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shinhy_flakes

Jinete Volad@r
Miron
Bakala
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Estuve todo el domingo pensando lo mal que había estado en ese encuentro con Ana. De pensar como me había comportado, como si fuese un pendejo de 15 años, teniendo 41, me corría un escozor por la columna y me hundía en la vergüenza.

Para que carajos me hice el galán… si la estropee de lo lindo? Menos mal que la mina no esperaba nada y lo que pasó… solo iba a ser mortificante para mi, además de aleccionador, ya que, de pretender acercarme a otra mujer, tendría que hacerlo con un poco más de tiempo, mismo que tenía que aprovechar para aprender el difícil arte de la conquista.

Tenía unos cuantos “menos mal”, que me ayudarían a sobrellevar ese momento, que aunque duró poco y nada, me marcó por un buen tiempo.

Por ejemplo… “menos mal que trabajo de noche y que difícilmente me volviera a cruzar con ella” o “menos mal que solo soy conocido de Diego y no realmente amigo, porque el es de hacer reuniones, a las que supongo ella iba y si me invitaba, ahí si… la cara se me caería!” o, sino… “menos mal que no tengo mucha vida social porque de tenerla, lo que hice se consideraría como un atentado terrorista a la misma”.

En fin… no tendría que hacerme mucho problema porque no me la iba a volver a cruzar. Con esa conclusión… infantil, pude relajarme y seguir con mi fatídica vida social. El lunes… como todos los días en que iba a volar, consulte el servicio meteorológico, más por costumbre que por necesidad, ya que antes de despegar siempre me daban el parte, con los datos actualizados de la central del aeroparque.

Tenía la computadora en el cuarto que utilizaba como escritorio, en cuyas paredes estaba colgados trozos de mi vida, como a mi me gustaba decirle a las fotos, adornos decorativos y recuerdos que me traje de cuanto lugar visité, siendo de la ONU, tanto sea un souvenir turístico… llámese colgante conmemorativo , como las placas de identificación personal, de esas que usan los soldados y que nos veíamos obligados usar nosotros también, como algunas balas sobre el escritorio, revestido en melanina negra y con un vidrio, debajo del cuál también había fotos y recortes que me interesaban o me gustaban.

Entre todas las tomas… estaba la que me llevó a hacer el papelón de mi vida… la foto que me había sacado Ingrid y que ahora formaba parte de un libro.

De todo tenía en ese escritorio, que correspondía a la habitación del medio y en donde un sillón de dos cuerpos, una mesa ratona, colocados al costado de la puerta, sobre la izquierda, más el conjunto de escritorio- sillón-sillas, sobre la izquierda de estos, contra una pequeña ventana que le daba al lugar un ambiente entre fantasmagórico e irreal, eran todo el mobiliario que había.

Siempre me había gustado tener un lugar así… donde mi vida pudiera fácilmente ser recordad, ya que era mucho lo que había pasado y no de todo me acordaba. En fin… consulté el clima y si bien iba a hacer frío, no acusaba lluvia, así que decidí ir al hangar, como le decíamos a las instalaciones de la empresa, en mi moto. No se como habrán vivido el divorcio otros hombres, pero en mi caso opté por darme los gustos en vida.

Cuando compartía el santo sacramento del matrimonio, no hacía otra cosa que pensar en virtud de que tenía una familia, con lo que algunas cosas eran caprichos innecesarios y banales, aunque los pudiera comprar y mantener y en eso creo que le tengo que endilgar la culpa a Gabriela, que veía cada cosa que yo compraba como un acto de pendejo. Quizá lo fuera, pero si lo podía hacer… porque no me dejaba?. En fin… el tema es que apenas me divorcié, como si se tratara de un festejo ritual, me compré el departamento en donde a mi me gustaba, en el barrio de San Nicolás, una cupe Chevrolet Astra y una Kawasaki Ninja 1100, del año 97, mismos que se convirtieron en mis pertenencias más preciadas, cuidadas y mimadas, más allá de ponerlos y dejarlos como a mi me gustaba.

Cosa de pendejo… de viejo o de pendeviejo con etapas sin quemar, como le dicen ahora?... bueno, que así sea, el tema es que por fin yo podía decir que disfrutaba de los esfuerzos y logros que obtuve durante casi 15 años de trabajo en lugares de pesadilla.

Como decía, agarré la moto y, casco mediante, salí rumbo al aeroparque cargando la mochila que siempre llevaba conmigo en el pecho. Dentro de ella llevaba todo lo que un piloto pudiera necesitar y se convirtió en lo que se había convertido el chaleco para mí, hacía ya bastante tiempo atrás. En ella iban un netbook, otro chiche, que usaba para guardar todas las fotos que tenía, un pequeño botiquín de primeros auxilios, perfume, maquina de afeitar, aunque usaba barba, cepillo de dientes, dentífrico una Beretta 9mm y cinco cargadores llenos… kit de supervivencia para el piloto moderno, me gustaba decirle.

