Saben, yo siempre fui amante de los animales. Me gustaban mucho los programas sobre vida salvaje, así como también disfrutaba de todas las visitas a lugares como zoológicos o acuarios. Incluso planeaba estudiar una carrera en veterinaria, para así siempre estar en contacto con ellos, y si era posible, ayudarles. Como ven, yo realmente adoraba a los animales, pero irónicamente, yo no tenía mascotas. Muchas veces intenté recoger animales de la calle, pero mi padre siempre me hacía devolverlos.
A él no le gustaban las mascotas, y mientras viviera en su casa, yo no podría tener una… O bueno, eso pensaba hasta que cumplí 18 años. Ya saben, la edad legal. Muchos padres suelen regalar autos, motocicletas e incluso armas, a los hijos que llegan a esta edad. Pero mi padre me dio algo mucho mejor. Me regaló un perro, pero no uno cualquiera. Me dio un majestuoso pastor alemán. Recuerdo que yo muy emocionado corrí a abrazar al perro, y éste respondió a mi saludo lamiéndome la cara. Estaba tan feliz que apenas escuchaba lo que me estaba diciendo mi padre.
-¡Hey Michael! ¿Escuchaste lo que te dije?-
-No señor- le contesté con la voz tan emocionada, que casi parecía que me burlaba de él.
-No pierdas la cabeza hijo, es sólo un perro. Ya está adiestrado y está al día con sus vacunas. Su nombre es Trick. Trata de por lo menos cuidarlo mejor de cómo te cuidas a ti mismo.-
Y así mi vida dio un giro por completo. Era muy feliz con Trick. Pasábamos aventuras juntos y nos divertíamos como cualquier chico y su mascota, o incluso más. Mi vida se sentía tan completa a su lado, que difícilmente podía recordar cómo era mi vida sin él. Yo creía firmemente que nuestra felicidad iba a durar por siempre… Pero no lo hizo. Éramos muy felices… Hasta que llegó el imbécil de Frank…
Yo ya tenía 21 años cuando aquello comenzó. Me encontraba paseando a Trick en el parque. Era una caminata común y corriente, como las que siempre teníamos todos los días a la misma hora. Sin embargo había algo diferente en ésta. Notaba que alguien ya llevaba rato siguiéndonos. Yo traté de mantener la calma lo mejor posible. Avancé hacia las zonas donde había más tumultos de gente. En menos de 15 minutos estaríamos de regreso en casa si todo salía bien. Tenía muchas posibilidades de lograrlo. Y aun así comencé a asustarme mucho. Mi plan, aunque simple, era demasiado lógico, y hubiera funcionado. Lástima que no lo hizo. La razón fue que la correa de Trick se soltó de mi mano, y el perro corrió hacia un callejón, creo que persiguiendo a alguna rata o gato.
La presión de sentirme en peligro nubló mi juicio, y en lugar de darle a Trick la orden de que regresara a mí, yo terminé corriendo hacia él. Trick se detuvo en el interior de un callejón sin salida, y yo al darme cuenta de esto lo tomé por la correa y troté con velocidad hacia la entrada del callejón. Acercándome al final veía que el camino seguía libre, hasta que mi perseguidor lo bloqueó. Era un joven paliducho y delgado, probablemente menor que yo por algunos años. Su aspecto era bastante deplorable. Estaba casi amarillo y tenía unas enormes y oscuras ojeras en su rostro.
-¡Que buen perro tienes ahí! ¿Es tuyo?- Me preguntó el desconocido.
-Sí, es mi perro, ¿y tú quién eres? - le contesté tratando de sonar lo menos asustado posible.
-Eh tranquilo socio. Yo soy conocido como Frank y no te haré daño. Puedes confiar en mi Michael.- respondió burlonamente.
No me sentía para nada bien. ¡¿Cómo rayos supo mi nombre?! Me empezaba a preocupar más de la cuenta. Cosas como asesinatos y asaltos eran el pan de cada día en las ciudades, y una de las características más comunes de esos crímenes era que los que los perpetuaban estudiaban a sus futuras víctimas con mucha antelación.
-¿Qué quieres Frank, y como sabes mi nombre?- pregunté con voz temblorosa -
¿Yo? No busco nada en particular, sólo, que me prestes a tu mascota un momento. Y por tu nombre… nah, no es tan importante que lo sepas.
-¿Eh? ¿De qué rayos estás hablando? – Estaba muy confundido, la situación me parecía cada vez más absurda
-Creo que no me di a entender Michael- en ese momento, Frank sacó una pistola y apuntándola hacia mí dijo con voz seria- Necesito que me prestes a tu perro.
Por el miedo, sólo me quedé ahí, boquiabierto, los ojos como platos y la nariz tratando lastimosamente de aspirar aire. Una expresión bastante patética. Frank se acercó a mí, y con la mano libre me arrebató la correa de Trick. Yo me sentía tan inútil, que además de miedo había algo de asco en mi ser, asco hacia mi persona. Ya más calmado Frank me dijo:
-No te sientas mal Michael, te lo devolveré pronto. Te lo aseguro. Lo dejaré en la puerta de tu casa, sé cómo llegar. ¿Sabes? También puedes venir con nosotros si quieres, pero te advierto, no será un viaje bonito.-
Si acaso tenía palabras para contestarle, se me habían atorado en la garganta. El lunático me había estado vigilando por más tiempo del que podía imaginar. No tenía más opciones, así que le contesté.
