Aquella cabeza clavada sobre una pica parecía ser un adorno demasiado enfermo, sobre todo por tratarse de la casa de un respetado anciano en el pueblo.
Pasaron meses para yo me atreverme a preguntar por qué la conservaba.
El anciano permaneció por largo tiempo en silencio con la cabeza agachada, hasta que por fin habló.
- Yo estuve ahí, en la noche de las estrellas de fuego. Viendo y admirando el inminente futuro para el pueblo.-
- ¿Qué fue lo que pasó, señor? Le pregunté.
El hombre se volteó hacia a mí y me miró.
- Nos enfrentamos contra el diablo.- Me respondió.
Y después me contó la historia.
Aquella noche de hace 60 años que las había visto, cayendo sobre las afueras del pueblo. Muchos hablaban de brujas e inmediatamente se encerraron en sus casas para proteger a los niños que aún no habían sido bautizados.
El señor Betancourt era un joven agricultor en esos años junto a su padre y hermano menor, con tierras que se extendían por todo el pueblo en una sola y gigantesca plantación que generaba ganancias abundantes. Cuando su padre murió, esta tierra fue repartida entre sus 2 hijos. Diego se quedó con las sureñas, tierras pobres donde su conexión al bosque las hacía a la vez un lugar de poco interés para ambos, pero Daniel supo arrebatar gran parte de esas tierras levemente productivas debido a su preparación, era más grande que su hermano menor y por ello tenía más experiencia y conocimiento. Esto provocó el distanciamiento entre ambos hermanos y una futura ruptura total, lo que desencadenaría una serie de problemas en el futuro por parte de Diego.
El día siguiente a la lluvia de las bolas de fuego llegó al pueblo una gran familia formada totalmente por mujeres que, según se comentaba, eran tan hermosas que su sola presencia provocaba la locura entre los hombres. Entre ellas destacaba la menor de todas, Eleonor, una niña blanca y pelirroja de ojos verdes, quien gustaba de pasear en el bosque a luz del día cantando con la voz angelical que pronto se ganó el aprecio.
Las primeras veces en que él vio a aquella familia se enamoró de todas, sin embargo, desistió de sus sueños, él era solo un campesino medio pobre y aquella familia distinguía de tener gran fortuna. Sin embargo, no hubo ocasión que su hermano no hablara de ellas, como todos lo hacían. Diego terminó conociendo a Eleonor en el bosque, lugar conectado a sus tierras, y lugar donde nació su amistad.
- Mi hermano olvidó muchas cosas gracias a ella, pero también supo de más.- Me dijo.
Cada día que amanecía, cuando el sol ni bien se había puesto, Diego salía de la casa a cultivar, pero después de conocer solo lo hacía para estar a su lado. Pocas semanas bastaron para que Diego cambiara mucho su aspecto, ya no vestía como un campesino, ahora parecía que su clase era otra, y olvidó hasta su identidad. También comenzaron a ocurrir varios escándalos en el pueblo a la vez que ellos parecían mejorar su relación y volverla más estrecha junto a su familia. Jorge, el bebé de los panaderos, murió pocas semanas después. Según se contaba, los padres habían escuchado guajolotes afuera de su casa, algo extraño ya que ellos solo tenían gallinas, además de también rumorearse como esa misma noche habían escuchado pasos en el techo de la casa. El niño amaneció muy pálido y frio, muy tarde notaron que este ya no tenía sangre. Prácticamente había sido vaciado por dentro y más que sus pequeños órganos dañados se encontraban ahí, algunos blancos por la falta de ella.
En esos años las historias de las brujas eran normales y creíbles, digamos que se trataba, de ese entonces, una época donde aún se vivía en un gran porcentaje de ignorancia, señalando que las bolas de fuego eran las brujas que se habían asentado en el bosque a vivir y que por las noches salían convertidas en esos animales para no ser vistas por nadie, todo esto para matar a los bebés que no estaban bautizados, como los recién nacidos.