Cuando llegué al hangar, dejé la moto donde lo hacía siempre, dentro del mismo y al fondo, debajo de la semiala derecha de un PilatusPorter desmantelado. El viejo avión que otrora fuese una pieza clave en la guerra del Vietnam… ahora no era más que un vital recurso de repuestos.

Exactamente enfrente de mi, pero como a cincuenta metros, estaba la puerta que daba a las oficinas de la empresa… en realidad una gran oficina, en donde se recibían y emitían pedidos.Era el momento justo en el que volvían muchos aviones y se preparaban los tres del turno noche para salir, con lo que el movimiento de gente era bastante fluido y nadie se percató de mi llegada, a no ser por Claudio, el mecánico jefe que me saludó con un abrazo. A ese tipo lo conocí estando en Irak. Estuvo dos semanas y se volvió, pero le tome aprecio porque era muy bueno en lo suyo.

Pelado, un poco más bajo que yo, morrudo de voz estridente y facciones filosas, tenía las cejas tan marcadas que impresionaba su gesto adusto. Sin embargo era un tipo que siempre animaba a la gente a hacer las cosas bien.

- Ale querido… como andás?.- me preguntó mientras nos saludábamos a la pasada. - Bien Claudio vos?...- contesté, pero no tuve devolución, ya que siguió caminando para el exterior de la calle de circulación.

No me molesto porque era normal que así fuese… a esa hora se enteraba que tenía que hacer en que avión y esa sería quizá la única muestra de humanidad que daría en muchas horas.

Ya antes de abrir la puerta de la oficina, se percibía el aroma del café recién hecho, gracias a que la cocina estaba sobre la derecha, al traspasar la misma. - Ale… buenas tardes!!.- exclamó Máximo, el logístico de turno noche al verme.-… servite un café… y tráeme uno a mi por favor.- El tenía su escritorio justo frente a la puerta y a su derecha, escritorio de por medio, estaba sentado Igor, a quién le ofrecí uno y con gesto algo taciturno, inusual en el , asintió aceptando.

Volví con las tres tazas en una bandeja y al ver que este último se levantaba, dejé la misma sobre el escritorio de Máximo.

- Servidos…- dije.-… como les va?.- - Y… más o menos.- dijo Igor, agarrando una taza y dando un sorbo. - Por?.- retruque intrigado.

No me contestó de inmediato y en su reemplazo… es el otro logístico quién lo hace. - Parece que el Ruso vende.- dijo medio agachado, como evitando que otros escucharan. Si había algo que le seguía, en la escala de misterios al Triángulo de las Bermudas y a la siempre vigente juventud e Cher… era el Ruso Jacobo, léase nuestro jefe supremo. Era un tipo que solo entablaba conversaciones telefónicas con los dos logísticos y que jamás alguien lo había visto.

- Vender?… si la empresa no da pérdidas!.- retruqué con ese tono de estar ellos totalmente errados, mientras me acomodaba en la silla, dejando la mochila en el piso y agarrando mi taza.

- Es lo que yo le digo a el…- y con un leve movimiento de cabeza, señala a su costado al otro logístico.-… peeero…- - Tengo mis razones.- lo cortó Igor, algo preocupado. - Peeero… Igor, no te tenés que hacer problemas… si el Ruso vende y otro viene… nada va a cambiar, quedate tranquilo.- intentó serenarlo. - Tranquilo estaba hasta hoy a la mañana, antes de que viniera ese contingente!.- insistió con su pesimismo.

- Que contingente?.- pregunté.

Me contó que habían venido tres personas… dos hombres y una mujer a ver todas las instalaciones, enviadas por Jacobo, que lo había llamado con anterioridad. Que si bien fueron amables y educados, no dejaron saber sus intenciones y luego, no saben como, empezó a correr la bola de la venta de la empresa.

Máximo, un tipo retirado de la fuerza aérea por un accidente que le paralizó un pierna, que conservaba el espíritu e ímpetu de la fuerza, con su pelo corto, su cabello más entrecano que yo, sus bigotes finitos que sumados a la separación de sus dientes delanteros, lo hacían ver a ClarckGable, lo miraba mientras contaba, con una simpatía atípica.

