lo astillado de los restos no permitía ver muy bien quién había sido.
Sin embargo, como si fuera una niña, allí estaba: una joven de aspecto delicado. Bajé apoyándome en la cornisa y luego, por la escalera que daba al patio. No tardé en encontrarme con ella.
- Hola, tú eres... Robert, ¿no?
Pensaba contestar con un reproche por destrozar propiedad ajena, pero me limité a devolver el beso en la mejilla que me dio y escuchar cuando dijo:
-Encantada, mi nombre es Carol. Soy una amiga de Iván. Te había visto antes caminando por el pueblo, y como me interesaba conocerte, hablé con él y me dijo dónde vivías -explicó, sonriendo-. Bueno, mañana nos vemos en la fiesta, me invitaron para ver y conocer a más gente.
No pude encontrar explicación razonable a ello: Iván, alguien que no había podido acercarse nunca a nadie salvo a mí, de repente hablando con chicas nuevas y presentándolas a los demás. ¡Y, además, antes que yo! No soy particularmente humilde que digamos, reconozco cuando soy la mejor opción, y no había lógica en que Carol se hubiera fijado primero en Iván.
Algo resentido, tomé el teléfono y llamé a mi amigo; él no tardó en contestar, y yo exclamé:
-¡Viejo! ¿Conoces a una chica llamada Carol?
-Podría ser... bueno, no puedo mentirte, la conocí cuando iba de camino a casa de mi tía, al frenar en la vidriera de la tienda de música cuando vi un par de instrumentos que me interesaban; ella me preguntó cuál tocaba, y comenzamos a hablar -Ser alguien que sólo visitaba a su familia era típico de él-. Me cayó bastante bien, así que le dije que conocía a un tal "Robert" y que ustedes también podrían ser amigos.
No tardé en irritarme, pero recordé cuando ella había dicho "te había visto antes" justo en el momento que él pronunció:
-Se emocionó mucho cuando te mencioné, porque ella ya había visto a un tipo que encajaba directamente contigo -me estremecí cuando su voz ronca sonó en el auricular del móvil.
-OK... Nos vemos, señor "Luna Llena" -Le dije, intentando parecer gracioso, pero sin ganas. La oscuridad posaba su mano sobre el pueblo cuando me quedé mirando hacia el cielo, esperando buenas noticias de las estrellas, que me decían "mañana te verás con ella en la fiesta". No podía parar de pensar en eso, y cuando intenté dormir lo único que logré fue retorcerme y caer con un ruido sordo; finalmente, logré conciliar el sueño, pero sólo cuando la mullida alfombra reemplazó la comodidad del lecho. Según me confesó mi madre cuando me desperté, apenas pude hacerlo cuando ya estaba atardeciendo al otro día. "¿De verdad he dormido tanto?" es lo único que pude pensar, pero me apresuré a tomar algunas ropas y comenzar a prepararme para la salida al cementerio. Quizá no sería la parte más animada de la fiesta, pero sabiendo que Carol estaría allí, no importaría tanto; y mencionándola a ella, fue cuando aún estaba colocándome mis deportivas blancas que ella llegó a tocar la puerta de mi casa junto a Iván.
Bajé las escaleras de dos zancadas y les abrí, con los mechones de cabello castaño mojado cayéndome sobre los ojos luego de bañarme. No había forma de parecer más desaliñado, pero aún así terminé de colocarme la camiseta y atravesamos el jardín.
-Sabes, Robert -comentó Iván, sin siquiera saludar-, creo que nos hemos metido en algo feo. Sé que no acostumbramos a echarnos atrás en cosas como esta, pero estoy bastante seguro que esto será demasiado para ambos. Hemos venido con Carol para decirte esto.
Mis esperanzas de pasar una noche con ella se estaba desvaneciendo, pero aún así me esforcé para preguntar:
-¿No iremos a la fiesta, entonces? ¿Qué será de este Halloween, eh? -le espeté con agresividad.
-¡Tranquilo! Si quieres ir, también lo haré yo; pero también debemos preguntarle a Carol si quiere acompañarnos... Si vamos a tener problemas, será mejor que ella esté consciente de ello.
-¡No hablen como si no estuviera aquí! -dijo ella, con los ojos suplicantes. Me miró, con una expresión que no supe identificar; sabía muy bien que Carol quería ir.
-Sólo mírala. Ya te darás cuenta. Andando, Iván.
...
Nos hallábamos rodeados de varios jóvenes, que yo mismo pude reconocer, todos con las capuchas de sus sudaderas puestas. Sudor frío recorrió mi cuello debido al nerviosismo, pero parte de eso se esfumó cuando vi acercarse a una persona mucho más familiar que las demás: Rubén, otro compañero de la infancia, que poco a poco se había ido separando de mí e Iván.
