Este teólogo católico dice que Satanás es la personificación del mal y los demonios son, o bien personificaciones secundarias del mal en general, o bien, si se trata de un demonio asociado a un pecado puntual, personificaciones de una manifestación puntual del mal. En su propuesta, Haag llega al extremo de afirmar que, en el Nuevo Testamento, es posible poner “el pecado” o “el mal” en todos los pasajes donde aparece “Satanás”, “Diablo” o algún equivalente. Sin embargo, Haag aclara que eso no se dio porque, al personificar al mal, se lo representa de forma más incisiva e intuitiva. Entonces: ¿acaso Jesús mintió?… La pregunta es un poco fuerte, pero es pertinente porque hay pasajes de Los Evangelios en que evidentemente Jesús se refiere al Diablo o a Satán como un ser real, de forma tan clara que no da lugar a pensar que pudiera no creer en él y en los demonios que le siguen: por ejemplo, esto se ve en los 40 días de ayuno (cuando Satanás viene a tentarlo), cuando expulsa a varios demonios y éstos van a meterse en un grupo de cerdos, o cuando cuenta que vio a Satanás “caer como un rayo”. Ante eso, Haag nos recuerda que Jesús, si vien era la encarnación del Cristo (El Verbo, el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad…), era un humano de carne y hueso: en otras palabras, El Hijo se encarna asumiendo limitaciones físicas y mentales propias de la condición humana, pese a ser moral y espiritualmente perfecto, además de contar con el don de hacer milagros. Se entiende así que, la mente perfecta del Hijo de Dios, tenía su poder expresivo y comprensivo limitado por el imperfecto cerebro humano, a causa de lo cual Jesucristo podía ser condicionado por su cultura en la medida en que esto no implicara un menoscabo a su sabiduría o a su santidad. Dice entonces Haag: ‹‹Después de todo lo que hemos visto, ya deberíamos haber comprendido claramente que todo lo que se afirma sobre Satanás en el Nuevo Testamento no pertenece al mensaje relativo a la revelación, sino sólo a esa imagen del mundo característica de los escritores bíblicos, es decir, de la mentalidad de su época. Todas esas expresiones reflejan simplemente los conceptos que dominaban corrientemente en los escritos judaicos contemporáneos y determinaban el pensamiento religioso de su época (…). Si aceptamos las típicas categorías mentales judaicas de la época de Cristo, el Diablo en el Nuevo Testamento es presentado como el exponente del mal. Jesús y sus apóstoles vivían en este tipo de mundo cultural y se expresaban correspondientemente.››.