- Mi padre me contó una historia de mi abuelo muchos años atrás.- Me habló el señor Betancourt. –Él era joven y vivía en este pueblo. Una noche, él y sus amigos fueron a recuperar varias ovejas que escaparon, por temor a perderlas o que fueran devoradas no quisieron esperar al día siguiente. Uno de sus amigos dijo haberlas visto ir hacia el cerro, y fue ahí a dónde fueron. Había una casa al principio de él, pertenecían a unas mujeres que pocas veces habían sido vistas, a diferencia de estos años, el pueblo era mucho menos poblado. Escucharon mucho escandalo dentro de aquella residencia, al asomarse discretamente por la ventana miraron a las mujeres bailando alrededor de una fogata. Esto claro que provocó miedo en ellos pues fue así como descubrieron que aquellas mujeres eran brujas, las vieron prepararse para salir, quitándose los pies como si fuesen accesorios, los ocultaron en una saco de tela, y ahí mismo las vieron convertirse en guajolotes, saliendo y caminando como auténticos animales hacia el pueblo para atacar a los niños. Mi abuelo y sus amigos tomaron la decisión inmediata de quemar los pies a las mujeres. Según ellos, esto les hacía perder su poder pues estos les pesaban cuando se convertían, por eso en la antigüedad las quemaban en la hoguera de abajo hacia arriba. Los 3 amigos de mi abuelo junto con él entraron a esa casa, y ahí vieron los pies en el saco. No se molestaron verlos pues no estaban seguros que podía haber ahí, prendieron la chimenea y lo lanzaron al fuego. Después de tiempo las brujas regresaron en esa misma forma, y al entrar y ver sus pies calcinados, comenzaron a llorar y golpear sus cabezas en la pared hasta que caer desvanecidas en el fuego. El día siguiente no se encontró a las mujeres en su casa, solo simples plumas y las cenizas que el saco había dejado en la chimenea.-
2 meses después de él haber conocido a Eleonor como novia Diego, el señor Betancourt se casó con su prometida: María del Mar. En esos años el país comenzó a entrar en un gran avance económico, la intervención en la Segunda Guerra Mundial y la venta de materias primas esenciales a Estados Unidos empujó la economía de toda la nación, haciéndose mejor pagadas las cosechas, y con ello, mejorando el estilo de vida de todos los habitantes del pueblo. Este comenzó a crecer demográficamente, muchas mujeres del pueblo quedaron embarazadas, entre ellas su esposa, a quien dejaba en cama todos los días antes de ir a cosechar. Diego no lo visitaba más. El señor Betancourt había hecho todo el trabajo en las tierras para ambos seguir el trabajo de su padre. Sin embargo, escuchaba a espaldas rumores de su hermano y de la joven Eleonor, quien se decía no podía darle un hijo a él, lo que provocó que Diego pronto cayera en ambición y depresión por querer uno, e incluso cuando escuchó que la esposa de su hermano estaba embarazada quiso convencerlo de darle al niño, sin embargo, él no accedió.
Eleonor era mucho más joven que Diego, casi una década los diferenciaban. Tan solo una simple niña era ella, y él se había vuelto tan maduro como su padre, como un anciano, con inteligencia y sabiduría, algo que Daniel nunca creyó pues su hermano jamás habría logrado tener tantas virtudes a su temprana edad, pues antes de Eleonor, él solo soñaba con salir del pueblo para mejorar su futuro y dejar de mancharse las manos con tierra y el olor de las cosechas. Pero ahora parecía más interesado en quedarse, sobre todo cuando los embarazos aumentaron, fue así como confirmó que Eleonor estaba teniendo mucha influencia sobre él.
El año siguiente fue el año más duro para todos, los bebés nacían y sus llantos por las mañanas se volvían el despertador de los pueblerinos, incluidos los del señor Betancourt. Sin embargo, el alza de decesos aumentó también meses después. La historia del hijo de los panaderos recorría nuevamente los rumores de brujas, cosa que aumentó el pánico entre los habitantes. Usaban medallones, crucifijos y tijeras debajo de las almohadas de los bebés, sin contar que por las noches no se separaban de ellos, pero cada día una tragedia asolaba al pueblo. Ya en ese tiempo él señor Betancourt había perdido cualquier relación con su hermano, quien parecía estar bajo control de Eleonor totalmente. ¿Cómo era posible que un hombre fuera controlado por una niña? ¿Su familia tendría que ver en algo?