-¡Hola! -Nos saludó, amable- Iván y Robert, como se habrán dado cuenta, soy el anfitrión de esta fiesta. Puede que ahora no sea la parte más divertida de todo esto, pero vayan a correr un rato entre los demás y las tumbas. Los muertos hoy se levantarán y será para bailar, supongo.
Rio, como siempre, tratando de respaldar sus malas bromas. De alguna forma, resultaba reconfortante el poder oír a alguien hacer chistes de esa forma estando en un sitio sagrado; nos alejamos de él para unirnos a las decenas de gente bailando alrededor de las lápidas al son de una canción que no pude reconocer. Pasó mucho tiempo antes de que Carol y yo nos diéramos cuenta de que Iván no estaba con nosotros.
Fuimos con Rubén, quien estaba conversando con uno de sus amigos: José. No me interesaba conocerlo, pero de todas formas traté de convencerlo para que nos dejara un lugar y hablar con nuestro amigo; nos lo cedió, y le preguntamos algo preocupados:
-¿Donde está Iván? No será conveniente que estemos tan alejados entre nosotros
Rubén señaló hacia un lugar impreciso, que supuse sería una zona cercana a los mausoleos, y yo asentí sonriendo. Nos dirigimos hacia allí, con la música retumbando en nuestros oídos. Sólo el grito desgarrador de una mujer pudo despertarnos... provenía de lo más alto del monte, justo donde finalizaba el área del cementerio. Corrimos cuesta arriba para alcanzar la multitud, que comenzaba a tomarse de los cabellos al percatarse de lo que nosotros estaríamos por ver.
Los chicos que nos habían recibido junto a Rubén, aún con sus capuchas colocadas, recitaban algo inaudible mientras Iván se retorcía en el piso, mirando a la luna. Sus ojos estaban completamente blancos. Un muchacho salió de las sombras para acercarse a él, pero cuando arrojó un zarpazo se vio obligado a retroceder.
-¡Hey! -Grité, y todos los que habían estado murmurando en torno a Iván echaron a correr, riendo en voz muy alta.
-Quizá este pueblo no vaya a existir para mañana por la tarde -me gritó uno, desaparciendo entre los edificios.
No tuve tiempo para preocuparme, pues antes de reaccionar un rugido estrepitoso me arrojó a mí y a muchos más hacia atrás. Por unos cuantos segundos, se hizo el silencio; todos nos percatamos de que era Iván quien había proferido aquel ruido. Estaba jadeando y contorsionándose, con espuma brotando de su boca casi a chorros. En unos minutos, iluminado por un par de velas a su alrededor, se quedó quieto y sin siquiera respirar; fui a ver si por lo menos estaba vivo, y al intentar fijarme en su pulso una zarpa me rasguñó en la frente.
Cuando abrí los ojos, con la sangre sobre la boca, miré con atención a mi amigo: estaba de pie, con los ojos de un color amarillento horrible, y con los dedos ennegrecidos. Su piel, naturalmente pálida, lo parecía más aún por el brillo de la luna. Gritó nuevamente, y con un movimiento de manos logró arrancarse el cuello de su camisa; sobre su pecho yacía una suerte de símbolo que nunca había visto.
No tardó en moverse otra vez. La primera víctima fue un chico llamado Alex. Yo lo conocía desde hacía mucho, y nunca me había importado, pero el terror me inundó cuando me percaté de que en su estómago se habían abierto pequeños agujeros de las garras de Iván. Su cuerpo cayó pesado, y el silencio laceró nuestros oídos en el momento anterior al gemido de una mujer detrás mío. En ese instante, todos echaron a correr cuesta abajo, incluido Rubén. Sin embargo, él se detuvo para tomarme por el hombro derecho, y me susurró al oído:
-Todo esto estuvo planeado desde el principio... por eso lo trajimos a él aquí.
-¿Iván? - Dije con un hilo de voz, ignorando a Rubén, quien estaba descendiendo la colina junto a los demás invitados, con una sonrisa siniestra en la cara.
-Bajo ningún concepto, por favor, te atrevas a ir por él... ¿Te has vuelto loco? -me gritó desesperada, cuando vio que me acercaba a Iván esperando encontrarme con él.
-¡No pienso dejarlo así!
Sin embargo, al darme cuenta de que nuevamente él estaba persiguiéndonos, comencé a saltar lápidas y vallas con tal de llegar al final del cementerio. Al ver que nunca íbamos a superar su velocidad inhumana, me arrojé sobre él, tomándolo con una mano y sosteniéndolo en el aire, agitándolo para ver si lograba reconocerme.
-¿Iván...? - Me atreví a decir una vez más.
Un aullido bestial fue la respuesta. Luego, todo fue negrura al sentir el filo de sus uñas atravesarme el pecho y la cabeza.