De vez en cuando nos baja la nostalgia por revivir verdaderas obras maestras, vídeo juegos de antaño que marcaron nuestros seres; muchos, como una experiencia grata, o, en este caso, como una siniestra y agudamente confeccionada pesadilla.
Un hombre de mediana edad corre sin descanso por un pueblo fantasma sumido en la niebla, cuyas edificaciones parecen abandonadas desde tiempo incalculable. Busca a su ser querido, de quien se separó instantes atrás tras tener un accidente automovilístico. Al despertar, aturdido, se encontró lleno de preguntas y junto al asiento del copiloto vacío vio la puerta abierta, salió entonces y se halló en medio de este pueblo dotado de una atmósfera espectral. Acaba de distinguir una silueta que está seguro de que es su ser querido, y sigue tras su rastro.
De esta manera empieza Silent Hill, introduciéndonos a Harry Mason que sigue la pista de su hija Cheryl, en el pueblo que da nombre al título, traducido como “Colina silenciosa”. Me recuerdo como un infante jugándolo, tras lo cual quedé con una especie de trauma. Pero ahora, a unos cuantos años de aquello, vuelvo a hacerlo, con el ánimo de enfrentar mis temores y disipar enigmas inconclusos. Para ser más preciso, el del monstruo del hospital, sobre lo que me referiré en las líneas siguientes. Por eso, saqué mi antigua PlayStation del armario, la desempolvé y puse el CD. Afortunadamente, todo funcionaba como la primera vez, pese al olvido en que la tenía. En mi pecho, más que alegría, había una dosis de misterio.
Las gotas de lluvia resbalaban por el cristal de la sala de estar, procedentes de la noche. Había una quietud general, estaba solo, y tras la acostumbrada animación del rombo naranja de Sony, apareció la pantalla de título, con las inmóviles letras de Silent Hill, que, sin embargo, causaban en mí una sensación difícil de explicar, una leve intranquilidad. Oprimí start y escuché ese brusco sonido repentino, que indica el inicio. A continuación el lapso de carga y el principio del juego, ya mencionado.
Debo dar unos datos para aclarar mejor el objetivo que me llevó a iniciar una nueva partida en este juego de otra época, aparte de las razones evidentes de su atmósfera e historia, que lo hacen una obra de arte. Sucede que, cuando jugaba hace años, una vez indagando en Internet me enteré en algún foro seguramente, no recuerdo, de que en el hospital Alchemilla existía un supuesto enemigo oculto. La información estaba en inglés, y, como no me manejo mucho en el idioma, solo entendí lo básico. Hablaba de que al parecer, en el sótano secreto del recinto se encuentra un jefe, o monstruo de final de nivel, pero cómo encontrarlo era un misterio; solo se decía que para derrotarlo había que emplear nada menos que el cuchillo, el arma más difícil de usar y posiblemente la más débil. Este rumor me rondó por la cabeza varios días, quizá meses, y como soy persistente, recuerdo que pasé mucho tiempo en el hospital Alchemilla, sin guardar la partida ni avanzar, solo dando vueltas y buscando pistas para dilucidar esta intriga. Probablemente debido a dicha obsesión caí enfermo una semana, porque por jugar muchas horas me daba fiebre. Incluso puedo visualizar como si fuera ayer un sueño que tuve. Era la escena en que Harry y Lisa, la extraña enfermera del hospital, hablan sentados de frente. Pero en vez del protagonista estaba yo mismo en la silla. Lisa se acercó y me dijo:
—Puedo decirte dónde se encuentra aquel monstruo. —¿Sí?, ¿dónde?— respondí ansioso. —Pero no deberías ir a ese lugar, es terrible, no podrás salir nunca más… —y en ese instante sus palabras se escucharon como un eco. “Nunca más”, se desvanecía con lentitud, así como la figura de ella, se tornaba fantasmagórica hasta que la silla quedó desocupada. Y escuché, de nuevo como una voz distante, “En el sótano…”. Después desaparecía todo y desperté.
