No podía evitar aterrorizarme al ver esos espantosos ojos al pie de mi cama que me observaban cada noche, sus blancos colmillos amenazando cada centímetro de mi piel; no sabía si era un vampiro, un lobo, o, algún otro monstruo que quería devorarme cada una de las noches de mi vida.
Cuando me acostaba en mi cama, tras caer el alba, sentía una pesadez en todo mi cuerpo; la oscuridad poco a poco llenaba mis ojos; arañas salían de las paredes y se introducían en mis orejas y mis fosas nasales; el frío tan intenso de cada noche provocaba que todas mis articulaciones perdieran la sensibilidad, y, para hacer más grande mi tormento, esos horribles ojos amarillos debajo de mi cama que se reflejaban en el espejo de mi cuarto.
Quería liberarme de esa prisión, pero ataduras invisibles me retenían a la cama. Fue entonces cuando los ojos adquirieron una cara, un cuerpo y una risa diabólica; intenté nuevamente liberarme, pero ahora mis músculos no reaccionaban; mi corazón latía espantosamente rápido.
Comencé a hiperventilarme por el miedo y perdí el conocimiento. Mientras me desmayaba, una voz me llamaba; era una voz tan preciosa, delicada, una voz que me tranquilizó al punto que todas las cosas horrorosas que me rodeaban desaparecieron, dejando en mi habitación una paz indescriptible.
La voz seguía pronunciando mi nombre, fue hasta que vi un rayo de luz por mi ventana, que desperté. Estaba acostado en el sofá de mi casa y Liliana, una amiga, se encontraba arriba de mí.
– Hola, guapo, ¿Cómo estás? –preguntó ella, dio un salto y bajó del sofá.
– ¿Liliana? Algo me acaba de suceder. Tuve una pesadilla.
- ¿De qué pesadilla hablas? – dijo Liliana.
- Soñé con uno horribles ojos amarillos. –en ese momento el teléfono de mi casa sonó.
Quise contestar, pero Liliana me sujeto de un brazo, me lanzó de nuevo al sofá y me besó. Estaba comenzando a excitarme cuando alguien tocó la puerta. Me levanté bruscamente, pues pensé que eran mis Padres, aunque mis padres no tocarían la puerta, aun así, ya de pie, caminé hacia la entrada y me di cuenta que era mi maestro de literatura.
- ¿profesor Galaz, qué hace por aquí? – El delgado hombre; que vestía una camisa blanca, un pantalón de color café y un suéter de rombos del mismo color, agachó la cabeza y unas lágrimas corrieron por sus mejillas.
– Es tu amigo Esteban. Él… él murió esta mañana. – No escuché ninguna de las otras palabras que salieron de la boca de mi maestro; incluso cuando me abrazó yo seguí paralizado; mi cuerpo no respondía, sólo podía imaginar a mi mejor amigo muerto.
Cuando reaccioné después de aquella noticia, Liliana me abrazaba y estabas sólo ella y yo en mi casa.
- ¿dónde está mi profesor? – pregunte aún con Liliana rodeando mi cuello.
– se fue hace unos minutos. Dijo que iba al funeral de Esteban. Que nos esperan ahí todos nuestros compañeros. –dijo ella, al mismo tiempo que besaba mi frente.
Me recosté en el sofá, mirando el techo y con la mente en blanco.
Por primera vez, las grietas de que había arriba de mí se veían con mucha más claridad que cuando lo hacía con la mente llena de estúpidas ideas. Liliana caminó a la cocina para prepararme un té; podía oír el ruido de las tazas y todas las cosas que movía para preparar la bebida.
Recordé la última vez que vi a Esteban: Él y yo caminábamos de regreso de la escuela, y pasábamos por el muelle de la ciudad cuando se detuvo repentinamente.
– Anoche tuve un sueño muy extraño: soñé con un par de ojos amarillos debajo de mi cama. – me dijo mientras se sentaba en una de las bancas.
– Esos ojos me miraban de una manera horrible, y no es la primera vez que sueño con ellos. – me limité a escuchar lo que Esteban me decía. Me senté a su lado y lo miré para que continuara.
– Al final de cada sueño mi habitación se llena de agua y no puedo respirar. Todo es tan real que a veces no parece un sueño.
- Eso suena más a una pesadilla. – le dije.
- Sí, una horrible pesadilla recurrente, pero, mejor vámonos de aquí. El agua me pone nervioso, - se levantó y en su cara se dibujó una ligera sonrisa. Me levanté después de él y nos fuimos de ahí.