- Fue como comencé a darme cuenta de muchas cosas a raíz de lo que había pasado a mi hermano, supe que Eleonor era responsable y que ocultaba un secreto. Sabía que mi hermano era víctima de aquella mujer siniestra y de su familia. ¿Qué necesidad tenían una niña de hijos?
Jamás imaginó que Eleonor fuera una bruja, ni ella ni su familia, en las historias y cuentos populares las brujas son descritas como aspecto demoniaco, no angelical. Sin embargo, no descartó que ella fuera una hechicera, y teniendo en cuenta la desesperación de su hermano por un hijo, comenzó a sospechar y temer por el pequeño Martín, quien cada mañana amanecía con un crucifijo bañado en agua bendita colando al cuello, siempre en brazos de su madre y protegido por los perros de caza.
- Las brujas no podían acercarse a ellos, era peligroso para ellas.- Me dijo el anciano. –Pero esos seres eran más inteligentes de lo que imaginamos… o quizás nosotros éramos más ignorantes de lo que pensábamos.-
La familia de Eleonor no se destacó desde su llegada por ser gente sociable, al parecer solo ella era quien tenía contacto en el pueblo. Paro más temprano que tarde comenzaron a mostrarse en público. Se robaban la mirada de todos los hombres, provocando así los celos de las mujeres e incluso, las hermanas mayores comenzaban a cortejar a nuestros jóvenes, jóvenes de la edad de Eleonor. Eran conocidas por su amabilidad, tenían fama de pagar favores de buena manera, pagos generosos como gran cantidad de dinero, razón por la que terminaron ganándose la confianza de los hombres y muy pronto de algunas mujeres necesitadas.
Los días se hacían más oscuros con el tiempo, las tragedias aumentaban, ya no solo eran bebés, sino que eran esos jóvenes. Se recomendó varias veces por parte de la iglesia proteger las casas roseando agua bendita en todo su alrededor y a los jóvenes siempre salir con compañía de sus madres y protección religiosa. La plata aumentó su valor en esos momentos para hacer crucifijos con ellos, los colgaban en cuellos y siempre cargaban una botella de agua bendita. Nadie jamás desconfió de aquella familia, quizás solo él sospechaba que su hermano era controlado por Eleonor, sin embargo, no tenía las pruebas para confirmarlo.
Cuando todo empeoró en el pueblo, él junto a su esposa tomaron, al igual que casi todos los habitantes con hijos, la decisión de irse por el bien del bebé, sin importarle que su hermano siguiera ahí y en esas condiciones.
Aquella tarde estaban preparándose cuando su hermano llegó a casa, arrepentido por todo pidió perdón, sabía de su marcha pero al menos quería tener la oportunidad de conocer a su sobrino para saciar el deseo de un hijo. Diego parecía desorientado, aunque hablaba y se mostraba normal. No quería negarle a su hermano conocer a su hijo. Pero Diego estaba ahí por otros planes.
Logró huir con el niño de su hermano en brazos hacía el bosque, Martín era ya el único bebé que quedaba en el pueblo, y al ver a su cuñada y familia iniciando un ritual tuvo miedo, pero el amor por su hijo sobre pasaba cualquier otro sentimiento.
Eleonor se encontraba ahí, sus hermanas también, y supo que pasó con su esposa e hijo. Diego solo había sido utilizado por Eleonor, por ello no podía tener hijos, por ello tantos niños muertos.
Cuando el cuerpo de su hijo ya hacía sin vida en el suelo y las brujas habían saciado su sed, se dispusieron esa misma noche a continuar con el resto de los pueblerinos. Su esposa y hermano, quien había estado con Eleonor por años, no solo no se salvó, si no que jamás volvió a ver ni una pequeña parte de él. Ellas usaban a los jóvenes, los hipnotizaban y así robaban y entregaban a los niños sin que ellas sufrieran daño. Era simples marionetas.