- No les des pelota!.- exclamó, volviendo a mirar la pantalla de su computadora. - Si pero…- - Igor… no seas boludo.- lo corté.-… si eso pasara… nosotros nos enteraríamos primero que nadie.- dije y lo miré a Máximo que tenía en su cara el gesto pícaro del que sabe más de lo que se cree, pero que no habla porque tiene todo bajo control y me miraba a ras de sus cejas, disimulando que escribía. Igor inspiró profundo, de manera resignada y me dio lastima… porque siempre era un tipo que te levantaba el ánimo… y no había nadie que en ese momento hiciera lo mismo por el.

- En fin… - dejó escapar.- vamos a preparar la recepción de los vuelos.—agregó mientras volvía a su escritorio y yo lo miraba a Máximo, abriendo los ojos en un gesto de advertencia, como pidiéndole que si sabía lago le dijera. - Hoy van para San Luis…- pero no… decidió callarse.-… tomá, llevan herbicidas… acá tenés el parte meteorológico y…- - No… quedátelo, sabés que me gusta ir a último momento a buscarlo.- y le devolví la hoja donde anunciaban buen tiempo. - Pero si será forro…- exclamó.- algunas vez te dí algo errado?.- retrucó haciéndose el ofendido.

Lo miré amenazante, medio con el mentón pegado al pecho y de costado. - Que… tengo que hablar pelotudo!?.- dije a modo de advertencia. Iba a retrucar, pero me miró serio… y luego se empezó a reir, agachó la cabeza y siguió con lo suyo.

- Ah… menos mal!.- agregué y ahí si… Igor se rió.

Como de costumbre Ricardo se encargaba de la parte operativa, es decir… que al avión los repostaran y lo cargaran equilibradamente, mientras hacía algunos chequeos de rutina junto con Claudio, como ser el buen funcionamiento de los alerones, mientras yo me encargaba de la parte administrativa, hacer la hoja de ruta informando nombre y apellido de comandante y segundo, origen y destino de vuelo, carga y hora de despegue y aterrizaje estimados, cosa que hacía en uno de los bancos de trabajo del taller.

Me gustaba sentarme en el taburete gastado de Claudio, con la tabla verde de acríclico que, siempre llevábamos en el avión, a completar esa papelería, entre el olor a aceite y combustible de avión, mezclado con aromas de hierros y pálsticos, mismos que solo se percibían, ya queel viento se encargaba de barrer, todo eso coronado por el olor achocolatado de mi cigarro, que prendía cada vez que llevaba a cabo ese ritual y apagaba, cuando estaba por subir al Cuervo, a mi regreso de la oficina de meteorología.

Estaba ahí, precisamente completando el número de matrícula de la nave, cuando Diego apoya sus manos sobre el banco.

- Che… me contaron que te vieron!.- dijo con gesto pícaro y sonrisa acorde. En principio no reaccioné, pero luego… - Ah… si, no me hablés…- respondí.

- Porque?... que hiciste?.- me increpó sin perder la sonrisa y totalmente intrigado - Nada!.-

Fue decir eso para que se largue a reir.

- Exactamente lo mismo creo que hizo ella cuando desaparecí!.- agregué y el se siguió riendo.-… dale… dale, descárgate.- lo animé.

- No para, para… que no fue tan así.- dejó escapar. - Como?.- me asombré.

- No… si, no bueno… dijo que le pareció lindo que te acordaras de ella y que la encararas… pero que pareció como que te asustaste… la saludaste y te fuiste.- decía algo más tranquilo.

Lo miré… lo analicé, para ver si mentía… - Si…bueno…- dije volviendo a lo mío.

- Creo que hay un cierto interés.- dijo cómplice.-… no se… mi mujer me contó que habló demasiado de vos… cosa que es poco común en Ana, que hable tanto de un tipo que no conoce…- dijo esperando que yo contestara… pero no hice más que asombrarme en silencio, arqueando la boca.

Meteorología estaba a unos doscientos metros de la oficina, para el lado de la entrada y no era una oficina… sino un tráiler largo, de dos ejes y de aluminio, minado de antenas y de cuya chimenea salí un denso humo, producto de la combustión y de la condensación, por el frío que hacía. Dentro, un olor a milanesas fritas acusaba que esa noche comerían bien, Anselmo y David, los que trabajaban a esa hora, actualizando los datos para los aviones. Si bien el tráiler era largo, la recepción era chiquita, solo caberían dos personas, ya que el mostrador que había y dividía el sector de espera del pequeño acceso a la sala, limitaba todo, inclusive los movimientos. Era un laboratorio portátil que habían llevado en virtud de ser provisorio, ya que el edificio para el sector estaba detrás del tráiler, en construcción desde hacía ocho años. Desde la puerta de la derecha se asomó Anselmo que me saludó y me señalo que me fijara debajo de la tabla del mostrador, cosa que hacía siempre, porque era uno de los pocos que iba en persona a buscar sus datos.

