Sección 13: Los Señores Lobo
“¿Creen que hemos terminado? ¡Somos los Lobos! ¡Los Lobos del Emperador! ¡De Russ! ¿Creen que han ganado? No estoy de acuerdo”.Presunto mensaje voz del Señor Lobo Ethelred, desde el crucero de batalla ‘Fenritch’, antes de abordar la nave demonio Horriblix.
La Segunda Era de los Conflictos afectó de forma diferente a cada Capítulo de Marines Espaciales. Algunos descendieron a la barbarie por la desesperación, otros se resquebrajaron en facciones de combatientes. Algunos, como los Puños Imperiales, decidido esperar a la abominación (como se vislumbrará posteriormente). Algunos se perdieron en su propia locura.
Los Lobos eran diferentes. Durante el indescriptible genocidio del Nuevo Devorador, los Lobos Espaciales se dividieron en sus respectivas compañías, y fueron desperdigados a cada esquina del Imperio, pues cada Gran Compañía era auto-suficiente, de tal forma que pudieron funcionar en su estado fracturado. Logan Grimnar, el Gran Lobo durante el período temprano, le dio a sus lobos un simple mensaje:
“¡Buena caza! Hagan de sus actos algo glorioso y legendario. Mueran bien, mis hermanos. ¡Mueran bien!”.
Así, cuando el Devorador se desvaneció, y el Emperador murió, llevando al Imperio al caos total, los Lobos Espaciales cumplieron con sus instrucciones.
Cada Señor Lobo de las doce Grandes Compañías era legendario. Sin embargo, el espacio es limitado, y solo algunas de sus hazañas pueden ser detalladas adecuadamente. Las demás están documentadas en otros lugares.
Ethelred (conocido como ‘El Triturador’), se deleitó en Fenris luego de la muerte del Emperador. Pues ahora era el Señor Lobo a cargo de defender el reino contra el colapso. Él zarpó desde Fenris, flanqueado por su flota de buques de guerra, y viajó a cada mundo al alcance. Allá donde los mundos descendían en la anarquía, sus lobos reprimían la rebelión. Allá donde los xenos encabritaban sus horribles rostros, Ethelred los aplastaba. A menudo, cuando caía un mundo, el Señor Lobo desafiaba a sus líderes a un duelo de honor, marchando solo, envainando solo su gran maza. A menudo, un mundo se rendía, en lugar de correr el riesgo de morir en su mano.
Esta desesperada defensa de un Imperio repentinamente desamparado continuó por varios siglos. Demonios, monstruos y alienígenas asaltaban constantemente a los lobos, desde todas direcciones. En ocasiones, los suministros se agotaban, y muchas veces, el Señor Lobo ordenaba desbaratar mundos productores de munición, aunque, desafortunadamente, a menudo esto acababa en carnicerías, debido a la mano dura de los Lobos.
Aún así, incluso aunque varios millones murieran en las inacabables guerras de este período, los Lobos se las arreglaban para reunir a las pocas tropas Imperiales en el sector que rodeaba directamente el planeta natal de los Lobos Espaciales, instándolos a luchar por su honor. Por un breve instante, la esperanza brilló de nuevo.
Por supuesto, para entonces, el Imperio Occidental del Caos comenzaba a avanzar hacia el este, como una vil plaga. Desde el Imperio del Caos surgieron dos ejércitos titánicos. Uno estaba liderado por Abaddón, mientras el segundo lo estaba por el Príncipe Demonio Lothar,y el Hermano Lobo Traidor Tosdak.
Sin comunicación astropática, Ethelred no podía determinar a cuál fuerza atacar primero, o desde dónde. No se atrevió a dividir a sus fuerzas, pues incluso sus 150 lobos, respaldados por cientos de miles de humanos, serían horredamente superados por incluso uno de los ejércitos del Caos.
En el 200.M43, el Príncipe Demonio atacó. La bestia lideró a sus fuerzas a través de los planetas septentrionales del frágil Imperio Fenrisiano, matando y descuartizando a incontables millones, mientras saqueaba sistemas enteros. Al informarse por sus Sacerdotes Rúnicos, Ethelred llevó a sus fuerzas al norte, a combatir contra la amenaza demoníaca, y fue en el mundo de Stinling donde Ethelred entabló combate con los demonios. Las fuerzas no esperaban que los Lobos llegaran tan rápido, así, el Señor Lobo hizo un ataque sorpresa sobre la infestada capital. La batalla fue feroz. Hermanos Lobo caídos, Cadianos Oscuros ‘Despojados’ y Legionarios Negros batallaron contra los frenéticos Lobos, y sus guerreros humanos aliados. La sangre se mezcló con la ceniza gris, y la suciedad enlodó el planeta, pues extremidades fueron cortadas, venas fueron perforadas, y el hombre asesinó al hombre en un imprudente abandono. Muchas fueron las leyendas asociadas con la batalla.