- Cuando Eleonor estuvo frente a mí me acurruqué y recé en mi mente para estar a salvo con Dios. Pero ella no solo no me mató, vio en mí a alguien con fe y me ofreció una oportunidad para compensar todas mis pérdidas. A pesar de ser una bruja, Eleonor se portó ante mí de la manera más humana posible. ¡Sufriste mucho! -Citó. –Pero no temas, tu familia ya hace en el más allá protegida por tus plegarías. Hombre santo, si tomas mi mano y continuas a nuestro lado te recompensaremos y devolveremos todo lo que has perdido y lo que lograrías antes de este día.-
- Por eso sabes tanto de las brujas.- Comenté. Él solo asintió. -¿Y qué pasó después con Eleonor? Pregunté.
- Un día simplemente desaparecieron. Cuando no hubo más bebés para saciarse, aunque aún quedaba mucho por hacer.- Me respondió. –Los pueblos cercanos temían a toda su familia, temían a las brujas, pero sobre todo, temían a los hombres que no podían resistirse al engaño de las mujeres, al estar hipnotizados y no ser esos seres diabólicos, las protecciones que los niños usaban para protegerse eran inútiles. No sabían diferenciar alguien controlado por ellas y alguien consiente. Los niños sufrieron el mismo destino que mi hijo.- El señor Betancourt tomó el cráneo y la apreció. Tras varios minutos, habló. –Era una niña… los padres la ocultaban en el bosque del pueblo, la encontraron oliéndola por su suciedad, así es como ellas tenían apetito, si una bebé estaba limpio les daba asco. La guardo aquí para recordar.-
- ¿Recordar? Pregunté confundido.
El anciano levantó la vista y firmemente me respondió.
- El olor de la sangre de los infantes recorrer mi cara… el cómo las madres huían con sus hijos en brazos evadiendo algo inevitable… la forma en que se los arrebatábamos, como ellas nos recompensaban por nuestros actos, lo que se sentía sembrar el miedo junto a Eleonor y sus hermanas brujas. Entendí por qué Diego había sido manipulado tan fácilmente.- El señor Betancourt me miró a los ojos con una frialdad que podía congelar alma. Se inclinó a mí y quedó tan cerca que sentía su respiración. –A veces… las echo de menos.-
Pasaron meses para yo me atreverme a preguntar por qué la conservaba.
El anciano permaneció por largo tiempo en silencio con la cabeza agachada, hasta que por fin habló.
- Yo estuve ahí, en la noche de las estrellas de fuego. Viendo y admirando el inminente futuro para el pueblo.-
- ¿Qué fue lo que pasó, señor? Le pregunté.
El hombre se volteó hacia a mí y me miró.
- Nos enfrentamos contra el diablo.- Me respondió.
Y después me contó la historia.
Aquella noche de hace 60 años que las había visto, cayendo sobre las afueras del pueblo. Muchos hablaban de brujas e inmediatamente se encerraron en sus casas para proteger a los niños que aún no habían sido bautizados.
El señor Betancourt era un joven agricultor en esos años junto a su padre y hermano menor, con tierras que se extendían por todo el pueblo en una sola y gigantesca plantación que generaba ganancias abundantes. Cuando su padre murió, esta tierra fue repartida entre sus 2 hijos. Diego se quedó con las sureñas, tierras pobres donde su conexión al bosque las hacía a la vez un lugar de poco interés para ambos, pero Daniel supo arrebatar gran parte de esas tierras levemente productivas debido a su preparación, era más grande que su hermano menor y por ello tenía más experiencia y conocimiento. Esto provocó el distanciamiento entre ambos hermanos y una futura ruptura total, lo que desencadenaría una serie de problemas en el futuro por parte de Diego.
El día siguiente a la lluvia de las bolas de fuego llegó al pueblo una gran familia formada totalmente por mujeres que, según se comentaba, eran tan hermosas que su sola presencia provocaba la locura entre los hombres. Entre ellas destacaba la menor de todas, Eleonor, una niña blanca y pelirroja de ojos verdes, quien gustaba de pasear en el bosque a luz del día cantando con la voz angelical que pronto se ganó el aprecio.