Cuando volvía, consultando el pronóstico, cruce al camión cisterna que estaba abasteciendo al Cuervo y lo veo Ricardo, esperarme con una sonrisa en los labios. - Que te pasa?.- le pregunté, mientras apagaba el cigarro. Su sonrisa pícara se hizo más grande, sin embargo… - Nada… está todo listo para el despegue…- agregó.

Lo mire intrigado…

- Bueno… vámonos.- sentencié.

Los vuelos siempre los dividíamos en turnos de cantidad de horas iguales, según la duración del vuelo. Por ejemplo de noche solo se volaba a las provincias del centro norte, debido a que así se evitaban problemas con el congelamiento de las alas y por esto la duración de los vuelos variaba según la distancia pero estaba todos entre tres y cuatro horas de ida y otras tantas de vuelta,así que nos dividíamos en turnos de una hora y media o dos, para volar cada uno, así Ricardo podía meter horas, ya que yo tenía en demasía y estaba excesivamente pasado de horas con mas de 17.000 de vuelo.

A el le tenía muchísima confianza y el a mi una fe ciega, que si bien no lo había manifestado nunca… lo haría en un demasiado muy corto plazo. Mucha confianza le tenía y eso era bueno, sobre todo teniendo en cuenta el tipo de trabajo que hacíamos, con las responsabilidades de que eso tenía… confianza a el y en nuestro avión.

No era la primera vez que volaba un Fairchild C-123, no, en absoluto… de hecho la mayoría de esas horas de vuelo habían sido hechas en un avión de ese tipo, que la ONU me había asignado y en el que, por ejemplo, me habían sacado la foto de la portada del libro. Podía decir entonces que me sentía como encasa, volando en ese avión del cuál conocía muy poco su historia y que como hobbie, para pasar el tiempo mientras volaba, estaba investigando… esa noche de lunes, en el que íbamos rumbo a San Luis.

Hacía rato que le había pasado el mando a Ricardo y yo estaba metido en la cantidad de información que había recabado de todos los Fairchild del mundo, a través de internet, misma que llevaba en la netbook. Con el ronronear constante y tranquilo de los dos Partt&Whitney que lo impulsaban, seguro de que nada anormal en el pasaba, cruzaba datos de una planilla a otra y de un documento de Word a otro, tratando de seguirle la historia a nuestro avión que llevaba en ese momento el número LV-670. Para hacer ese seguimiento se necesitaban algunos datos importantes, que Máximo me había dado la semana anterior y que no eran otros que los números de serie, de motor y de fabricación del aparato, consistentes en fecha y hora de salida de montaje.

El vuelo estaba nivelado y lo veía a Ricardo sereno y tranquilo, controlar los instrumentos, con una regularidad de manual, alternando entre ellos, el horizonte artificial y el parabrisas, cosa que me hacía ver que el controlaba también el horizonte real.

Contrario al reglamento de la empresa, pero habitual en la cabina del Cuervo, reencendí el cigarro y disfrutaba del humo, cuyas vetas achocolatadas se me pegaba con mucha suavidad en el paladar, mientras seguía en la historia, desde adelante para atrás el periplo de los motores del avión, que habían sido cambiados en infinidad de veces. En ese momento, eran los originales… con los que había salido el avión de la Fairchild, pero se los habían cambiado en varias ocasiones. Mayormente lo que siempre se hacía era alquilarlos, estando solo con el avión, al momento de salir de la fábrica luego, mientras el fuselaje quedó en Saigón, Vietnam, uno de los motores fue para Da Nang y el otro quedó junto al avión, que jamás despegó durante la guerra de Vietnam. Luego el avión quedó abandonado, cuando los americanos se retiraron y apareció en Lisboa, sin que se supiera mucho más. El motor que había quedado separado fue a dar a otro C-123, que prestaba servicios para una línea aérea de carga en Tailandia, mientras que el otro estuvo en un barco abandonado. No eran cosas que me llamaran la atención, ya que siempre en aviones que participaban en conflictos pasaban cosas como esas, más que nada, eran producto de la piratería o vandalismo… o quizá alguno que supuso podría sacarle provecho, pero que la darse cuenta que nadie quiere un avión viejo y sin motores los dejan tirados y como esas máquinas eran nobles y no tenían comparación… bueno, las buscaban las rearmaban las acondicionaban y las mandaban de nuevo a escena.

Pero grata fue mi sorpresa al saber que ese avión había formado parte de las filas de los de la ONU… y directamente pensé que estaba soñando… cuando me dí cuenta que yo lo había tenido a cargo.

El avión completo había estado en Marruecos, en el mismo momento que yo estuve y de a poco la memoria se me fue aclarando y hasta recordaba las circunstancias en que me hice cargo.