En la nueva partida, después de pasar la horrorosa escuela primaria Midwich, donde se pelea con aquel lagarto capaz de devorarte de un solo mordisco, llegué por fin al hospital, a partir del cual la historia cobra bastante fuerza, pues aunque Harry no ha vuelto a ver a Cheryl, terribles secretos del pasado, ligados a aquel lugar, comienzan a despertar. Luego de encontrarme con M. Kaufmann, el doctor, y tomar el elevador donde en contra de toda lógica aparece un enigmático piso cuatro, ingreso una vez más al “Otro mundo”, donde las paredes parecen oxidadas y salpicadas de sangre, así como mi propia sangre recorre en una oleada mi cuerpo, y enfrento de nuevo los temores que desde la infancia me asaltaron; pero ahora había una diferencia. Asegurado con nueva información, estaba decidido a encontrar al monstruo, aunque fuera tan terrible como mi propio sueño me lo advirtió.
Tras varias horas seguidas dejé el juego en pausa, habiendo llegado al siniestro sótano, y me levanté a beber un vaso de agua, pues sentía cierto ardor en la frente. “Debo continuar”, me dije, “ahora que llegué al sótano y estoy tan cerca no puedo detenerme”. Pero el vaso resbaló de mi mano cuando me atacó un fuerte dolor de cabeza. Eran las cinco de la mañana y no había hecho más que jugar por varias horas. Debía juntar valor y continuar, aunque me desmayara en el proceso por falta de energías. Dejé el vaso, tomé algo ligero de comer y volví a sentarme frente a la consola. Tenía perfectamente claro lo que iría a hacer ahora.
La pantalla mostraba el inventario. Oprimí start y reanudé. No sé cuál fue la causa de lo que ocurrió en ese momento, y tampoco recordaba haberlo experimentado antes, pero escuché un rugir monstruoso y algo agudo, procedente de algún área que jamás había alcanzado. Sentí un escalofrío, pero las ansias crecían en mí. No sabía cómo, pero estaba seguro que hallaría a aquel enemigo oculto en las sombras tomara el esfuerzo que me tomara. Aunque me pasara la noche en ello. Al final del corredor, junto a una silla de ruedas hay una puerta con barrotes, imposible de abrir. Tras ella tinieblas, pero se alcanza a ver una parte del suelo, lo cual sugería que podía haber un área sin explorar que, de ser posible el ingreso, era probable que guardara algo. Mi principal sospecha era que el monstruo yacía allí. Repito, nunca supe de que alguien lo hubiera encontrado, el juego no lo menciona y si me enteré de su presumible existencia fue por el rumor. Pero había una corazonada en mí y, sin explicación, estaba sofocado. Desplacé a Harry a la esquina del muro de la puerta con barrotes, buscando quizá algún error del juego o pasadizo intencional, algo que me permitiera atravesar la pared. Sentía la presencia del enemigo, su respiración, ya no sabía si era parte de los efectos o mi mente empezaba a alucinar. De pronto sentí como una cuchillada dentro de mi cabeza y caí con dureza al suelo, con un temblor general en el cuerpo.
Me había sobrepasado. Mucho esfuerzo mental, mi cabeza iba a estallar, la vista se me tornó nublada.
Abrí los ojos, alargué la mano al control, y sentándome lentamente, seguí. Pero había cambiado. Ahora mostraba una escena. Estaba en un lugar desconocido, el suelo enrejado, en el centro se encontraba una masa repugnante, con filamentos viscosos, como una crisálida, y en el centro tenía un bulto con forma humana, envuelto por la piel de tono oscuro de la que estaba compuesta. Hacía ruidos como gruñidos. El corazón me latió con fuerza; por fin, había llegado hasta él. Este era el monstruo del hospital Alchemilla. De pronto emergió de las sombras Dahlia Gillespie y sostuvo un diálogo con mi personaje.