-Yo voy a donde vaya mi perro- -Bien, si así lo quieres…- se acercó a mí y me golpeó con el arma en la nuca. Podía sentir una gran explosión de dolor que se iba desvaneciendo fugazmente junto a mí visión. Caí inconsciente en cuestión de segundos.
Al despertar me encontraba en una habitación oscura. Había una luz, bastante tenue y de color amarillo. -De seguro son velas- pensé. Volteé la mirada en dirección a la luz y vi horrorizado su origen. Con gis en el piso, estaba dibujado un circulo, y en su interior un pentagrama. En cada pico había una vela encendida y en el centro, con la boca cerrada con un bozal y las patas amarradas, estaba mi perro. Me levanté y acerqué de inmediato, sólo para darme cuenta, de que entre él y yo había un muro con un gran cristal que nos separaba, justo como el de las ventanillas en los bancos.
Traté de ver más allá, pero era inútil. Quien estuviera ahí, se escondía muy bien en la obscuridad. Poco a poco mi vista se fue adaptando al entorno, y vi cuando 5 figuras encapuchadas salían de su escondite y se acercaba cada uno a una esquina del pentagrama. Cada encapuchado sacó una larga y afilada daga que calentaron con el fuego de su respectiva vela mientras murmuraban cosas en un dialecto desconocido para mí. Y después, acercándose a mi perro, le encajaron esas dagas, una por una, sin sacarlas de vuelta.
Podía ver al pobre animal retorciéndose y chillando por el dolor. Era una sensación horrible. Nadie debería ver a un ser querido siendo castigado justo como yo veía sufrir a Trick. Golpeaba la ventanilla con ambos puños, tratando de romperla para rescatar a mi perro, pero no podía hacerle ni un rasguño. Era demasiado resistente.
Mientras tanto, veía emerger a una sexta figura de entre los oscuros rincones de la habitación. Sacó también una daga, la acercó a las flamas de todas las velas, y acercándose a Trick, lo apuñaló 2 veces, sacó el cuchillo y levantando su vista hacia mí, se me quedó viendo. Entre las sombras de su capucha yo podía distinguir ese rostro. Era el imbécil de Frank. Él al darse cuenta de que lo había reconocido, se acercó a mí. Podía ver que yo le estaba causando mucha gracia, puesto que el maldito tenía una sonrisa de oreja a oreja. Se alejó caminando hacia la derecha, abrió una puerta que yo no había visto antes, y metiendo su brazo me jaló hacia el interior del lugar donde hacían el ritual. Ya dentro me dijo al oído:
-Michael, creo que romperé mi promesa, me he encariñado con tu perro.- al terminar su frase me lanzó con fuerza hacia Trick. Yo hice lo todo lo posible para caer de una forma en la que no le hiciera más daño al pobre perro.
Estando cerca de Trick, le saqué las 5 dagas que seguía incrustadas en él. Esto no le gustó para nada a Frank. Tomó mi cara y metió su propia daga en mi boca. Tuve suerte de que el no quisiera matarme y esa sólo fuera una advertencia. Pero eso no me hacía sentir mejor. En mi boca la oja caliente de la daga me quemaba la lengua haciéndome sentir un dolor agudo, eso, y un líquido salado alrededor de todo el metal. -La sangré de Trick- me dije asqueado.
-¿Qué demonios intentabas hacer Michael? -¡Rescatar a mi perro, imbécil!- tomé una de las dagas que saqué de Trick y se la encajé con fuerza a Frank en el estómago.
Él se doblaba de dolor y ninguno de los otros encapuchados se acercaba a ayudarlo. Yo aproveché esa oportunidad para tomar a Trick y salir de ahí. Estuve dando vueltas por todo el lugar hasta encontrar la salida. Al abrir la puerta noté aterrado y, en menor medida, aliviado, que no sería gran problema regresar a casa. Me encontraba sólo a 2 cuadras de ella. Corrí hacia mi hogar, cuidando no empeorar las heridas de Trick. Aunque me preguntaba si era posible empeorar algo como eso. La sangre no dejaba de salir, manchando toda mi ropa. No sé durante cuánto tiempo estuve inconsciente, pero sólo sé que fue mucho, porque ya estaba anocheciendo y cuando yo regresaba de nuestro paseo era aproximadamente medio día. Al llegar a casa abrí la puerta con dificultad, dejé a Trick sobre la mesa del comedor y regresé a la entrada para cerrar la puerta con llave.
Cuando me embriagó un débil sentimiento de seguridad corrí a mi cuarto por mis utensilios médicos y puse en acción todos mis conocimientos de medicina animal. Estuve hasta las 4 de la mañana tratando de salvarlo, pero por desgracia, Trick había muerto. Con mi interior destrozado, cerré sus heridas y lo metí en una caja de madera que estaba en el ático. Yo me encontraba demasiado cansado como para enterrarlo en ese momento, así que lo dejé pasar la noche en el comedor. Además no me arriesgaría a salir de casa, no sabiendo que el enemigo se encontraba relativamente cerca. Subí llorando a mi habitación, y sin mucho ánimo me quede dormido. No fue muy difícil. Dormía profundamente, hasta que unos lengüetazos me hicieron despertar. Me tomó unos segundos aclarar mis ideas, pero al recordar lo pasado en el día anterior, regresé a la realidad bruscamente.