Las primeras veces en que él vio a aquella familia se enamoró de todas, sin embargo, desistió de sus sueños, él era solo un campesino medio pobre y aquella familia distinguía de tener gran fortuna. Sin embargo, no hubo ocasión que su hermano no hablara de ellas, como todos lo hacían. Diego terminó conociendo a Eleonor en el bosque, lugar conectado a sus tierras, y lugar donde nació su amistad.
- Mi hermano olvidó muchas cosas gracias a ella, pero también supo de más.- Me dijo.
Cada día que amanecía, cuando el sol ni bien se había puesto, Diego salía de la casa a cultivar, pero después de conocer solo lo hacía para estar a su lado. Pocas semanas bastaron para que Diego cambiara mucho su aspecto, ya no vestía como un campesino, ahora parecía que su clase era otra, y olvidó hasta su identidad. También comenzaron a ocurrir varios escándalos en el pueblo a la vez que ellos parecían mejorar su relación y volverla más estrecha junto a su familia. Jorge, el bebé de los panaderos, murió pocas semanas después. Según se contaba, los padres habían escuchado guajolotes afuera de su casa, algo extraño ya que ellos solo tenían gallinas, además de también rumorearse como esa misma noche habían escuchado pasos en el techo de la casa. El niño amaneció muy pálido y frio, muy tarde notaron que este ya no tenía sangre. Prácticamente había sido vaciado por dentro y más que sus pequeños órganos dañados se encontraban ahí, algunos blancos por la falta de ella.
En esos años las historias de las brujas eran normales y creíbles, digamos que se trataba, de ese entonces, una época donde aún se vivía en un gran porcentaje de ignorancia, señalando que las bolas de fuego eran las brujas que se habían asentado en el bosque a vivir y que por las noches salían convertidas en esos animales para no ser vistas por nadie, todo esto para matar a los bebés que no estaban bautizados, como los recién nacidos.
- Mi padre me contó una historia de mi abuelo muchos años atrás.- Me habló el señor Betancourt. –Él era joven y vivía en este pueblo. Una noche, él y sus amigos fueron a recuperar varias ovejas que escaparon, por temor a perderlas o que fueran devoradas no quisieron esperar al día siguiente. Uno de sus amigos dijo haberlas visto ir hacia el cerro, y fue ahí a dónde fueron. Había una casa al principio de él, pertenecían a unas mujeres que pocas veces habían sido vistas, a diferencia de estos años, el pueblo era mucho menos poblado. Escucharon mucho escandalo dentro de aquella residencia, al asomarse discretamente por la ventana miraron a las mujeres bailando alrededor de una fogata. Esto claro que provocó miedo en ellos pues fue así como descubrieron que aquellas mujeres eran brujas, las vieron prepararse para salir, quitándose los pies como si fuesen accesorios, los ocultaron en una saco de tela, y ahí mismo las vieron convertirse en guajolotes, saliendo y caminando como auténticos animales hacia el pueblo para atacar a los niños. Mi abuelo y sus amigos tomaron la decisión inmediata de quemar los pies a las mujeres. Según ellos, esto les hacía perder su poder pues estos les pesaban cuando se convertían, por eso en la antigüedad las quemaban en la hoguera de abajo hacia arriba. Los 3 amigos de mi abuelo junto con él entraron a esa casa, y ahí vieron los pies en el saco. No se molestaron verlos pues no estaban seguros que podía haber ahí, prendieron la chimenea y lo lanzaron al fuego. Después de tiempo las brujas regresaron en esa misma forma, y al entrar y ver sus pies calcinados, comenzaron a llorar y golpear sus cabezas en la pared hasta que caer desvanecidas en el fuego. El día siguiente no se encontró a las mujeres en su casa, solo simples plumas y las cenizas que el saco había dejado en la chimenea.-
2 meses después de él haber conocido a Eleonor como novia Diego, el señor Betancourt se casó con su prometida: María del Mar. En esos años el país comenzó a entrar en un gran avance económico, la intervención en la Segunda Guerra Mundial y la venta de materias primas esenciales a Estados Unidos empujó la economía de toda la nación, haciéndose mejor pagadas las cosechas, y con ello, mejorando el estilo de vida de todos los habitantes del pueblo. Este comenzó a crecer demográficamente, muchas mujeres del pueblo quedaron embarazadas, entre ellas su esposa, a quien dejaba en cama todos los días antes de ir a cosechar. Diego no lo visitaba más. El señor Betancourt había hecho todo el trabajo en las tierras para ambos seguir el trabajo de su padre. Sin embargo, escuchaba a espaldas rumores de su hermano y de la joven Eleonor, quien se decía no podía darle un hijo a él, lo que provocó que Diego pronto cayera en ambición y depresión por querer uno, e incluso cuando escuchó que la esposa de su hermano estaba embarazada quiso convencerlo de darle al niño, sin embargo, él no accedió.