—Sin duda eres persistente. No imaginé que llegarías hasta aquí. El ritual está casi completo, el monstruo está a punto de despertar. —¿Qué es este lugar? Dónde está Cheryl. Si no me lo dices ahora me veré forzado a dispararte. —Este sector secreto del sótano del hospital no debía ser descubierto por ti. Esa despreciable enfermera, Lisa Garland, seguro ella te lo dijo todo. Pero si has venido a buscar una muerte terrible a manos del monstruo, pronto la encontrarás. Tu sacrificio será una llama que alimentará el poder de la Orden —dijo Dahlia con su voz aciaga y volvió a ser tragada por los brazos de la oscuridad. En ese instante se oyó un gruñido del monstruo, y la cámara lo enfocó. En su centro, aquel bulto con forma de cuerpo humano comenzó a moverse de una forma perturbadora y se oyeron gritos ahogados. Enseguida la secuencia acabó y me hallé frente a él, mientras una música de tensión emergía de a poco hasta que con claridad se escuchó el sonido violento de unos tambores. No sabía qué hacer. Con la pistola equipada, efectué varios disparos, y pese a que parecían darle, no saltaba sangre, algo me decía que eran inútiles. De la parte inferior de su cuerpo salieron unos seres como enormes babosas negras que se arrastraron hacia mí. Una me mordió y la maté con disparos. Abrí el inventario y enseguida debí curarme con una ampolla, pues había dejado a Harry con el mínimo de salud. Debí defenderme con tiros, se me acercaban en masa. Pero la batalla me tenía en un extremo estado de alerta, sentía martillazos en la cabeza, los tambores sonaban estridentes, estaba realmente mal. Iba a desmayarme en cualquier momento, pero tenía que terminar. Recordé que debía usar el cuchillo, lo equipé y me lancé corriendo al monstruo. Le di varias cuchilladas y sus gruñidos delataban que ahora sí lo estaba dañando. De repente, creo que lo derroté, emitió un último ruido desgarrador y la pantalla se cubrió de blanco. Mis ojos se cerraron y no pude sentir más que mis manos que soltaban el control contra su voluntad. Tras unos segundos recobré la conciencia. Se mostraba la pantalla de guardado. Al intentar salvar la partida, me decía:
“Esta partida está corrupta. ¿Comenzar nueva partida?”.
No había más opción que aceptar. Me sentí decepcionado y furioso al perder el progreso que tanto esfuerzo me había costado. Los días siguientes me quedé en cama, me sentía enfermo, quizá por el grado de obsesión al que me llevó el juego, por el esfuerzo tanto mental como físico que le había dedicado estas semanas. No quise volver a tocarlo. Sin embargo, cuando me sentí un poco mejor le di una última oportunidad, lo único que quería ver era dónde había quedado. Inicié la nueva partida guardada en el archivo anterior, y, sorprendido, comprobé que inició en la escuela Midwich. Allí estaba yo, en medio del pasillo, sin introducción ni nada. Lo primero que hice fue correr a la puerta de la oficina y la abrí. Seguido, una secuencia:
Apareció de cerca el rostro de Lisa Garland, sentada, con una expresión muy compungida en el rostro y me hablaba. Parecía estar a punto de derramar lágrimas y tenía las manos una sobre otra, como en un ruego. Su voz lastimera y baja empezó a decir:
—Harry, por qué lo hiciste. —Lisa —murmuró mi personaje. —Te dije que no fueras al sótano. Ahora te perseguirá, no te dejará en paz hasta arrastrarte al infierno. Hasta que seas como yo —añadió, con voz intranquila y rompió en llanto. Mi personaje intentó calmarla, pero ella levantó la vista y mirándome fijo, repitió: —Hasta que seas como yo.
Allí terminó la secuencia y la oficina apareció vacía como de costumbre, así sin más. Exploré la escuela un rato y el juego siguió su curso normal, nada cambiaba ni iría a cambiar. Frustrado, me puse de pie y me retiré a mi cuarto. No quería volver a saber de Silent Hill en un largo tiempo.