Estaba frente a mí, Trick estaba sobre mi cama moviendo la cola de felicidad al verme. Trick se acercó a mí lamiéndome el rostro de nuevo, y yo, lo abracé contentísimo. ¿Pero cómo era eso posible? Sólo para asegurarme de que no estaba soñando me pellizque el brazo…pero… ¡realmente estaba despierto! Sin perder tiempo me puse a buscar entre su pelaje las marcas de las puntadas que le había hecho la noche anterior, pero no había ninguna, ni siquiera una ligera cicatriz. -Todo fue un sueño- decía apenas creyéndome mis palabras. Estaba tan feliz. Aunque esa felicidad se desmorono al ver la ropa que había usado el día anterior. Seguía manchada de sangre, aquello de verdad había pasado. No le busqué un significado a aquello. ¿Qué importaba? Mientras Trick estuviera bien lo demás no me interesaba.
Nuestra vida siguió el rumbo que teníamos casi por completo. Ya que sólo por precaución no me adentraba mucho en el parque, ni pasaba por la zona donde estaba el edificio del ritual, y además, siempre cargaba con una pistola. Claro, sólo por si acaso.
Pasaron los días, y cuando estaba a punto de creer que nuestra vida había regresado a la normalidad, me di cuenta de 2 cosas:
Las cosas siguieron su ritmo como era de costumbre en los finales felices, pero no duró. Creo que puedo decir que la calma se rompió aquella noche, unos 4 o 5 meses después.
Yo estaba dormido en mi habitación hasta que el grito de una niña me sacó del sueño. Me levanté de la cama y tomé un bate de béisbol y una linterna, salí de la casa y comencé a buscar en el jardín el origen de aquel grito. Con la mano temblorosa movía la linterna de un lado a otro, hasta que por fin encontré algo en la casa de Trick. Era grande, tan grande que apenas cabía en aquella casa para perros en la que yo entraba fácilmente agachado. Tenía el aspecto de un perro, pero sólo la silueta, el resto parecía un monstruo.
Su pelaje era oscuro y largo, las garras de sus patas se veían muy largas y afiladas, su cola era enorme, casi del tamaño de la bestia misma, sus orejas duplicaban el tamaño de su cabeza. Estaba tan asustado que no me atreví a verle la cabeza por completo, así que bajé la linterna. Me arrepiento de haberlo hecho. Al bajar la luz vi a la hija de una de mis vecinas, con toda la espalda rasgada y casi sin carne dejando expuestas la columna vertebral y las costillas. Y ella al verme, con una voz apagada me pedía ayuda.
Asustado busqué a Trick por todas partes, temiendo que el monstruo lo hubiera devorado primero. Sin poder verlo por ningún lado empecé a llamarlo. Al hacerlo, el monstruo levantó la cabeza y soltó una perturbadora clase de ladrido.
Petrificado, moví dificultosamente la linterna para aluzarle la cabeza. Había un pequeño resplandor en su cuello. Lentamente me acerqué para ver mejor y quede muy sorprendido por el descubrimiento.
El resplandor provenía de la pequeña placa metálica que tenía grabado el nombre de Trick. Esa placa pertenecía al collar de Trick. Pero no era posible ¿verdad? La bestia se me quedó viendo fijamente al rostro. Yo me sumí en sus ojos y ahí me di cuenta de que ese monstruo era mi perro.
Estaba paralizado. Mi mente no podía procesarlo y mi cuerpo no reaccionaba. Trick bajó su cabeza para seguirse comiendo a la hija de mi vecina. La pequeña seguía rogándome por ayuda. Y yo, tenía que hacer algo al respecto, ¿verdad? ¡Claro que sí! Era mi deber terminar con eso, y con todo el dolor del mundo, levanté el bate en lo alto, y con toda mi fuerza lo estrellé sobre la cabeza.
¡Tuve que hacerlo! Si esa niña seguía así despertaría a todos y se darían cuenta de lo ocurrido. De verdad tuve que hacerlo. Cuando por fin la silencié me acerqué a Trick, le acaricie la cabeza y subí de regreso a mi cama a dormir, mientras que él terminaba de comerse a la niña. Me desperté muy temprano para esconder los restos de la pequeña, pero no había ninguno. Trick se había comido hasta los huesos. Satisfecho entre de nuevo a la casa y me encontré con Trick, ya de regreso a la normalidad, acostado sobre el sofá. Ahora me parecía un poco más lógico él que no comiera de día. Pensé que después de eso no tendríamos más percances, pero la vida no es así. Reflexionando sobre la noche anterior me di cuenta de lo obvio que resultaba que mi vecina reportaría la desaparición de su hija y todo el lugar se llenaría de policías.
Aun así, no estaba muy preocupado, podría escapar de ahí con el pretexto de que el verano llegaba a su fin y yo, por ende, planeara visitar a mi padre antes de regresar a la apretada agenda de la vida universitaria. El plan estaba hecho.
Comencé a empacar todo para partir al día siguiente. Ahora tenía muchas razones para irme de ahí. La noche llegó, y mientras yo dormía alguien había entrado a la casa, subido las escaleras y entrando a mí cuarto, cerrando la puerta con mucha fuerza. El ruido me hizo despertar, pero demasiado tarde, ya no tenía tiempo para tomar ni la pistola ni el bate. El maldito de Frank estaba ahí, frente a mi cama, observándome.
-Hola Michael- dijo sin su habitual tono burlón.
-¿Qué demonios haces aquí?
-Vine a saldar cuentas contigo, planeaba esperar a recuperarme un poco más, pero veo que planeas mudarte o algo por el estilo. ¿No es así?
-¿Sigues vigilándome?- pregunté muy asustado.