Eleonor era mucho más joven que Diego, casi una década los diferenciaban. Tan solo una simple niña era ella, y él se había vuelto tan maduro como su padre, como un anciano, con inteligencia y sabiduría, algo que Daniel nunca creyó pues su hermano jamás habría logrado tener tantas virtudes a su temprana edad, pues antes de Eleonor, él solo soñaba con salir del pueblo para mejorar su futuro y dejar de mancharse las manos con tierra y el olor de las cosechas. Pero ahora parecía más interesado en quedarse, sobre todo cuando los embarazos aumentaron, fue así como confirmó que Eleonor estaba teniendo mucha influencia sobre él.
El año siguiente fue el año más duro para todos, los bebés nacían y sus llantos por las mañanas se volvían el despertador de los pueblerinos, incluidos los del señor Betancourt. Sin embargo, el alza de decesos aumentó también meses después. La historia del hijo de los panaderos recorría nuevamente los rumores de brujas, cosa que aumentó el pánico entre los habitantes. Usaban medallones, crucifijos y tijeras debajo de las almohadas de los bebés, sin contar que por las noches no se separaban de ellos, pero cada día una tragedia asolaba al pueblo. Ya en ese tiempo él señor Betancourt había perdido cualquier relación con su hermano, quien parecía estar bajo control de Eleonor totalmente. ¿Cómo era posible que un hombre fuera controlado por una niña? ¿Su familia tendría que ver en algo?
- Fue como comencé a darme cuenta de muchas cosas a raíz de lo que había pasado a mi hermano, supe que Eleonor era responsable y que ocultaba un secreto. Sabía que mi hermano era víctima de aquella mujer siniestra y de su familia. ¿Qué necesidad tenían una niña de hijos?
Jamás imaginó que Eleonor fuera una bruja, ni ella ni su familia, en las historias y cuentos populares las brujas son descritas como aspecto demoniaco, no angelical. Sin embargo, no descartó que ella fuera una hechicera, y teniendo en cuenta la desesperación de su hermano por un hijo, comenzó a sospechar y temer por el pequeño Martín, quien cada mañana amanecía con un crucifijo bañado en agua bendita colando al cuello, siempre en brazos de su madre y protegido por los perros de caza.
- Las brujas no podían acercarse a ellos, era peligroso para ellas.- Me dijo el anciano. –Pero esos seres eran más inteligentes de lo que imaginamos… o quizás nosotros éramos más ignorantes de lo que pensábamos.-
La familia de Eleonor no se destacó desde su llegada por ser gente sociable, al parecer solo ella era quien tenía contacto en el pueblo. Paro más temprano que tarde comenzaron a mostrarse en público. Se robaban la mirada de todos los hombres, provocando así los celos de las mujeres e incluso, las hermanas mayores comenzaban a cortejar a nuestros jóvenes, jóvenes de la edad de Eleonor. Eran conocidas por su amabilidad, tenían fama de pagar favores de buena manera, pagos generosos como gran cantidad de dinero, razón por la que terminaron ganándose la confianza de los hombres y muy pronto de algunas mujeres necesitadas.
Los días se hacían más oscuros con el tiempo, las tragedias aumentaban, ya no solo eran bebés, sino que eran esos jóvenes. Se recomendó varias veces por parte de la iglesia proteger las casas roseando agua bendita en todo su alrededor y a los jóvenes siempre salir con compañía de sus madres y protección religiosa. La plata aumentó su valor en esos momentos para hacer crucifijos con ellos, los colgaban en cuellos y siempre cargaban una botella de agua bendita. Nadie jamás desconfió de aquella familia, quizás solo él sospechaba que su hermano era controlado por Eleonor, sin embargo, no tenía las pruebas para confirmarlo.