Por la noche, acostado, pese a que esta estaba a temperatura normal sentí un calor intenso. El despertador con sus números rojos marcaba las tres; también me acompañaba un miedo agudo, no sé por qué, pero me sentía agobiado, como en una crisis de pánico, pronto empecé a sudar frío. El ardor se me concentraba en el estómago, por lo que, como una intuición, tiré con rapidez de las sábanas. Y lo que encontré me puso la piel de gallina; ¡no podía creerlo!: tenía encima a una de las larvas negras, succionando mi piel teñida de sangre. Lancé un grito e intenté arrancarla de mí. Al conseguirlo, con una mano en la herida, sintiendo extremo dolor, me calcé los zapatillas y la reventé en el suelo. Entonces me puse de espaldas contra el muro, jadeante. Oí un alarido desgarrador desde la planta baja. Corrí a ver qué ocurría, con el corazón pegado al pecho.
Allí… allí, en el centro de la sala de estar estaba el monstruo… el monstruo el hospital; la sala se hallaba oscura como en una horrenda pesadilla y los rastros viscosos de aquel ser se podían ver por todas partes, junto a las larvas, sus asquerosas crías, inmóviles y amenazantes. Y de repente, su forma como de crisálida se abrió, donde estaba en el centro aquella cosa con forma humana atrapada que se revolvía de manera inquietante, y al quedar al descubierto no pude creerlo, caí de rodillas y el pavor absoluto recorrió todo mi cuerpo como una descarga eléctrica; ¡era yo mismo quien estaba allí! No resistí más, me desmayé y sentí cómo los ruidos del monstruo se desvanecían con lentitud.
Hasta ahora, nunca sabré si fue real o no, pero lo único que puedo hacer es dejarlo anotado en esta libreta. Y a los que les ha llegado mi experiencia solo una cosa les puedo advertir, en cuanto a aquel sótano macabro del juego: nunca indaguen demasiado en ese lugar, porque guarda secretos terribles y atrocidades que, por su salud mental, en ningún caso debieran ser vistas.
Un hombre de mediana edad corre sin descanso por un pueblo fantasma sumido en la niebla, cuyas edificaciones parecen abandonadas desde tiempo incalculable. Busca a su ser querido, de quien se separó instantes atrás tras tener un accidente automovilístico. Al despertar, aturdido, se encontró lleno de preguntas y junto al asiento del copiloto vacío vio la puerta abierta, salió entonces y se halló en medio de este pueblo dotado de una atmósfera espectral. Acaba de distinguir una silueta que está seguro de que es su ser querido, y sigue tras su rastro.
De esta manera empieza Silent Hill, introduciéndonos a Harry Mason que sigue la pista de su hija Cheryl, en el pueblo que da nombre al título, traducido como “Colina silenciosa”. Me recuerdo como un infante jugándolo, tras lo cual quedé con una especie de trauma. Pero ahora, a unos cuantos años de aquello, vuelvo a hacerlo, con el ánimo de enfrentar mis temores y disipar enigmas inconclusos. Para ser más preciso, el del monstruo del hospital, sobre lo que me referiré en las líneas siguientes. Por eso, saqué mi antigua PlayStation del armario, la desempolvé y puse el CD. Afortunadamente, todo funcionaba como la primera vez, pese al olvido en que la tenía. En mi pecho, más que alegría, había una dosis de misterio.
Las gotas de lluvia resbalaban por el cristal de la sala de estar, procedentes de la noche. Había una quietud general, estaba solo, y tras la acostumbrada animación del rombo naranja de Sony, apareció la pantalla de título, con las inmóviles letras de Silent Hill, que, sin embargo, causaban en mí una sensación difícil de explicar, una leve intranquilidad. Oprimí start y escuché ese brusco sonido repentino, que indica el inicio. A continuación el lapso de carga y el principio del juego, ya mencionado.