Sobre el puente que daba a la ciudad, un delirante Bersérker de Khorne bloqueó el paso. Sus alabardas gemelas eran un torbellino giratorio de muerte con dientes de sierra. Eventualmente, fue asesinado por un audaz Garra Sangrienta, que trepó por debajo del puente. Escabulléndose como un escarabajo, el Garra Sangrienta logró hundir su espada sierra hacia arriba, cortando a través de ambos tendones de Aquiles del Bersérker. Mientras caía, el Sacerdote Lobo Jalmere cargó hacia adelante, y decapitó al monstruo de un solo tajo con su espada.
Posteriormente, Ethelred lucho contra el mismo Lothar. La vil bestia era tres veces más alto que un hombre, y brotaba de él un enorme y retorcido aspecto de lobo, a modo de burla para los Lobos Espaciales. Ethelred y sus Colmillos Largos combatieron contra la bestia. Mientras él dirigía su maza hacia el demonio, sus Colmillos Largos disparaban sus armas pesadas, previniendo que el demonio contraatacara al Señor Lobo. Eventualmente, Ethelred logró agazaparse entre las garras del demonio, y dirigió su maza directamente hacia su espina dorsal, destrozándola. La horrible abominación luchó, peleando con Ethelred, y casi arrancándole la garganta con sus colmillos demoníacos. Ethelred se desconcertó, y la lucha parecía abandonar sus ojos.
Tosdak observaba, como su hermano genético luchaba con el Príncipe Demonio-lobo. Miró a su antiguo camarada ensangrentado, con su armadura hecha pedazos y su cuerpo siendo cortado por garras etéreas. No pudo seguir mirando.
Con un aullido poderoso y bestial, Tosdak cargó a la refriega, y hundió su lanza etérea directamente a través del corrupto corazón negro del Príncipe Demonio. Mientras gruñía de agonía, Lothar dio un monstruoso golpe al Hermano Lobo, decapitando al Astartes traidor. Sin embargo, Tosdak había matado al Príncipe Demonio, y ambas partes lo sabían. Ethelred tomó su mazo, empuñó su bólter, y atacó a la bestia, pulverizando su estancada carne con su maza de lobo.
No obstante, aunque se haya disuelto en la disformidad, Lothar rió vilmente. Él solo era la distracción, y Ethelred se dio cuenta demasiado tarde. Fenris era el objetivo real. Siempre lo fue.
Se dirigió a toda velocidad hacia Fenris. Sin embargo, Abaddón ya estaba allí. El Poderoso Bjorn había caído, asesinado por el cobarde Abaddón, quien lo pulverizó desde la órbita, junto con el resto de su fuerza defensora. Ethelred, aullando maldiciones, asaltó inmediatamente a las fuerzas del Caos. Tomó lugar otra sangrienta y brutal batalla, sobre los escombros de la misma Fenris. Los agotados y afligidos Lobos lucharon como dioses de leyenda, y trozaron su camino entre la gran marea de inmundicia caótica, hacia Abaddón. Había muerte en los ojos del Viejo Lobo.
Un arrasador chamuscó su armadura con fuego y ráfagas de fusión, pero él siguió adelante, despedazando todo a su paso con su maza y su Espada Gélida. Una Callidus corrupta se lanzó adelante, ensartando dardos venenosos en su carne, y cortando en sus extremidades con ataques perfectamente asesinos. Aunque su sangre hervía con veneno, y sus extremidades estuvieran mutiladas, siguió luchando, a la vez que avanzaba. Voltan el Príncipe Taurino, un gran Señor del Caos, cargó contra él, y fue descuartizado en la furia salvaje del Lobo Espacial, quien le arrancó la garganta con sus largos colmillos.