Yo había estado peleando por conseguir un C-119 que estaba varado junto a ese y no me lo querían dar… jamás supe porque. A cambio me dijeron que si quería… que me daban el “viejo”, como le decían al que luego y en Argentina le pondríamos el Cuervo y que lo usara como más quisiera. No me gustó de entrada… pero al subirme… al sentarme en la cabina, algo sucia y cuyos plexiglás del techo estaban recalentados, despidiendo su característico olor agrio… me dí cuenta que algo había entre nosotros dos. Desde ese día y durante los diez años de mi primera vez en la ONU… no nos separamos y ahora, casi doce años después… volvíamos a estar juntos.

Cuando levanto la vista para verlo a Ricardo y contarle la novedad… veo que estaba algo blanco y no controlaba los instrumentos, sino que veía para afuera, por las ventanillas de su lado.

Decir que el estaba realmente blanco… en Ricardo, es decir que estaba totalmente asustado, ya que tenía la tez algo trigueña… eso sin tener en cuenta el gesto de terror en si. Los ojos abiertos casi al punto del desorbitamiento, la piel perlada, del sudor frío y el temblequeo que, en vano, intentaba controlar - Ricardo… que te pasa?.- le pregunté intrigado y el me miró. - Boludo… te estoy llamando hace diez minutos…- susurró y miró para afuera. Me quedé mirándolo y de repente sentí como se enfriaba el ambiente en la cabina. - Ricardo… estás bien?- le pregunto y el lentamente girala cabeza y balbucea algo, que no entendí.

Dejé la netbook en el piso, sobre mi izquierda y me estiré, para ver lo que a el lo tenía mal.

Eran tres luces que parecían estar a unos diez kilómetros de nosotros, separadas entre si y que flotaban de manera tranquila y apacible, de hecho, parecía que fuesen estrellas, de no ser por lo grande que eran. En realidad no eran nada del otro mundo, así que…

- Ricardo… no te pongas así por tres luces de mier…- - Mira!!.- me frenó y ahí si, reconozco que me sobresalté. La luces empezaron a titilar, primero a destiempo y luego tomaron un ritmo, que se fue tornando vertiginoso, hasta que parecieron ponerse de acuerdo y lograr encenderse y apagarse las tres al mismo tiempo.

Me di vuelta y mire los instrumentos, tratando de descubrir si alguno estaba efectuando un efecto de reflejo… pero no, las luces de la cabina estaban bien, encendidas y sin titilar. Miré hacia afuera y en ese momento teníamos la luna exactamente a nuestras doce, es decir enfrente y arriba, iluminando toda la tierra. Se podían ver bien, de mi lado… sobre estribor, las arboledas y todo accidente geográfico, que se pudiera apreciar desde los 3500 metros, altura a la que estábamos… pero algo raro pasaba, por que la claridad que el suelo me devolvía… hacia el lado de babor, donde estaba Ricardo, no existía.

Miré, instintivamente la semi ala izquierda y podía ver como la luna se reflejaba en el ala… en la góndola del motor y en destellos constantes y regulares, que devolvían las aspas… pero cuando veo a la otra semi ala… no veo nada, como que la energía era absorbida por esas tres luces.

- Que mierda pasa?...- susurré y el me volvió a cortar.

- Mira!!... mira!!.- las luces seguían a la misma distancia y con su titilar rítmico.- … es código morse!.- agregó.

- Como?.- retruqué intrigado y acercándome a el.

Podía sentir como temblaba y como se le entrecortaba la respiración. - Sabés código morse?.- me preguntó, sin quitarles la vista y con vos temblorosa. - Si ricard…- - Fijate que dicen.- volvió a cortarme. Fije la vista y traté de recordar las secuencias. Luego de unos segundos, cuando los puntos y las barras que forman parte del código volvieron a mi memoria… se me tensionó todo el cuerpo a traducir mentalmente lo que querían comunicar…

- Sabés lo que dicen?...- preguntó por lo bajo. - Si.- contesté de igual modo. - Sabés lo que dicen?.- repitió con la voz más fuerte. - Si… - Sabés lo que dicen!!?.- insistió de un grito. - Si… si…- largúe yo con voz de mando. El se dio vuelta y me miró, por sobre su hombro izquierdo, aterrado… - Que dicen… a ver si yo interpreté lo mismo?.- se le aflautó la voz del miedo. No era para menos… yo sentía un escalofrió espeluznante al recordar como hilaba los ciclos de esas luces… ese parpadear que me pareció en un momento estúpido que el le prestara tanta atención y se asustara tanto… pero no era para menos… realmente… no era para menos…

- Que dicen?...- insistió por lo bajo. Lo miré fijo y serio… no quería decirle, pero su gesto era desconcertante… como que quería y no, al mismo tiempo saber.