Debo dar unos datos para aclarar mejor el objetivo que me llevó a iniciar una nueva partida en este juego de otra época, aparte de las razones evidentes de su atmósfera e historia, que lo hacen una obra de arte. Sucede que, cuando jugaba hace años, una vez indagando en Internet me enteré en algún foro seguramente, no recuerdo, de que en el hospital Alchemilla existía un supuesto enemigo oculto. La información estaba en inglés, y, como no me manejo mucho en el idioma, solo entendí lo básico. Hablaba de que al parecer, en el sótano secreto del recinto se encuentra un jefe, o monstruo de final de nivel, pero cómo encontrarlo era un misterio; solo se decía que para derrotarlo había que emplear nada menos que el cuchillo, el arma más difícil de usar y posiblemente la más débil. Este rumor me rondó por la cabeza varios días, quizá meses, y como soy persistente, recuerdo que pasé mucho tiempo en el hospital Alchemilla, sin guardar la partida ni avanzar, solo dando vueltas y buscando pistas para dilucidar esta intriga. Probablemente debido a dicha obsesión caí enfermo una semana, porque por jugar muchas horas me daba fiebre. Incluso puedo visualizar como si fuera ayer un sueño que tuve. Era la escena en que Harry y Lisa, la extraña enfermera del hospital, hablan sentados de frente. Pero en vez del protagonista estaba yo mismo en la silla. Lisa se acercó y me dijo:
—Puedo decirte dónde se encuentra aquel monstruo. —¿Sí?, ¿dónde?— respondí ansioso. —Pero no deberías ir a ese lugar, es terrible, no podrás salir nunca más… —y en ese instante sus palabras se escucharon como un eco. “Nunca más”, se desvanecía con lentitud, así como la figura de ella, se tornaba fantasmagórica hasta que la silla quedó desocupada. Y escuché, de nuevo como una voz distante, “En el sótano…”. Después desaparecía todo y desperté.
En la nueva partida, después de pasar la horrorosa escuela primaria Midwich, donde se pelea con aquel lagarto capaz de devorarte de un solo mordisco, llegué por fin al hospital, a partir del cual la historia cobra bastante fuerza, pues aunque Harry no ha vuelto a ver a Cheryl, terribles secretos del pasado, ligados a aquel lugar, comienzan a despertar. Luego de encontrarme con M. Kaufmann, el doctor, y tomar el elevador donde en contra de toda lógica aparece un enigmático piso cuatro, ingreso una vez más al “Otro mundo”, donde las paredes parecen oxidadas y salpicadas de sangre, así como mi propia sangre recorre en una oleada mi cuerpo, y enfrento de nuevo los temores que desde la infancia me asaltaron; pero ahora había una diferencia. Asegurado con nueva información, estaba decidido a encontrar al monstruo, aunque fuera tan terrible como mi propio sueño me lo advirtió.
Tras varias horas seguidas dejé el juego en pausa, habiendo llegado al siniestro sótano, y me levanté a beber un vaso de agua, pues sentía cierto ardor en la frente. “Debo continuar”, me dije, “ahora que llegué al sótano y estoy tan cerca no puedo detenerme”. Pero el vaso resbaló de mi mano cuando me atacó un fuerte dolor de cabeza. Eran las cinco de la mañana y no había hecho más que jugar por varias horas. Debía juntar valor y continuar, aunque me desmayara en el proceso por falta de energías. Dejé el vaso, tomé algo ligero de comer y volví a sentarme frente a la consola. Tenía perfectamente claro lo que iría a hacer ahora.