Cuando todo empeoró en el pueblo, él junto a su esposa tomaron, al igual que casi todos los habitantes con hijos, la decisión de irse por el bien del bebé, sin importarle que su hermano siguiera ahí y en esas condiciones.
Aquella tarde estaban preparándose cuando su hermano llegó a casa, arrepentido por todo pidió perdón, sabía de su marcha pero al menos quería tener la oportunidad de conocer a su sobrino para saciar el deseo de un hijo. Diego parecía desorientado, aunque hablaba y se mostraba normal. No quería negarle a su hermano conocer a su hijo. Pero Diego estaba ahí por otros planes.
Logró huir con el niño de su hermano en brazos hacía el bosque, Martín era ya el único bebé que quedaba en el pueblo, y al ver a su cuñada y familia iniciando un ritual tuvo miedo, pero el amor por su hijo sobre pasaba cualquier otro sentimiento.
Eleonor se encontraba ahí, sus hermanas también, y supo que pasó con su esposa e hijo. Diego solo había sido utilizado por Eleonor, por ello no podía tener hijos, por ello tantos niños muertos.
Cuando el cuerpo de su hijo ya hacía sin vida en el suelo y las brujas habían saciado su sed, se dispusieron esa misma noche a continuar con el resto de los pueblerinos. Su esposa y hermano, quien había estado con Eleonor por años, no solo no se salvó, si no que jamás volvió a ver ni una pequeña parte de él. Ellas usaban a los jóvenes, los hipnotizaban y así robaban y entregaban a los niños sin que ellas sufrieran daño. Era simples marionetas.
- Cuando Eleonor estuvo frente a mí me acurruqué y recé en mi mente para estar a salvo con Dios. Pero ella no solo no me mató, vio en mí a alguien con fe y me ofreció una oportunidad para compensar todas mis pérdidas. A pesar de ser una bruja, Eleonor se portó ante mí de la manera más humana posible. ¡Sufriste mucho! -Citó. –Pero no temas, tu familia ya hace en el más allá protegida por tus plegarías. Hombre santo, si tomas mi mano y continuas a nuestro lado te recompensaremos y devolveremos todo lo que has perdido y lo que lograrías antes de este día.-
- Por eso sabes tanto de las brujas.- Comenté. Él solo asintió. -¿Y qué pasó después con Eleonor? Pregunté.
- Un día simplemente desaparecieron. Cuando no hubo más bebés para saciarse, aunque aún quedaba mucho por hacer.- Me respondió. –Los pueblos cercanos temían a toda su familia, temían a las brujas, pero sobre todo, temían a los hombres que no podían resistirse al engaño de las mujeres, al estar hipnotizados y no ser esos seres diabólicos, las protecciones que los niños usaban para protegerse eran inútiles. No sabían diferenciar alguien controlado por ellas y alguien consiente. Los niños sufrieron el mismo destino que mi hijo.- El señor Betancourt tomó el cráneo y la apreció. Tras varios minutos, habló. –Era una niña… los padres la ocultaban en el bosque del pueblo, la encontraron oliéndola por su suciedad, así es como ellas tenían apetito, si una bebé estaba limpio les daba asco. La guardo aquí para recordar.-
- ¿Recordar? Pregunté confundido.
El anciano levantó la vista y firmemente me respondió.
- El olor de la sangre de los infantes recorrer mi cara… el cómo las madres huían con sus hijos en brazos evadiendo algo inevitable… la forma en que se los arrebatábamos, como ellas nos recompensaban por nuestros actos, lo que se sentía sembrar el miedo junto a Eleonor y sus hermanas brujas. Entendí por qué Diego había sido manipulado tan fácilmente.- El señor Betancourt me miró a los ojos con una frialdad que podía congelar alma. Se inclinó a mí y quedó tan cerca que sentía su respiración. –A veces… las echo de menos.-