- Hola Ricardo…- dio un respingo asustado.-… dicen hola Ricardo.- El aire en la cabina estaba tan denso como helado, mientras los dos nos mirábamos y el estaba más blanco, sus ojos más desorbitados y transpiraba copiosamente. Cuando volvimos a ver… las luces ya no estaban y la luna se reflejaba sobre la tierra con una fuerza increíble.

Sin entender… miró hacia afuera y luego volvió a mirarme a mi, con un gesto desconcertante que me obligó a mandarlo a dormir un rato, para que se calmara más que nada. Entendí que no iba a pegar un ojo… pero cuando lo escuché roncar… la verdad me sorprendió.

Decir que durante mi carrera como piloto no había visto nada por el estilo… era simplemente ser un mentiroso. Durante más de 20 años de vuelo vi luces en cielo, que estaban en lugares y con actitudes que más que sospechosas… eran increíbles o irracionales, como aquella vez sobre Kosovo que en pleno enfrentamiento nocturno una luz roja y ovalada, merodeo alrededor de nuestro helicóptero… nos siguió y luego desapareció, con rumbo a Rusia.

Pero si fue la primera vez que experimenté un contacto como ese, en el que… fuera lo que fuera que estaba allá… a la distancia, en perfecto código Morse saluda a un miembro de la tripulación… eso si era raro.

Pero en los minutos posteriores lo que más me preocupaba era como lo tomaría Ricardo. Yo estaba seguro que tampoco era su primer avistamiento, pero al igual que yo… si la primera confirmación de que lo que vimos… era un ovni. Era innecesario y estúpido ponerse a buscar la razón a algo así.

En el ambiente, cuando se ve cierta anormalidad, como esa, se busca cualquier lógica posible, aunque suene irrisoria pero jamás… jamás se dice que se vió un ovni, por más que el mismo se haya acercado… viste al marciano a los ojos a través de las ventanillas y este te haya hablado en tu idioma… no, nunca un piloto debe decir eso, sino adjudicar las cosas a ciertos fenómenos meteorológicos, que pudieran ser más ridículos todavía que decir la verdad… pero no mencionás la palabra ovni, porque te señalan como loco y eso no te lo quitas de encima.

Si alguien quiere una razón lógica del porque de la catalogación, por parte de los colegas?... la única respuesta que se da es… tómalo o déjalo, es así y punto. Pero no fue eso todo… lo que me hizo dudar de mi cordura… de creer que me había quedado dormido mientras hacía el seguimiento de la historia del Cuervo y que había soñado todo, despertándome en un punto en donde realidad y fantasía estaban muy bien amalgamadas… fue ver a mi segundo aparecer, saludarme, mientras se sentaba y mirarme con una cara en donde la sonrisa amena y la mirada compañera reinaban y podría decirse… que brindaban paz.

Seguimos volando hasta San Luis y volvimos, sin que el tema fuera mencionado, lo que definitivamente me convenció de que todo había sido un sueño. Al otro día, el martes, íbamos para Mendoza, llevando misiles, de esos que utilizan en los viñedos para hacer llover.

Como de costumbre el despegue había sido rutinario y el vuelo lo fue más, sin que mediara ningún tipo de novedad… o anomalía… definitivamente la noche anterior había tenido un sueño muy intenso y profundo que me había jugado una mala pasada. Al volver, Ricardo había despegado y me había pasado, porque acusaba dolor de cabeza, con lo que se fue a la bahía de carga, en donde teníamos un catre, justo a la bajada de la escalera. El mismo lo habíamos comprado en una venta de resabios militares y lo escondíamos junto a la rueda delantero del tren de aterrizaje… aunque era algo que todos hacían y conocían… digamos un secreto a voces que todas las tripulaciones, de ambos turnos, tenían siempre uno a mano.

En fin… me encontraba yo en la cabina del Cuervo, solo y en la penumbra que las luces de los controles otorgaban, controlando velocidad del viento, altitud y horizonte artificial… más allá de ver al exterior, el paisaje lúgubre que la luna me ofrecía con su lechosa claridad, iluminando la tierra, permitiéndome al mismo tiempo ver el horizonte real… nada que no fuera algo rutinario.

Reencendí mi cigarro, apagado momentos antes de subirme en Mendoza y sí una larga pitada, largando luego el humo en donde las luces de los controles reflejaban siluetas inquietas que se deformaban y desaparecían tan rápido… que me hizo pensar en el encuentro con Ana… algo deformado y de corta vida.

Fue ahí donde me puse a pensar seriamente que haría con mi vida.