Eventualmente, alcanzó a Abaddón, y se unió a la batalla. Se lanzó sobre el Señor del Imperio del Caos. Frenesí bestial luchó contra fuerza demoníaca, y las dos fuerzas se detuvieron un momento, mientras se iniciaba la batalla entre los dos combatientes. Sin embargo, Abaddón le alcanzó con su Garra, la cual cerró alrededor de la garganta del Señor Lobo. Abaddón sonrió con malvado deleite, al imitar el asesinato de su padre genético a manos de su hermano, y el recuerdo le llenó de júbilo. Ethelred se hundió de rodillas, asfixiándose y farfullando por aire que ya no vendría. En un último y desafiante golpe, balanceó su Espada Gélida contra su oponente, golpeándolo en la cara. Los colmillos de la hoja crujieron, atravesaron la piel y la carne, desgarrando la mitad del rostro de Abaddón de su corrupto cráneo. Aulló de agonía, y arrancó el brazo del Señor Lobo con su espada demoníaca, antes de hundirla en su cuerpo. Entonces, y solo entonces, Ethelred murió, su alma quemada por infernales energías.
Aún así, inspirados por su ejemplo, los Lobos se lanzaron sobre las fuerzas del Caos, llevándose una horrenda cantidad de bajas en las fuerzas del Imperio del Caos. Aunque murieron a manos de un hombre, los Lobos Espaciales de la Gran Compañía de Ethelred destruyeron a doce millones de soldados enemigos. Tan agotadas estaban las fuerzas del Caos, que Abaddón debió retirarse a sus propias tierras, para reponer sus números.
Así, el sacrificio de los Lobos de Ethelred permitió la sobrevivencia de Fenris, y el último sobreviviente, el audaz Garra Sangrienta que ayudó a matar al bersérker, mantuvo a la desmoralizada población humana del Imperio Fenrisiano viva, desplazándose entre cada mundo, contando las sagas de los antiguos Lobos Espaciales. Su sacrificio salvó al Imperio Fenrisiano del colapso.
Grimnar, luego de la muerte del Emperador, ya estaba liderando a su Gran Compañía contra el Nuevo Devorador, y apenas había sobrevivido a la horrible horda. Aunque el Nuevo Devorador se había ido, los Lobos Espaciales de su compañía se habían reducido a tan solo cincuenta marines. Decidió, sin embargo, que iba a realizar grandes hazañas, dignas de las más grandes de las canciones. Así, su flota se fue a otra gran cacería. Cuando su flota se arrojó al vacío, se volvió evidente que estaban muy lejos del Imperio. Su Navegante se había perdido, afirmando que la luz del Emperador se había ido (Grimnar casi lo mata por sugerir esto), y que ya no podían hacerse más mapas. Cada mundo que encontraban, mientras realizaban saltos cortos disformes entre sistemas, estaba lleno de demonios y monstruos, gobernados por horribles bestias alienígenas, o completamente desiertos, limpiados por el Gran Devorador. Aquellas fuerzas a las que combatían eran asesinadas con gran furia. Aquellas demasiado poderosas para su flota, eran dejadas allí, aunque Grimnar prometió que les encontraría en su momento, otro día, y entonces les mataría.
Sin embargo, un mundo no pudo ser dejado solo: La aberrante Biblioteca de Coine. Los aterrorizados comerciantes y acobardadas embarcaciones humanas, capturadas por los lobos, afirmaron que se estaba investigando un conocimiento prohibido y obsceno sobre el mundo, y que estaban construyendo enormes bibliotecas en toda su superficie. Un hombre elocuente, que se hacía llamar Mephet, incluso dijo a los lobos que conocía cómo llegar al planeta, y los llevó allí. Grimnar sabía quién gobernaba Coine, incluso antes de entrar al sistema, seis meses antes. Las espiras de cristal, las enormes bibliotecas. Los centinelas dorados y azules, custodiando cada biblioteca-templo. Los Mil Hijos aún vivían. El Gran Lobo no perdonaría a estos antiguos Traidores.
Así, los Lobos Espaciales, luego de un bombardeo a las ciudades de cristal de Coine, aterrizaron con gran furia. Cuando llegaron a tierra, se dieron cuenta de algo terrible. Entre las destrozadas torres de cristal, se alzaron otras enormes de metal, brillando con verdaderas llamas internas. El mismo suelo de Coine era duro y de plata, cubierto de glifos y símbolos complejos.
