Llevo viviendo unos meses en un nuevo pueblo por motivos de trabajo. Enfrente de mi casa, hay una antigua vivienda cerrada, con un cartel que prohíbe la entrada. Intrigado, pregunté a un vecino, quien me reveló una historia escalofriante sobre un antiguo habitante del pueblo llamado Pedro. Os cuento la historia sobre Pedro y la casa abandonada.
Pedro y su pareja estaban en la cama. Mientras ella dormía profundamente, él se encontraba inquieto, incapaz de conciliar el sueño. En medio de la noche, un extraño ruido procedente de la habitación contigua captó su atención. Era un sonido constante, pero indescriptible. Decidió investigar y, al abrir la puerta, se encontró con una cuna que se mecía sola. Sorprendido y confundido, encendió la luz, pero la habitación estaba vacía. Convenciéndose de que había sido una alucinación, Pedro regresó a la cama, intentando olvidar lo sucedido.
La noche siguiente, mientras su mujer seguía dormida, los ruidos de la habitación vecina volvieron a perturbarlo. Esta vez, al acercarse, escuchó el llanto de un bebé. Al encender la luz, descubrió algo aún más aterrador: las paredes estaban cubiertas de escritura que parecía sangre. Después de aquel macabro hallazgo, todo volvió a la normalidad, como si nada hubiera ocurrido.
En la tercera noche, Pedro se encontraba especialmente ansioso, incapaz de dejar de pensar en los inquietantes eventos de la habitación contigua. Después de un rato, un llanto rompió el silencio de la noche, pero esta vez, provenía de su propia esposa. Al acercarse a ella, le preguntó qué le sucedía. Entre sollozos, ella le reveló que estaba embarazada y había decidido abortar, confesando que desde entonces, no había encontrado paz.
Tras la confesión de su pareja, Pedro se sintió abrumado por un torbellino de emociones. Esa noche, decidió quedarse despierto, vigilando la habitación contigua. Cuando el llanto del bebé comenzó de nuevo, Pedro, impulsado por una mezcla de miedo y determinación, entró en la habitación. Esta vez, no sólo se mecía la cuna, sino que también apareció una figura espectral de una mujer sosteniendo lo que parecía ser un bebé.
Pedro, paralizado por el terror, escuchó cómo la figura espectral le hablaba directamente, acusándolo de ser responsable de su sufrimiento. Reveló que ella había sido la antigua moradora de la casa y que su propio hijo había sido abortado en circunstancias trágicas, maldiciendo así la habitación. La aparición afirmó que el espíritu del bebé no encontraría descanso hasta que no se vengara de aquellos que habían evitado su nacimiento.
Aterrorizado y confundido, Pedro regresó a su habitación, solo para encontrar a su pareja desaparecida. Buscándola frenéticamente, finalmente la encontró en la habitación contigua, parada junto a la cuna, con una mirada vacía y una sonrisa perturbadora. Ella le reveló que había estado comunicándose con el espíritu de la mujer y que había decidido unirse a ella para "compensar su pecado". Antes de que Pedro pudiera reaccionar, ella se desvaneció ante sus ojos, dejándolo solo en la habitación maldita.
Los días siguientes, Pedro fue consumido por la locura. Empezó a escuchar constantemente el llanto del bebé y a ver visiones de su pareja y la mujer espectral. Incapaz de escapar del tormento, Pedro se encerró en la habitación embrujada, decidido a unirse a su pareja y al bebé no nacido. La última vez que fue visto, estaba meciendo la cuna vacía, murmurando disculpas a un bebé que nunca llegó a ser.
La casa quedó abandonada, envuelta en rumores y misterios. Se dice que en noches de luna llena, se pueden escuchar los llantos de un bebé y ver la silueta de un hombre meciendo una cuna, atrapado eternamente en su propio infierno de culpa y desesperación.
Pedro y su pareja estaban en la cama. Mientras ella dormía profundamente, él se encontraba inquieto, incapaz de conciliar el sueño. En medio de la noche, un extraño ruido procedente de la habitación contigua captó su atención. Era un sonido constante, pero indescriptible. Decidió investigar y, al abrir la puerta, se encontró con una cuna que se mecía sola. Sorprendido y confundido, encendió la luz, pero la habitación estaba vacía. Convenciéndose de que había sido una alucinación, Pedro regresó a la cama, intentando olvidar lo sucedido.
La noche siguiente, mientras su mujer seguía dormida, los ruidos de la habitación vecina volvieron a perturbarlo. Esta vez, al acercarse, escuchó el llanto de un bebé. Al encender la luz, descubrió algo aún más aterrador: las paredes estaban cubiertas de escritura que parecía sangre. Después de aquel macabro hallazgo, todo volvió a la normalidad, como si nada hubiera ocurrido.
En la tercera noche, Pedro se encontraba especialmente ansioso, incapaz de dejar de pensar en los inquietantes eventos de la habitación contigua. Después de un rato, un llanto rompió el silencio de la noche, pero esta vez, provenía de su propia esposa. Al acercarse a ella, le preguntó qué le sucedía. Entre sollozos, ella le reveló que estaba embarazada y había decidido abortar, confesando que desde entonces, no había encontrado paz.
Tras la confesión de su pareja, Pedro se sintió abrumado por un torbellino de emociones. Esa noche, decidió quedarse despierto, vigilando la habitación contigua. Cuando el llanto del bebé comenzó de nuevo, Pedro, impulsado por una mezcla de miedo y determinación, entró en la habitación. Esta vez, no sólo se mecía la cuna, sino que también apareció una figura espectral de una mujer sosteniendo lo que parecía ser un bebé.
Pedro, paralizado por el terror, escuchó cómo la figura espectral le hablaba directamente, acusándolo de ser responsable de su sufrimiento. Reveló que ella había sido la antigua moradora de la casa y que su propio hijo había sido abortado en circunstancias trágicas, maldiciendo así la habitación. La aparición afirmó que el espíritu del bebé no encontraría descanso hasta que no se vengara de aquellos que habían evitado su nacimiento.
Aterrorizado y confundido, Pedro regresó a su habitación, solo para encontrar a su pareja desaparecida. Buscándola frenéticamente, finalmente la encontró en la habitación contigua, parada junto a la cuna, con una mirada vacía y una sonrisa perturbadora. Ella le reveló que había estado comunicándose con el espíritu de la mujer y que había decidido unirse a ella para "compensar su pecado". Antes de que Pedro pudiera reaccionar, ella se desvaneció ante sus ojos, dejándolo solo en la habitación maldita.
Los días siguientes, Pedro fue consumido por la locura. Empezó a escuchar constantemente el llanto del bebé y a ver visiones de su pareja y la mujer espectral. Incapaz de escapar del tormento, Pedro se encerró en la habitación embrujada, decidido a unirse a su pareja y al bebé no nacido. La última vez que fue visto, estaba meciendo la cuna vacía, murmurando disculpas a un bebé que nunca llegó a ser.
La casa quedó abandonada, envuelta en rumores y misterios. Se dice que en noches de luna llena, se pueden escuchar los llantos de un bebé y ver la silueta de un hombre meciendo una cuna, atrapado eternamente en su propio infierno de culpa y desesperación.