Ya me había casado y me había divorciado… así que no volvería a repetir el mismo error de convivir con una mujer. Tenía mi vida planteada en función de mi trabajo y además… mis cosas como yo las quería, así que no tenía intenciones de que tener que pelear o discutir porque alguien quiera cambiarlas… eso por un lado.

Pero tampoco podía ser tan cerrado y obtuso de tratar de imponer mi posición… por más justificada o bien planteada que estuviera. Me concentraba el en las formas plateadas de los árboles… caminos y perfectas figuras geométricas, que yo veía desde los 4500 metros de altura… que también se veían insignificantes en contraste con la magnitud de todo el suelo y me dí cuenta que probablemente estuviera siendo víctima de la exageración al creer que cualquier mujer con la que intentara salir… tendría si o si que intervenir tanto en mi vida… que quisiera cambiarme.

Era cierto que me conocería como piloto de una empresa de transporte, en un turno donde, por lo general la gente se divierte… teniendo en cuenta que “divierte”, abarca desde dormir… hasta salir con amigos o con alguna mujer con la que luego… bueno, en fin… me conocería así y si le caía bien todo… porque tendría que querer cambiarme?. Sería así la cosa… que todas quieren que uno se acerque a su perfección, metiéndose y controlándo tu vida?... o solo eran conjeturas que hacía yo, basadas en mi única experiencia matrimonial?.

De repente… como si hubiese sido dibujada por la naturaleza, una nube bañada por la luz de la luna, reflejaba las formas perfectas del rostro de una mujer. Supuse que sería una casualidad y no una señal de algo… porque en realidad yo necesitaba que fuera así. No quería creer que eso fuera sino el producto de mi imaginación. Estaba observándola cuando veo a babor… tres reflejos de luz… algo más abajo mío y a unos diez kilómetros. En principio el cuerpo se me tensionó y todo lo que había vivido la noche anterior, pasó como un flash, ante mis ojos. Pero cuando veo bien… noto que no eran tan intensas… que estaban como apoyadas en unas nubes y que no eran otra cosa… que reflejos de luces de reflectores seguidores… de esos que se utilizan en las inauguraciones o grandes fiestas.

Me estiro un poco para confirmarlo y veo el origen, mucho más abajo y muy lejano, con lo que concluí el tema, dejando escapar un suspiro de insatisfacción con la seria sospecha de que eso fuera lo que había causado el avistamiento en la noche anterior. Estaba yo, estirado sobre el asiento de Ricardo, mirando por las ventanillas de babor y al sentarme y volver a insuflar aire de manera insuficiente… miró a mi izquierda… a babor y veo la luna que era fiel y mudo testigo de mis pensamientos más bajos, relacionados con quién estaba a cargo de los reflectores. Volví a mis pensamientos, acompañado del ronronear de los Pratt&Whitney y me reí de solo pensar lo estúpido de insultar a alguien que no conocía, cuando vuelvo a mirar la luna.

La respiración se me cortó por un segundo y no escuchaba nada en la cabina. La temperatura pareció descender unos grados y un escalofrío me recorrió, de nuevo, por toda la columna vertebral… del centro mismo de la luna… se desprendían tres luces y se colocaban, una al lado de la otra, junto a esta última. Se las veía más grandes… pero deduje que estaban más cerca… como a cinco kilómetros y, a diferencia de la noche anterior… comenzaron a titilar al mismo tiempo y de manera sincronizada.

Instintivamente miré los controles… pero todo parecía normal. Lo que más me preocupaba era que el horizonte artificial y el real, como la velocidad del aire no sufrieran ningún tipo de anomalía.

Volví a mirar a las luces… que empezaron a emitir en código Morse… “Hola Alejandro”. Más allá dela situación… de estar volando solo… en la cabina, cuyo calor había desaparecido y mi aliento mostraba signos de condensación que se mezclaban con el humo del cigarro… no tenía miedo.

No había reaccionado, como lo había hecho Ricardo la noche anterior y si bien no estaba contento… no tenía esa sensación de pánico, poco común en mi, pero que no especulaba con que alguna vez no la dejara ver. Volví a cotejar las mismas cosas que la noche previa… los reflejos de la luna del lado de babor sobre las superficies metálicas y en el suelo… sobre árboles y demás accidentes… mismos que sobre estribor, debajo de mí no se evidenciaban, mientras las luces que parecían convivir en la oscuridad total… seguían saludándome. De repente… el ritmo cambio… se hizo más lento y la secuencia de diferente. Estaban diciendo otra cosa… una sola palabra, en otro idioma que no me resultaba ajena… pero que logró ponerme los pelos de punta por un segundo y luego un calor me abrazó levemente, en donde vería más tarde, tenía los tatuajes hechos por el Omán Touareg. “K´fir”… eso eran lo que me decían.