Una hora después de toda la conmoción, Liliana y yo llegamos al velorio. Enfrente de todas las personas, Erick y Ana nos esperaban; ellos dos eran parte de mis amigos más queridos. Cuando nos acercamos Ana me abrazó.
– No puedo creer que Esteban esté muerto. – dijo ella.
–Apenas ayer lo vi y quedamos en vernos hoy en la noche.
-yo tampoco puedo creer que esto esté pasando. –añadió Erick.
–Pero, lo más extraño es la forma en que murió. – al escuchar eso no pude evitar preguntar la manera en la que mi amigo había fallecido.
–encontraron su cuerpo en la piscina de la escuela, al parecer se ahogó. Dijo Erick.
- pero, si esteban sabía nadar muy bien. Es imposible que se ahogara. – le dije a Erick con incredulidad.
- Pues, también creo que es muy extraño, pero ese fue el resultado de la autopsia. Tenía los pulmones llenos de agua, no cabe duda que se ahogara. – nos dijo Ana con lágrimas en los ojos.
Cuando me dijeron la causa de la muerte de Esteban, a mi mente vino el recuerdo de aquel sueño que él me había contado aquella vez. ¿Sería coincidencia? Era lo más probable. Después de unos minutos el velorio terminó así que todos nosotros nos dirigiríamos a mi casa para conversar un rato, pero antes de dejar el cementerio, el maestro de literatura no interceptó.
- ¿puedo saber a dónde se dirigen? –preguntó.
- vamos a mi casa, creo que es mejor que nos distraigamos un rato. –le dije.
- ya veo. Y ¿usted quién es, señorita? –dijo mientras miraba a Liliana.
-Es Liliana, profesor. Ella está en nuestra clase de literatura. ¿No la recuerda?
-honestamente no recuerdo quien… -antes de que terminara la frase. Liliana lo tomó de la mano y lo saludo.
-¡oh! ¡Claro! Liliana. Discúlpame, todo esto de Esteban tiene mi mente hecha un torbellino. Bueno, traten de distraerse. Hasta luego. – El profesor se despidió de todos y caminó en dirección a su coche; se subió y se fue, dejando detrás el humo del escape.
Después de ver como se alejaba, los muchachos y yo caminamos a la calle y tomamos un taxi. Erick subió en el asiento delantero y yo me senté atrás, en medio de Liliana y Ana. Ana apoyó su cabeza en mi hombro y yo coloqué la mía junto ella. Liliana tomó mi mano, pero tuve una extraña sensación cuando lo hizo; un extraño frío provenía de ella.
-¿pasa algo? –me preguntó.
-no, todo está bien. –apreté con fuerza su mano y cerré mis ojos.
Ha pasado ya una semana desde la muerte de mi mejor amigo; el mismo tiempo que Ana, Erick y yo llevamos sumergido en el mundo de la mariguana. Cuando llegamos a mi casa todo se tornó en un eterno delirio de drogas y alcohol; dos veces, Erick y yo estuvimos al borde de un ataque, sin embargo, logramos librarnos de la muerte, aunque a estas alturas de mi vida no creo querer evitarla.
En el sofá de mi sala; los cuerpos inmóviles de mis amigos tenían señales de no haberse aseado en días, yo en cambio, después de una ducha con agua fría, me sentía casi listo para regresar a mi vida normal, no sé cuál sería esa vida pero tenía que regresar.
Me vestí rápidamente, tomé mis cosas y caminé hasta la puerta; me dolía dejar a mis amigos en ese estado pero no había mucho que pudiera hacer, tenía que reincorporarme a la escuela; a la vida. Tomé un
Atajo por la concina y cogí un pan. Caminé a la puerta, y, en el preciso momento que mi mano tocó el picaporte, el timbré se dejó escuchar. Un frío sepulcral recorrió cada una de las vértebras de mi espina.
¿Por qué sentía tanto miedo en ese momento?
Lo único que había escuchado era el sonido agudo del timbre y ya mis piernas temblaban. Era como si una extraña presencia estuviera al otro lado esperando por mí. Abrí la puerta y por un momento mi cuerpo se congeló por completo, unos ojos amarillos se encontraban a centímetros de mi cara, y, esos mismos ojos se arrojaban sobre mi cuerpo; la extraña figura negra de ojos demoniacos no era más que Liliana que me visitaba.