En órbita, la risa burlona de Mephet hacía eco a través de cada canal de vox. Pues Coine no era el dominio de los Mil Hijos, sino que tenía un patrón bastante más poderoso. Coine era una trampa, para enredar a los Lobos Espaciales. Cuando el Embaucador destruyó los Cruceros de Batalla y naves de combate, usando sus poderosas naves argénteas que entraron inmediatamente al sistema, ofreció sus términos. Él quería a Grimnar y a sus marines vivos. La leyenda no nos dice qué deseaba el Dios Estelar. Algunos afirman que quería a Morkai, el hacha, para un macabro ritual. Otros dicen que había algo en la sangre de los Lobos Espaciales que esta abominación dorada apetecía. Algunas teorías, bastante más descabelladas y extravagantes, afirman que el Embaucador deseaba utilizar a los Lobos como carnada, para atrapar al hechicero Ahriman, y así los C’Tan pudieran obtener acceso a la Telaraña, y luego enfrentarse a Cegorach directamente. ¿Quién sabe? Todo lo que sabemos es que Grimnar, honorable como siempre fue, se rehusó, escupió en desafío, y puso su estandarte sobre el suelo metálico de Coine. No cedería.
Durante meses, los Necrones asaltaron a los lobos, y cada vez eran repelidos, a un terrible costo. Para el cuarto mes de la guerra, solo vivían veinte marines, dirigidos por el cada ves más enloquecido y cansado Grimnar. Cada muerte era como un golpe personal para el Viejo Lobo, y cada vez, perdía un poco de su mente. Luego de cada batalla, el Embaucador podía hablar psíquicamente con él, y ofrecerle su liberación, solo si cedía ante las exigencias del Embaucador. Cada vez, triste y con la vista nublada, él maldecía al Dios Estelar, y se negaba.
Ya para el mes final, los Lobos se introdujeron en una de las torres funerarias de plata, luchando desesperadamente contra oleadas de máquinas letales e inmortales. Cada vez que una de ellas moría, se levantaban y se reparaban otra vez. Solo las pocas armas de plasma que quedaban podían abatir a los centinelas de plata, haciendo que se desvanecieran de vista. Pareciera que los cinco Lobos Espaciales serían totalmente aniquilados por las hordas del Embaucador, cuando la ayuda se presentó desde el lugar menos bienvenido.
Dentro de la fría y oscura cámara, una gran desgarro de fuego rompió el aire, y desde el ardiente caos, salieron tres marines. Dos vestían de gris, sus servoarmaduras impolutas, con cada afiliación a algún capítulo cuidadosamente quitada. Estaban en silencio, con bólteres cruzando sus pechos. El tercer marine era diferente, y erizó los cabellos de los Lobos Espaciales, mientras gruñían ferozmente al recién llegado. Pues, delante de ellos, estaba un marine ataviado con los colores de los Ángeles Oscuros, los antiguos rivales de los lobos de Russ. Las pistolas gemelas del marine estaban enfundadas, y sus manos estaban levantadas de manera apaciguadora. Grimnar gruñó, rebajando al Ángel Oscuro. Él respondió con calma, ofreciéndole a los Lobos un pasaje desde el mundo. Todo lo que debían hacer era atravesar el portal. Después de mucho pensar, aceptaron a regañadientes. Sin embargo, antes que pudieran irse, los Necrones comenzaron a reanimarse de la nada, con sus armas azures resquebrando energías infernales. Heroicamente, Grimanr ordenó que sus lobos atravesaran el portal, mientras él contenía a los Necrones. Mientras se iban, Grimnar entregó a Morkai a su segundo al mando, el Colmillo Largo Brynisson, y éste le entregó su Espada Gélida a cambio.
“La querré de vuelta”, fueron las últimas palabras conocidas de Logan Grimnar, antes de cargar, solo, con la horda de plata, gritando maldiciones y juramentos.
Nadie sabe qué le pasó a él, pues nunca más se le volvió a ver. Todos los Lobos Espaciales saben que él, sin duda, causó un gran número de bajas contra sus odiados enemigos. Algunos dicen que luchó contra el mismo Embaucador, pero nadie puede estar seguro. Sin importar esto, su balada es cantada por los varios grupos pequeños y asediados de resistencia Lobo Espacial por la galaxia hasta hoy.
Por supuesto, estas son solo algunas de las hazañas de las Grandes Compañías. Las sagas de Ragnar Melena Negra, la carga final del Señor Lobo Vostor, la temida 13° Compañía, y todas las demás, quienes tenían sus propios cuentos de honor y sacrificio, cada fuerza luchando desesperadamente en la última esperanza moribunda de un cadáver ya supurante. Los Lobos Espaciales, desperdigados por toda la galaxia, sabían que morirían con seguridad. Sin embargo, no caerían tranquilamente en el olvido. ¡Lucharían, pues ellos eran los sabuesos del Emperador! ¡De Russ!