-¿Acaso dejé de hacerlo alguna vez? Escúchame bien Michael, nunca he apartado mi mirada de ti.- al acabar la frase sacó un cuchillo y lo encajo con rapidez en mi pierna derecha.
El dolor era horrible, tanto que no pude evitar gritar.
-Por cierto, vi lo que hiciste anoche. Sinceramente nunca me lo hubiera esperado de ti. Aunque, bueno, yo hubiera hecho exactamente lo mismo, o inclusive peor.- Al pronunciar la palabra “peor” volvió a encajar su cuchillo, pero esta vez en mi otra pierna. Yo de nuevo grité.
-¿Qué demonios quieres?-
-Me alegra que lo preguntes Michael. Sólo vine por el perro y también a… ¿que era? ¡Ah sí!- encajó su cuchillo de nuevo en mi pierna derecha- Vine a matarte. Pero como me dejaste tan… impresionado con tu muestra de buen corazón de anoche, te responderé todas tus dudas antes de matarte. Sólo no me preguntes estupideces como ¿quien descubrió América? y esa basura.-
Yo sabía muy bien que preguntar.
-¿Qué le hiciste a Trick?-
-Vaya Michael, que buena pregunta es esa. Veras, si eres creyente y un poco estudioso, sabrás que en el infierno no solamente hay demonios. Oh no, hay muchas cosas más. Y todas ellas son invocables usando el ritual apropiado.-
-¿Qué? ¿Estas bromeando?- era lo único lógico que podía pensar. Lo que Frank me contaba no tenía sentido alguno.
-Oh ya veo. Malditos ateos, para ustedes nada sobrenatural tiene sentido. Trataré de explicarte de nuevo. Aquél día, cuando “tomé prestado” a tu perro, hice un ritual de invocación y ofrecí a tu perro como lugar para alojar al espíritu.
-¿Qué invocaste?- sonaba más enojado que asustado. Ese malnacido se había metido con Trick.
-Se les conoce comúnmente como Cerberos. Unos caninos infernales, sedientos de sangre y fieles a sus amos. Destrozarían ciudades enteras si sus amos se los pidieran.Lástima que sólo pueden tomar su verdadera forma por las noches. Pero hay un pequeño preció. Los Cerberos sólo comen carne humana, si tienen mucha hambre dudo que vean a sus amos de la misma manera-
-¿Por qué nos hiciste eso?-
-Tranquilo, no fue nada personal. Es sólo que estaba aburrido y no tenía nada mejor que hacer. Además, tu perro me gustó desde el primer momento que lo vi. Llámalo amor a primera vista si así lo prefieres. Ahora que tengo a tu perro, creo que me divertiré mucho por aquí-
-Hay una pequeña falla en tu plan, Trick es mío.-
-Tienes razón, el perro es tuyo pero el Cerbero es mío. El dueño de un Cerbero no es aquel que fue dueño del perro ofrendado. No no no. El dueño de un Cerbero es la primera persona que pruebe la sangre que está en la daga con el que se hizo el séptimo apuñalamiento del ritual. En otras palabras, si yo quiero, puedo hacer que tu queridísimo perro te devoré por completó, pero si lo hago, ¿entonces cómo me divertiré yo?-
Frank entró en un frenesí de locura, suponiendo que alguna vez en su desquiciada vida hubiera estado cuerdo. Pero si lo que él decía era verdad, se llevaría una gran sorpresa.
-Frank, hay algo que tú no sabes sobre mascotas. ¿Quieres saberlo?-
-¡Por supuesto! ¡Dime que es oh gran Michael!-
-Cuando una mascota quiere mucho a su dueño y lo escucha en peligro acude de inmediato a rescatarlo. ¿No es así Trick?-
Frank se volteó lentamente y se encontró a Trick, transformado en Cerbero, detrás de él. Yo esperaba que se asustase, pero al contrario, estaba muy feliz. Se acercó a Trick y le comenzó a dar órdenes.
-¡Cerbero ataca!- Pero Trick sólo se le quedaba viendo- ¡Cerbero ataca! ¡Cerbero ataca maldita sea! ¡¿Por qué no obedeces?!-
-Ya te lo dije Frank, Trick es mi perro. Trick ataca-
Trick se abalanzó sobre Frank y lo devoró por completo. Tardo su tiempo porque Trick se estaba divirtiendo con él, también tenía deudas que saldar con Frank. Y sinceramente, disfrute de ver aquel espectáculo.
Cuando terminó, le acaricie su cabeza y el me lambió la mano. Cerbero o no, seguía siendo Trick.
Tomé mis cosas y como pude camine hasta llegar al comedor. Usando mis instrumentos de medicina me hice unas puntadas en las heridas que me hizo Frank y también me amarré unos vendajes. Trick y yo salimos de casa antes de que llegara la policía. Supongo que algún vecino habrá escuchado mis gritos y por ello los llamó. Ahora Trick y yo recorremos todo el estado. Somos unos errantes y ustedes se han dado cuenta de eso. Ha habido varios reportes de desapariciones, asesinatos y desmembramientos. Es por ello que hago esta grabación que posteriormente enviaré a todos los medios de comunicación locales.
Ustedes se preguntaban quiénes éramos y ahora lo saben. Aprovecharé para agregar que estaremos paseando por las calles durante la noche para alimentar a Trick. Y no se preocupen, si no hay nadie afuera veremos cómo entrar a sus casas. Ya lo hemos hecho algunas veces. No se molesten en llamar a la policía, aunque son una buena fuente de alimento para Trick, son bastantes molestos. Además, no nos quedaremos aquí para siempre, hay un mundo enteró por explorar.