Cuando vi su rostro me tranquilicé. Justo iba a cruzar palabras con ella, cuando súbitamente. Erick despertó en un estado de pánico, gritando y arrojando golpeas a la nada. Corrí para detenerlo pero sólo logre que unos de los golpes impactaran con mi cara.
Liliana intentó lo mismo sin ningún resultado positivo, simplemente empeoró las cosas, ya que, al verla, Erick inició una serie de desgarradores gritos en los cuales mencionaba un par de ojos amarillos, garras y colmillos. No tuve más opción que lanzarme ferozmente sobre él. Ambos caímos al suelo, pero Erick fue el único que perdió el conocimiento.
Después de aquella escena no pude hacer nada más que quedarme en mi casa para cuidar de mis amigos.
La mañana del día siguiente nos regalaba una fresca brisa, lo cual era muy extraño por la época del año en la que nos encontrábamos. Al despertar, lo primero que vi fue a Ana cocinando. Erick dormía. Me levanté y caminé hacía el baño, cuando una foto llamó mi atención. La imagen retratada mostraba a Esteban, Ana, Erick y a mí, incluso el profesor Galaz; consideré extraño el hecho de que Liliana no apareciera en ella, pero no le di mayor importancia. Terminé en el baño y regresé a la sala.
Me senté en el sofá y cubrí mi rostro con mis manos pero entre mis dedos pude notar la intermitente luz de la maquina contestadora. Tomé el teléfono y oprimí el
Botón para escuchar los mensajes. Una extraña estática interfería con lo que parecía la voz de Esteban… hermano…corr…ojos…amari…. ¡Hermano!.. ¡Ayúdame! La grabación se cortó y la maquina añadió: mensaje recibido hace un mes… colgué la bocina y me quedé petrificado junto al aparato; definitivamente era la voz de Esteban, pero… ¿Por qué el mensaje era de hace un mes?, si para esas fechas él estaba conmigo en las montañas, de vacaciones, y, además hace un mes ninguno de los dos sabía o había escuchado algo acerca de un par de ojos amarillos.
Mi primera reacción fue mirar mi celular y mi horror fue mayor cuando me di cuenta que hacía ya un mes que Esteban estaba muerto.
Mi nombre es Dr. Juan Galaz, fecha… 6 de… del 2012. He decidido escribir éste diario, debido a los sucesos tan horrorosos que llevado lugar aquí en… El pasado sábado, Esteban, uno de mis mejores alumnos acudió a mí después de las horas de clases. En mi oficina los empolvados en los estantes, los mismo libros que formaban parte de mi profesión como maestro de literatura en la universidad.
El muchacho se sentó; parecía un tanto decaído y demacrado; sus ojeras inferían que no había dormido; y su estado era un poco alterado. Le hablé y pregunté a que se debía su visita. –he venido porque necesito ayuda.-dijo-
-¿qué tipo de ayuda, Esteban?
-desde algunos días he tenido pesadillas en las que veo unos horribles ojos amarillo, y al final me ahogo. Sé que suena estúpido que lo interrumpa por algo tan trivial. Pero es algo tan real y comenzó desde el día que en las clases, estudiamos los temas sobre cultos. Quizá eso signifique algo.
-lo miré un poco sorprendido.- Bueno, hijo.- me levanté y tomé un libro. –no soy un experto en sueños pero recuerdo bien la clase a la que refieres. Abordamos los temas de demonología y antiguos cultos de la edad media, pero fueron simplemente para relacionarlos a la forma en la que se comparta la sociedad actual, eso no tiene nada que ver con unos ojos amarillos.
-lo sé, pero, después de esa clase me tomé la libertad de estudiar a los cultos; la información que encontré me fascinó tanto que no podía dormir y tuve que indagar más.
Fui a las bibliotecas de un pueblo en las montañas de… donde leí que esos cultos habían comenzado, y lo que encontré me impactó a tal grado que me es imposible dormir. Mientras mi amigo se divertía, yo adentré en unas cuevas muy antiguas, donde encontré estos símbolos.
–Esteban puso sobre la mesa una libreta con extraños símbolos, la cogí y comencé a hojearla mientras le indicaba a Estaban que prosiguiera.
–En el más profundo de la cueva hallé un extraño anillo de oro, lo tomé en mis manos y lo coloque en mi dedo medio de mi mano derecha. Salí de la cueva y caminé al hotel.