K´fir… león del desierto o como lo traducen otras subculturas o clanes de las antiguas familias árabes… espíritu del desierto.

Así era como me decían a mi, en la profundidad de los desiertos de medio oriente, todo aquel que no fuera occidental, siendo tratado como un semi dios. Era, práticamente un mito viviente que pasaba de relato en relato… de generación en generación y si bien, nadie me conocía… todos sabían de la historia de como fue que el K´fir se presentó y salvó a la elegida de la rama de los touregs, que fuera luego santificada por su propia religión.

Fue ahí… en ese momento, donde recordé parte de mi letargo vivido hacía tiempo ya, en el desierto de MuhabarDak, cuando el Omán, me miró a los ojos y solo atinó a decir, en su dialecto, lo que traducido al castellano es algo así como… “mi misión ya está cumplida… he dotado al K´fir de protección”… luego murió.

Recordé eso mirando las luces parpadear y fue al segundo después de decir en voz alta, lo que ellas me transmitían… durante un pestaneo de mis ojos, que desparecieron. Fue cosa que yo diga “K´fir”… para que no estuvieran más en el cielo. Acto seguido… la temperatura volvió a ser agradable, se podía ver todo lo que era bañado por la luz de la luna… el humo y el aliento ya no se mezclaban con tanta evidencia y yo… yo tenía una sensación de paz increíble.

Seguimos el vuelo, Ricardo apareció unos minutos antes de aterrizar y cada cuál se fue a su casa, sin que yo hiciera comentario alguno.

Las otras dos noches subsiguientes, mientras volábamos a San Juan y en uno de los vuelo para contrabandear… fuimos escoltados por las tres luces constantemente. Lo único que hacían era alternar la posición entre babor y estribor, pero jamás dejaron de estar, con la única salvedad que no titilaban, salvo para repetir lo mismo que nos habían dicho.

Era como que estaban para que nosotros nos acostumbráramos a ellas, cosa que terminamos haciendo.

El sábado me acuerdo que fue un día realmente asqueroso. Frío, húmedo y con el cielo totalmente gris… un día perfecto para estar en casa… de querer estar, cosa que yo no tenía ganas de hacer… porque me sentía con unas terribles ganas de salir a caminar por la calle Florida, cosa que hice.

Sin un destino claro, la recorrí dos veces, desde Plaza San Martín hasta Diagonal Sur, tratando de dilucidar porque no iba para donde a mi más me gustaba, que era la zona de Corrientes, entre Cerrito y Callao.

Supongo que debo de haber visto casi todas las vidrieras de los negocios que me resultaban más interesantes, léase electrónica y cueros, como así también la vidriera de Musimundo que, por esos días estaba en franca adquisición por parte de la red Megatone. También ví las vidrieras de perfumerías, donde no me decidí por la compra de ningún perfume en particular… porque todos me gustaban.

En fin… no sabía porque estaba caminando tan a la deriva y eso me dio hambre, con el consecuente resultado de hacer… otra cosa que me sorprendió… ir a comer al Mc Donald´s de Corrientes y Florida.

Nunca iba a ese tipo de locales, ya que lo asociaba con muchos chicos y padres divorciados… como que era ahí donde se intercambian rehenes por dinero… o más dulcemente… donde los padres o madres, que tenían a los chicos durante toda la semana, pasan a tener un día y medio o dos de rejuvenecida soltería, mientras que los otros… hacen lo mejor que pueden para cumplir con su función.

Esa era la sensación que a mi me daba, falsa por cierto, al menos en ese local, ya que había bastante poca gente o al menos eso me parecía, en virtud del tamaño del mismo. Estaba sentado en el primer piso, cerca de los baños, comiendo una de esas hamburguesas que tienen de todo… pero bastante poco de todo lo que tienen, con la mirada perdida, tratando de hilar o, mejor dicho, de asociar si esa caminata tenía algo que ver con los avistamientos que tuvimos, cuando noto que alguien se para frente a mi. Ni se me cruzó por la cabeza levantar la vista y ver quién era… solo… seguí en mi mundo.

Sea quién hubiera sido, fue para el lado del baño y luego volvió a pararse en el mismo lugar. Para mi era una mancha oscura y sin forma, que no me tapaba nada… ni me sacaba de mi limbo, entre emocional y psicológico.

De repente… desapareció y lo único que me hizo notarlo… fue precisamente la falta de esa mancha. Luego alguien me pidió permiso para poder pasar, ya que estaba sentado sobre un sillón largo, que servía de asiento para varias mesas y de la manera que estaba yo acomodado… no dejaba pasar a nadie.