Sé que esto está mal, pero como dueño es mi deber vigilar que Trick se alimente apropiadamente. Después de todo, es mi perro.
A él no le gustaban las mascotas, y mientras viviera en su casa, yo no podría tener una… O bueno, eso pensaba hasta que cumplí 18 años. Ya saben, la edad legal. Muchos padres suelen regalar autos, motocicletas e incluso armas, a los hijos que llegan a esta edad. Pero mi padre me dio algo mucho mejor. Me regaló un perro, pero no uno cualquiera. Me dio un majestuoso pastor alemán. Recuerdo que yo muy emocionado corrí a abrazar al perro, y éste respondió a mi saludo lamiéndome la cara. Estaba tan feliz que apenas escuchaba lo que me estaba diciendo mi padre.
-¡Hey Michael! ¿Escuchaste lo que te dije?-
-No señor- le contesté con la voz tan emocionada, que casi parecía que me burlaba de él.
-No pierdas la cabeza hijo, es sólo un perro. Ya está adiestrado y está al día con sus vacunas. Su nombre es Trick. Trata de por lo menos cuidarlo mejor de cómo te cuidas a ti mismo.-
Y así mi vida dio un giro por completo. Era muy feliz con Trick. Pasábamos aventuras juntos y nos divertíamos como cualquier chico y su mascota, o incluso más. Mi vida se sentía tan completa a su lado, que difícilmente podía recordar cómo era mi vida sin él. Yo creía firmemente que nuestra felicidad iba a durar por siempre… Pero no lo hizo. Éramos muy felices… Hasta que llegó el imbécil de Frank…
Yo ya tenía 21 años cuando aquello comenzó. Me encontraba paseando a Trick en el parque. Era una caminata común y corriente, como las que siempre teníamos todos los días a la misma hora. Sin embargo había algo diferente en ésta. Notaba que alguien ya llevaba rato siguiéndonos. Yo traté de mantener la calma lo mejor posible. Avancé hacia las zonas donde había más tumultos de gente. En menos de 15 minutos estaríamos de regreso en casa si todo salía bien. Tenía muchas posibilidades de lograrlo. Y aun así comencé a asustarme mucho. Mi plan, aunque simple, era demasiado lógico, y hubiera funcionado. Lástima que no lo hizo. La razón fue que la correa de Trick se soltó de mi mano, y el perro corrió hacia un callejón, creo que persiguiendo a alguna rata o gato.
La presión de sentirme en peligro nubló mi juicio, y en lugar de darle a Trick la orden de que regresara a mí, yo terminé corriendo hacia él. Trick se detuvo en el interior de un callejón sin salida, y yo al darme cuenta de esto lo tomé por la correa y troté con velocidad hacia la entrada del callejón. Acercándome al final veía que el camino seguía libre, hasta que mi perseguidor lo bloqueó. Era un joven paliducho y delgado, probablemente menor que yo por algunos años. Su aspecto era bastante deplorable. Estaba casi amarillo y tenía unas enormes y oscuras ojeras en su rostro.
-¡Que buen perro tienes ahí! ¿Es tuyo?- Me preguntó el desconocido.
-Sí, es mi perro, ¿y tú quién eres? - le contesté tratando de sonar lo menos asustado posible.
-Eh tranquilo socio. Yo soy conocido como Frank y no te haré daño. Puedes confiar en mi Michael.- respondió burlonamente.
No me sentía para nada bien. ¡¿Cómo rayos supo mi nombre?! Me empezaba a preocupar más de la cuenta. Cosas como asesinatos y asaltos eran el pan de cada día en las ciudades, y una de las características más comunes de esos crímenes era que los que los perpetuaban estudiaban a sus futuras víctimas con mucha antelación.
-¿Qué quieres Frank, y como sabes mi nombre?- pregunté con voz temblorosa -
¿Yo? No busco nada en particular, sólo, que me prestes a tu mascota un momento. Y por tu nombre… nah, no es tan importante que lo sepas.
-¿Eh? ¿De qué rayos estás hablando? – Estaba muy confundido, la situación me parecía cada vez más absurda
-Creo que no me di a entender Michael- en ese momento, Frank sacó una pistola y apuntándola hacia mí dijo con voz seria- Necesito que me prestes a tu perro.
Por el miedo, sólo me quedé ahí, boquiabierto, los ojos como platos y la nariz tratando lastimosamente de aspirar aire. Una expresión bastante patética. Frank se acercó a mí, y con la mano libre me arrebató la correa de Trick. Yo me sentía tan inútil, que además de miedo había algo de asco en mi ser, asco hacia mi persona. Ya más calmado Frank me dijo:
-No te sientas mal Michael, te lo devolveré pronto. Te lo aseguro. Lo dejaré en la puerta de tu casa, sé cómo llegar. ¿Sabes? También puedes venir con nosotros si quieres, pero te advierto, no será un viaje bonito.-
Si acaso tenía palabras para contestarle, se me habían atorado en la garganta. El lunático me había estado vigilando por más tiempo del que podía imaginar. No tenía más opciones, así que le contesté.
-Yo voy a donde vaya mi perro- -Bien, si así lo quieres…- se acercó a mí y me golpeó con el arma en la nuca. Podía sentir una gran explosión de dolor que se iba desvaneciendo fugazmente junto a mí visión. Caí inconsciente en cuestión de segundos.