La pantalla mostraba el inventario. Oprimí start y reanudé. No sé cuál fue la causa de lo que ocurrió en ese momento, y tampoco recordaba haberlo experimentado antes, pero escuché un rugir monstruoso y algo agudo, procedente de algún área que jamás había alcanzado. Sentí un escalofrío, pero las ansias crecían en mí. No sabía cómo, pero estaba seguro que hallaría a aquel enemigo oculto en las sombras tomara el esfuerzo que me tomara. Aunque me pasara la noche en ello. Al final del corredor, junto a una silla de ruedas hay una puerta con barrotes, imposible de abrir. Tras ella tinieblas, pero se alcanza a ver una parte del suelo, lo cual sugería que podía haber un área sin explorar que, de ser posible el ingreso, era probable que guardara algo. Mi principal sospecha era que el monstruo yacía allí. Repito, nunca supe de que alguien lo hubiera encontrado, el juego no lo menciona y si me enteré de su presumible existencia fue por el rumor. Pero había una corazonada en mí y, sin explicación, estaba sofocado. Desplacé a Harry a la esquina del muro de la puerta con barrotes, buscando quizá algún error del juego o pasadizo intencional, algo que me permitiera atravesar la pared. Sentía la presencia del enemigo, su respiración, ya no sabía si era parte de los efectos o mi mente empezaba a alucinar. De pronto sentí como una cuchillada dentro de mi cabeza y caí con dureza al suelo, con un temblor general en el cuerpo.
Me había sobrepasado. Mucho esfuerzo mental, mi cabeza iba a estallar, la vista se me tornó nublada.
Abrí los ojos, alargué la mano al control, y sentándome lentamente, seguí. Pero había cambiado. Ahora mostraba una escena. Estaba en un lugar desconocido, el suelo enrejado, en el centro se encontraba una masa repugnante, con filamentos viscosos, como una crisálida, y en el centro tenía un bulto con forma humana, envuelto por la piel de tono oscuro de la que estaba compuesta. Hacía ruidos como gruñidos. El corazón me latió con fuerza; por fin, había llegado hasta él. Este era el monstruo del hospital Alchemilla. De pronto emergió de las sombras Dahlia Gillespie y sostuvo un diálogo con mi personaje.
—Sin duda eres persistente. No imaginé que llegarías hasta aquí. El ritual está casi completo, el monstruo está a punto de despertar. —¿Qué es este lugar? Dónde está Cheryl. Si no me lo dices ahora me veré forzado a dispararte. —Este sector secreto del sótano del hospital no debía ser descubierto por ti. Esa despreciable enfermera, Lisa Garland, seguro ella te lo dijo todo. Pero si has venido a buscar una muerte terrible a manos del monstruo, pronto la encontrarás. Tu sacrificio será una llama que alimentará el poder de la Orden —dijo Dahlia con su voz aciaga y volvió a ser tragada por los brazos de la oscuridad. En ese instante se oyó un gruñido del monstruo, y la cámara lo enfocó. En su centro, aquel bulto con forma de cuerpo humano comenzó a moverse de una forma perturbadora y se oyeron gritos ahogados. Enseguida la secuencia acabó y me hallé frente a él, mientras una música de tensión emergía de a poco hasta que con claridad se escuchó el sonido violento de unos tambores. No sabía qué hacer. Con la pistola equipada, efectué varios disparos, y pese a que parecían darle, no saltaba sangre, algo me decía que eran inútiles. De la parte inferior de su cuerpo salieron unos seres como enormes babosas negras que se arrastraron hacia mí. Una me mordió y la maté con disparos. Abrí el inventario y enseguida debí curarme con una ampolla, pues había dejado a Harry con el mínimo de salud. Debí defenderme con tiros, se me acercaban en masa. Pero la batalla me tenía en un extremo estado de alerta, sentía martillazos en la cabeza, los tambores sonaban estridentes, estaba realmente mal. Iba a desmayarme en cualquier momento, pero tenía que terminar. Recordé que debía usar el cuchillo, lo equipé y me lancé corriendo al monstruo. Le di varias cuchilladas y sus gruñidos delataban que ahora sí lo estaba dañando. De repente, creo que lo derroté, emitió un último ruido desgarrador y la pantalla se cubrió de blanco. Mis ojos se cerraron y no pude sentir más que mis manos que soltaban el control contra su voluntad. Tras unos segundos recobré la conciencia. Se mostraba la pantalla de guardado. Al intentar salvar la partida, me decía:
“Esta partida está corrupta. ¿Comenzar nueva partida?”.
