Gvilsa 9. Noticias inquietantes

Tu papi

Germen
Miron
Bakala
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¿Qué había sido ese sueño?, pensó la muchacha todavía en la cama. A Gvilsa le quedó la extraña sensación de que si quisiera podría volver a entrar en él y, a la vez que sentía un profundo temor, el recuerdo era tan luminoso que una rara emoción le incitaba a repetir. Entrar en la espiral.Mientras pensaba en ello alguien encendió una radio y el sonido le llegó a través de la ventana. Prestó atención cuando escuchó al locutor revelando noticias inquietantes.Un rayo había surcado el cielo y se había detenido un momento antes de disolverse cayendo hacia la tierra como una espuma lejana. Algo de un extraño color se había movido entre las calles más oscuras. Alguien había visto algo extraordinario, tanto que no sabría describirlo, y quien entraba a continuación contaba algo distinto, pero igual de aparatoso. Por último, una mujer llamó diciendo que alguien se había comido todas sus natillas. Los periodistas rieron.Se habían comido todas sus natillas.Gvilsa extendió el brazo y cerró la ventana que tenía a su espalda.La música de ayer, que tanto le había afectado, había entrado por allí. Y, ahora, las noticias de hoy volvían a utilizar ese portal para llegar hasta ella. Prefería estar aislada.Una sombra se proyectó en la pared de enfrente. Fijándose bien era como si algo se hubiera apoyado en la ventana. Era algo pequeño, o quizás mediano que engañaba por la perspectiva. Quizás un pájaro. Sí, tenía que ser eso. Tenía que ser un pájaro.-“Dios, ¿podrías hacer que sólo fuera un pájaro?” -susurró Gvilsa con las manos entrelazadas.Gvilsa sabía que no era un pájaro.El monstruo de la calle 35, apoyado en el alféizar, observaba a Gvilsa. Aunque la veía de espaldas, medio incorporada en la cama, le pareció extraño que no apartara la vista de la pared. Arrugó el ceño pensativo, pero luego descartó la idea. Nadie podía ver su sombra. Por si acaso replegó las alas.Gvilsa no se movía. Y menos ahora que aquella sombra de alas había desaparecido dejando sólo una forma redondeada en la pared.El monstruo escuchó la llamada silenciosa de Pau y la ignoró. Adoraba mirar a Gvilsa, estar cerca de ella le estimulaba. Era la gran incógnita. De lo poco que había contado la bruja esto era lo que había sacado en claro: Por lo visto una vez había habido un bosque. En algún sitio. Y las raíces del bosque desaparecido llegaban hasta la calle 35 por algún misterioso camino. Y Gvilsa, de alguna manera, pertenecía a él.La bruja no explicaba demasiado, la verdad. Decía mucho: "todo a su debido tiempo".El monstruo tenía todo el tiempo del mundo.El monstruo llevaba décadas cultivando la paciencia.Pero eso fue en la época en que había estado solo.Ahora estaba él, el demonio, tres perros esqueletos y tres fantasmas. Cada uno de más o menos difícil comportamiento.Y la bruja.Pero la bruja los mantenía a raya a todos. Era una mezcla de atención bondadosa y férrea rigidez.Se dio la vuelta y voló hacia la casa de la bruja, la que ahora era su hogar. En ese momento el demonio entraba en el salón chupándose los dedos.-¿Cómo se llama esto? -preguntó señalando algo que llevaba en la mano.El monstruo se acercó, cogió la tarrina de plástico y le echó un vistazo.-Natillas. ¿De dónde la has sacado?