Al despertar me encontraba en una habitación oscura. Había una luz, bastante tenue y de color amarillo. -De seguro son velas- pensé. Volteé la mirada en dirección a la luz y vi horrorizado su origen. Con gis en el piso, estaba dibujado un circulo, y en su interior un pentagrama. En cada pico había una vela encendida y en el centro, con la boca cerrada con un bozal y las patas amarradas, estaba mi perro. Me levanté y acerqué de inmediato, sólo para darme cuenta, de que entre él y yo había un muro con un gran cristal que nos separaba, justo como el de las ventanillas en los bancos.
Traté de ver más allá, pero era inútil. Quien estuviera ahí, se escondía muy bien en la obscuridad. Poco a poco mi vista se fue adaptando al entorno, y vi cuando 5 figuras encapuchadas salían de su escondite y se acercaba cada uno a una esquina del pentagrama. Cada encapuchado sacó una larga y afilada daga que calentaron con el fuego de su respectiva vela mientras murmuraban cosas en un dialecto desconocido para mí. Y después, acercándose a mi perro, le encajaron esas dagas, una por una, sin sacarlas de vuelta.
Podía ver al pobre animal retorciéndose y chillando por el dolor. Era una sensación horrible. Nadie debería ver a un ser querido siendo castigado justo como yo veía sufrir a Trick. Golpeaba la ventanilla con ambos puños, tratando de romperla para rescatar a mi perro, pero no podía hacerle ni un rasguño. Era demasiado resistente.
Mientras tanto, veía emerger a una sexta figura de entre los oscuros rincones de la habitación. Sacó también una daga, la acercó a las flamas de todas las velas, y acercándose a Trick, lo apuñaló 2 veces, sacó el cuchillo y levantando su vista hacia mí, se me quedó viendo. Entre las sombras de su capucha yo podía distinguir ese rostro. Era el imbécil de Frank. Él al darse cuenta de que lo había reconocido, se acercó a mí. Podía ver que yo le estaba causando mucha gracia, puesto que el maldito tenía una sonrisa de oreja a oreja. Se alejó caminando hacia la derecha, abrió una puerta que yo no había visto antes, y metiendo su brazo me jaló hacia el interior del lugar donde hacían el ritual. Ya dentro me dijo al oído:
-Michael, creo que romperé mi promesa, me he encariñado con tu perro.- al terminar su frase me lanzó con fuerza hacia Trick. Yo hice lo todo lo posible para caer de una forma en la que no le hiciera más daño al pobre perro.
Estando cerca de Trick, le saqué las 5 dagas que seguía incrustadas en él. Esto no le gustó para nada a Frank. Tomó mi cara y metió su propia daga en mi boca. Tuve suerte de que el no quisiera matarme y esa sólo fuera una advertencia. Pero eso no me hacía sentir mejor. En mi boca la oja caliente de la daga me quemaba la lengua haciéndome sentir un dolor agudo, eso, y un líquido salado alrededor de todo el metal. -La sangré de Trick- me dije asqueado.
-¿Qué demonios intentabas hacer Michael? -¡Rescatar a mi perro, imbécil!- tomé una de las dagas que saqué de Trick y se la encajé con fuerza a Frank en el estómago.
Él se doblaba de dolor y ninguno de los otros encapuchados se acercaba a ayudarlo. Yo aproveché esa oportunidad para tomar a Trick y salir de ahí. Estuve dando vueltas por todo el lugar hasta encontrar la salida. Al abrir la puerta noté aterrado y, en menor medida, aliviado, que no sería gran problema regresar a casa. Me encontraba sólo a 2 cuadras de ella. Corrí hacia mi hogar, cuidando no empeorar las heridas de Trick. Aunque me preguntaba si era posible empeorar algo como eso. La sangre no dejaba de salir, manchando toda mi ropa. No sé durante cuánto tiempo estuve inconsciente, pero sólo sé que fue mucho, porque ya estaba anocheciendo y cuando yo regresaba de nuestro paseo era aproximadamente medio día. Al llegar a casa abrí la puerta con dificultad, dejé a Trick sobre la mesa del comedor y regresé a la entrada para cerrar la puerta con llave.
Cuando me embriagó un débil sentimiento de seguridad corrí a mi cuarto por mis utensilios médicos y puse en acción todos mis conocimientos de medicina animal. Estuve hasta las 4 de la mañana tratando de salvarlo, pero por desgracia, Trick había muerto. Con mi interior destrozado, cerré sus heridas y lo metí en una caja de madera que estaba en el ático. Yo me encontraba demasiado cansado como para enterrarlo en ese momento, así que lo dejé pasar la noche en el comedor. Además no me arriesgaría a salir de casa, no sabiendo que el enemigo se encontraba relativamente cerca. Subí llorando a mi habitación, y sin mucho ánimo me quede dormido. No fue muy difícil. Dormía profundamente, hasta que unos lengüetazos me hicieron despertar. Me tomó unos segundos aclarar mis ideas, pero al recordar lo pasado en el día anterior, regresé a la realidad bruscamente.
Estaba frente a mí, Trick estaba sobre mi cama moviendo la cola de felicidad al verme. Trick se acercó a mí lamiéndome el rostro de nuevo, y yo, lo abracé contentísimo. ¿Pero cómo era eso posible? Sólo para asegurarme de que no estaba soñando me pellizque el brazo…pero… ¡realmente estaba despierto! Sin perder tiempo me puse a buscar entre su pelaje las marcas de las puntadas que le había hecho la noche anterior, pero no había ninguna, ni siquiera una ligera cicatriz. -Todo fue un sueño- decía apenas creyéndome mis palabras. Estaba tan feliz. Aunque esa felicidad se desmorono al ver la ropa que había usado el día anterior. Seguía manchada de sangre, aquello de verdad había pasado. No le busqué un significado a aquello. ¿Qué importaba? Mientras Trick estuviera bien lo demás no me interesaba.