No había más opción que aceptar. Me sentí decepcionado y furioso al perder el progreso que tanto esfuerzo me había costado. Los días siguientes me quedé en cama, me sentía enfermo, quizá por el grado de obsesión al que me llevó el juego, por el esfuerzo tanto mental como físico que le había dedicado estas semanas. No quise volver a tocarlo. Sin embargo, cuando me sentí un poco mejor le di una última oportunidad, lo único que quería ver era dónde había quedado. Inicié la nueva partida guardada en el archivo anterior, y, sorprendido, comprobé que inició en la escuela Midwich. Allí estaba yo, en medio del pasillo, sin introducción ni nada. Lo primero que hice fue correr a la puerta de la oficina y la abrí. Seguido, una secuencia:
Apareció de cerca el rostro de Lisa Garland, sentada, con una expresión muy compungida en el rostro y me hablaba. Parecía estar a punto de derramar lágrimas y tenía las manos una sobre otra, como en un ruego. Su voz lastimera y baja empezó a decir:
—Harry, por qué lo hiciste. —Lisa —murmuró mi personaje. —Te dije que no fueras al sótano. Ahora te perseguirá, no te dejará en paz hasta arrastrarte al infierno. Hasta que seas como yo —añadió, con voz intranquila y rompió en llanto. Mi personaje intentó calmarla, pero ella levantó la vista y mirándome fijo, repitió: —Hasta que seas como yo.
Allí terminó la secuencia y la oficina apareció vacía como de costumbre, así sin más. Exploré la escuela un rato y el juego siguió su curso normal, nada cambiaba ni iría a cambiar. Frustrado, me puse de pie y me retiré a mi cuarto. No quería volver a saber de Silent Hill en un largo tiempo.
Por la noche, acostado, pese a que esta estaba a temperatura normal sentí un calor intenso. El despertador con sus números rojos marcaba las tres; también me acompañaba un miedo agudo, no sé por qué, pero me sentía agobiado, como en una crisis de pánico, pronto empecé a sudar frío. El ardor se me concentraba en el estómago, por lo que, como una intuición, tiré con rapidez de las sábanas. Y lo que encontré me puso la piel de gallina; ¡no podía creerlo!: tenía encima a una de las larvas negras, succionando mi piel teñida de sangre. Lancé un grito e intenté arrancarla de mí. Al conseguirlo, con una mano en la herida, sintiendo extremo dolor, me calcé los zapatillas y la reventé en el suelo. Entonces me puse de espaldas contra el muro, jadeante. Oí un alarido desgarrador desde la planta baja. Corrí a ver qué ocurría, con el corazón pegado al pecho.
Allí… allí, en el centro de la sala de estar estaba el monstruo… el monstruo el hospital; la sala se hallaba oscura como en una horrenda pesadilla y los rastros viscosos de aquel ser se podían ver por todas partes, junto a las larvas, sus asquerosas crías, inmóviles y amenazantes. Y de repente, su forma como de crisálida se abrió, donde estaba en el centro aquella cosa con forma humana atrapada que se revolvía de manera inquietante, y al quedar al descubierto no pude creerlo, caí de rodillas y el pavor absoluto recorrió todo mi cuerpo como una descarga eléctrica; ¡era yo mismo quien estaba allí! No resistí más, me desmayé y sentí cómo los ruidos del monstruo se desvanecían con lentitud.
Hasta ahora, nunca sabré si fue real o no, pero lo único que puedo hacer es dejarlo anotado en esta libreta. Y a los que les ha llegado mi experiencia solo una cosa les puedo advertir, en cuanto a aquel sótano macabro del juego: nunca indaguen demasiado en ese lugar, porque guarda secretos terribles y atrocidades que, por su salud mental, en ningún caso debieran ser vistas.