Nuestra vida siguió el rumbo que teníamos casi por completo. Ya que sólo por precaución no me adentraba mucho en el parque, ni pasaba por la zona donde estaba el edificio del ritual, y además, siempre cargaba con una pistola. Claro, sólo por si acaso.
Pasaron los días, y cuando estaba a punto de creer que nuestra vida había regresado a la normalidad, me di cuenta de 2 cosas:
- Trick no comía nunca su alimento, siempre dejaba el plato
- Nunca, por más que lo buscara, lo encontraba de noche.
Las cosas siguieron su ritmo como era de costumbre en los finales felices, pero no duró. Creo que puedo decir que la calma se rompió aquella noche, unos 4 o 5 meses después.
Yo estaba dormido en mi habitación hasta que el grito de una niña me sacó del sueño. Me levanté de la cama y tomé un bate de béisbol y una linterna, salí de la casa y comencé a buscar en el jardín el origen de aquel grito. Con la mano temblorosa movía la linterna de un lado a otro, hasta que por fin encontré algo en la casa de Trick. Era grande, tan grande que apenas cabía en aquella casa para perros en la que yo entraba fácilmente agachado. Tenía el aspecto de un perro, pero sólo la silueta, el resto parecía un monstruo.
Su pelaje era oscuro y largo, las garras de sus patas se veían muy largas y afiladas, su cola era enorme, casi del tamaño de la bestia misma, sus orejas duplicaban el tamaño de su cabeza. Estaba tan asustado que no me atreví a verle la cabeza por completo, así que bajé la linterna. Me arrepiento de haberlo hecho. Al bajar la luz vi a la hija de una de mis vecinas, con toda la espalda rasgada y casi sin carne dejando expuestas la columna vertebral y las costillas. Y ella al verme, con una voz apagada me pedía ayuda.
Asustado busqué a Trick por todas partes, temiendo que el monstruo lo hubiera devorado primero. Sin poder verlo por ningún lado empecé a llamarlo. Al hacerlo, el monstruo levantó la cabeza y soltó una perturbadora clase de ladrido.
Petrificado, moví dificultosamente la linterna para aluzarle la cabeza. Había un pequeño resplandor en su cuello. Lentamente me acerqué para ver mejor y quede muy sorprendido por el descubrimiento.
El resplandor provenía de la pequeña placa metálica que tenía grabado el nombre de Trick. Esa placa pertenecía al collar de Trick. Pero no era posible ¿verdad? La bestia se me quedó viendo fijamente al rostro. Yo me sumí en sus ojos y ahí me di cuenta de que ese monstruo era mi perro.
Estaba paralizado. Mi mente no podía procesarlo y mi cuerpo no reaccionaba. Trick bajó su cabeza para seguirse comiendo a la hija de mi vecina. La pequeña seguía rogándome por ayuda. Y yo, tenía que hacer algo al respecto, ¿verdad? ¡Claro que sí! Era mi deber terminar con eso, y con todo el dolor del mundo, levanté el bate en lo alto, y con toda mi fuerza lo estrellé sobre la cabeza.
¡Tuve que hacerlo! Si esa niña seguía así despertaría a todos y se darían cuenta de lo ocurrido. De verdad tuve que hacerlo. Cuando por fin la silencié me acerqué a Trick, le acaricie la cabeza y subí de regreso a mi cama a dormir, mientras que él terminaba de comerse a la niña. Me desperté muy temprano para esconder los restos de la pequeña, pero no había ninguno. Trick se había comido hasta los huesos. Satisfecho entre de nuevo a la casa y me encontré con Trick, ya de regreso a la normalidad, acostado sobre el sofá. Ahora me parecía un poco más lógico él que no comiera de día. Pensé que después de eso no tendríamos más percances, pero la vida no es así. Reflexionando sobre la noche anterior me di cuenta de lo obvio que resultaba que mi vecina reportaría la desaparición de su hija y todo el lugar se llenaría de policías.
Aun así, no estaba muy preocupado, podría escapar de ahí con el pretexto de que el verano llegaba a su fin y yo, por ende, planeara visitar a mi padre antes de regresar a la apretada agenda de la vida universitaria. El plan estaba hecho.
Comencé a empacar todo para partir al día siguiente. Ahora tenía muchas razones para irme de ahí. La noche llegó, y mientras yo dormía alguien había entrado a la casa, subido las escaleras y entrando a mí cuarto, cerrando la puerta con mucha fuerza. El ruido me hizo despertar, pero demasiado tarde, ya no tenía tiempo para tomar ni la pistola ni el bate. El maldito de Frank estaba ahí, frente a mi cama, observándome.
-Hola Michael- dijo sin su habitual tono burlón.
-¿Qué demonios haces aquí?
-Vine a saldar cuentas contigo, planeaba esperar a recuperarme un poco más, pero veo que planeas mudarte o algo por el estilo. ¿No es así?
-¿Sigues vigilándome?- pregunté muy asustado.
-¿Acaso dejé de hacerlo alguna vez? Escúchame bien Michael, nunca he apartado mi mirada de ti.- al acabar la frase sacó un cuchillo y lo encajo con rapidez en mi pierna derecha.
El dolor era horrible, tanto que no pude evitar gritar.
-Por cierto, vi lo que hiciste anoche. Sinceramente nunca me lo hubiera esperado de ti. Aunque, bueno, yo hubiera hecho exactamente lo mismo, o inclusive peor.- Al pronunciar la palabra “peor” volvió a encajar su cuchillo, pero esta vez en mi otra pierna. Yo de nuevo grité.
-¿Qué demonios quieres?-
-Me alegra que lo preguntes Michael. Sólo vine por el perro y también a… ¿que era? ¡Ah sí!- encajó su cuchillo de nuevo en mi pierna derecha- Vine a matarte. Pero como me dejaste tan… impresionado con tu muestra de buen corazón de anoche, te responderé todas tus dudas antes de matarte. Sólo no me preguntes estupideces como ¿quien descubrió América? y esa basura.-
Yo sabía muy bien que preguntar.
-¿Qué le hiciste a Trick?-
-Vaya Michael, que buena pregunta es esa. Veras, si eres creyente y un poco estudioso, sabrás que en el infierno no solamente hay demonios. Oh no, hay muchas cosas más. Y todas ellas son invocables usando el ritual apropiado.-
-¿Qué? ¿Estas bromeando?- era lo único lógico que podía pensar. Lo que Frank me contaba no tenía sentido alguno.
-Oh ya veo. Malditos ateos, para ustedes nada sobrenatural tiene sentido. Trataré de explicarte de nuevo. Aquél día, cuando “tomé prestado” a tu perro, hice un ritual de invocación y ofrecí a tu perro como lugar para alojar al espíritu.
-¿Qué invocaste?- sonaba más enojado que asustado. Ese malnacido se había metido con Trick.
-Se les conoce comúnmente como Cerberos. Unos caninos infernales, sedientos de sangre y fieles a sus amos. Destrozarían ciudades enteras si sus amos se los pidieran.Lástima que sólo pueden tomar su verdadera forma por las noches. Pero hay un pequeño preció. Los Cerberos sólo comen carne humana, si tienen mucha hambre dudo que vean a sus amos de la misma manera-
-¿Por qué nos hiciste eso?-
-Tranquilo, no fue nada personal. Es sólo que estaba aburrido y no tenía nada mejor que hacer. Además, tu perro me gustó desde el primer momento que lo vi. Llámalo amor a primera vista si así lo prefieres. Ahora que tengo a tu perro, creo que me divertiré mucho por aquí-
-Hay una pequeña falla en tu plan, Trick es mío.-
-Tienes razón, el perro es tuyo pero el Cerbero es mío. El dueño de un Cerbero no es aquel que fue dueño del perro ofrendado. No no no. El dueño de un Cerbero es la primera persona que pruebe la sangre que está en la daga con el que se hizo el séptimo apuñalamiento del ritual. En otras palabras, si yo quiero, puedo hacer que tu queridísimo perro te devoré por completó, pero si lo hago, ¿entonces cómo me divertiré yo?-
Frank entró en un frenesí de locura, suponiendo que alguna vez en su desquiciada vida hubiera estado cuerdo. Pero si lo que él decía era verdad, se llevaría una gran sorpresa.
-Frank, hay algo que tú no sabes sobre mascotas. ¿Quieres saberlo?-
-¡Por supuesto! ¡Dime que es oh gran Michael!-
-Cuando una mascota quiere mucho a su dueño y lo escucha en peligro acude de inmediato a rescatarlo. ¿No es así Trick?-
Frank se volteó lentamente y se encontró a Trick, transformado en Cerbero, detrás de él. Yo esperaba que se asustase, pero al contrario, estaba muy feliz. Se acercó a Trick y le comenzó a dar órdenes.
-¡Cerbero ataca!- Pero Trick sólo se le quedaba viendo- ¡Cerbero ataca! ¡Cerbero ataca maldita sea! ¡¿Por qué no obedeces?!-
-Ya te lo dije Frank, Trick es mi perro. Trick ataca-
Trick se abalanzó sobre Frank y lo devoró por completo. Tardo su tiempo porque Trick se estaba divirtiendo con él, también tenía deudas que saldar con Frank. Y sinceramente, disfrute de ver aquel espectáculo.
Cuando terminó, le acaricie su cabeza y el me lambió la mano. Cerbero o no, seguía siendo Trick.
Tomé mis cosas y como pude camine hasta llegar al comedor. Usando mis instrumentos de medicina me hice unas puntadas en las heridas que me hizo Frank y también me amarré unos vendajes. Trick y yo salimos de casa antes de que llegara la policía. Supongo que algún vecino habrá escuchado mis gritos y por ello los llamó. Ahora Trick y yo recorremos todo el estado. Somos unos errantes y ustedes se han dado cuenta de eso. Ha habido varios reportes de desapariciones, asesinatos y desmembramientos. Es por ello que hago esta grabación que posteriormente enviaré a todos los medios de comunicación locales.
Ustedes se preguntaban quiénes éramos y ahora lo saben. Aprovecharé para agregar que estaremos paseando por las calles durante la noche para alimentar a Trick. Y no se preocupen, si no hay nadie afuera veremos cómo entrar a sus casas. Ya lo hemos hecho algunas veces. No se molesten en llamar a la policía, aunque son una buena fuente de alimento para Trick, son bastantes molestos. Además, no nos quedaremos aquí para siempre, hay un mundo enteró por explorar.
Sé que esto está mal, pero como dueño es mi deber vigilar que Trick se alimente apropiadamente. Después de todo, es mi perro.