En la habitación contemplaba aquel anillo y decidí regresar a casa. –el muchacho sacó de su bolsillo un extraño anillo, adornado con joyas muy valiosa y con los mismo símbolos de la libreta. Le dije que me quedaría con la libreta y la argolla para examinarlos, pero Esteban se negó a entregármela, así que sólo quedó a mí disposición la libreta. Esteban se retiró de mi oficina y yo me dirigí a la biblioteca.
En una de las computadoras leía información sobre los símbolos; extraños rituales se llevaban a cabo con ellos; uno de los famosos, por así decirlo, era un rito para invocar a la deidad más sagrada de esta secta, la traducción de estos era la palabra “Muerte”.
Miré un poco más y hallé que el anillo era el instrumento principal para éste procedimiento; no soy de las personas supersticiosas pero decidí decirle a Estaban lo que había encontrado. Traté de llamarlo pero nadie contestó en su casa, no me pareció extraño, ya que era algo tarde. Era casi media
Noche, cuando, una fría corriente interrumpió en la oficina, las luces parpadeaban y logré oír el ruido de algunos libros al caerse; salí a verificar y no había nadie, inclusive no pude ver ningún libro en el suelo, en cambio, logre divisar una sombra que caminaba por los pasillos. Salí de la biblioteca para salir a mi hogar cuando al cruzar por el gimnasio pude ver a Esteban en uno de los trampolines más altos, con la mirada perdida y dispuesto a lanzarse.
Le grité pero no escuchaba. Subí al trampolín y lo llamé de nuevo. Mi miedo a las alturas no me permitía avanzar muy rápidamente. Cuando estuve cerca de él, lo tomé por el hombro y al mirarme, pude ver en su cara dos horrendos ojos amarillos y de su boca no se escuchaba su voz, si no la de una mujer que decía “Lo siento”. Mi cuerpo se paralizó y ambos caímos al agua.
Cuando desperté, me encontraba en una camilla de hospital público, me levanté y caminé hacia el pasillo. Afuera había varias caras familiares, unas de ellas, eran las caras de los padres de Esteban. Mi primera reacción fue preguntar por él, y grande fue mi sorpresa al descubrir que había muerto...
…ha pasado ya un mes desde la muerte de mi alumno Esteban, así como también un mes desde que sus amigos dejaron de llegar a la universidad; al principio deduje que era normal pero empiezo a preocuparme, más porque desde aquel día cosas extrañas me han sucedido, todas relacionadas con esos ojos amarillos de los que Esteban me había hablado.
Caminé a la casa de los amigos de mi antiguo alumno para saber qué sucedía. Al llegar no pude ver indicios de que hubiera alguien, sin embargo, llamé a la puerta, pero nadie acudió. Me desesperé, pues necesitaba decirles quién había asesinado a su amigo.
Al oír el mensaje en la grabadora toda la habitación se convirtió en un agujero negro, lleno de gritos y lamentos, detrás de mí Liliana me cubría la boca y me ocultaba.
En el lugar donde nos escondíamos, aún sin yo saber de qué, podía observar el cuerpo ya sin vida de Erick. Miré horrorizado a Liliana y ella me señaló que no hiciera ningún ruido. De la cocina vi salir a Ana, con un aspecto tétrico y fantasmal, y, en sus ojos de dibujaba un color amarillo horrible. En un parpadeo ya no estaba ahí y estaba a nuestras espaldas. Tomó a Liliana del cuello y comenzó a estrangularla; yo no podía moverme y al ver como el amor de mi vida estaba a punto de morir, corrí a la cocina y tomé un cuchillo, el cual después clavé en la espalda de Ana.
Ella soltó a Liliana, y, enseguida le grité que corriera. Salió de la casa y yo me quedé solo con aquella horrible figura muriendo delante de mí. Tomé de nuevo el cuchillo y esta vez lo inserté en esos monstruosos ojos. La casa volvió a la normalidad y escuché el timbre de la casa, pero perdí el conocimiento antes de poder llegar a la puerta.
Encendí mi grabadora de mano para las siguientes páginas de mi diario. Toqué de nuevo la puerta de la casa y ningún sonido provenía del interior. Hundido en una preocupación mayos, allané la casa; en su interior todas las luces estaban apagadas, me adentré más y un fétido olor llegó a mí.
Abría las cortinas y grande fue mi horror al ver los cuerpos sin vida de todos los amigos de Esteban. Los cuatro cuerpos yacían en el suelo sin movimiento alguno. En el centro de la mesa que adornaba la sala, pude ver el anillo de oro. Abrí mi portafolio y los guardé allí. En ese momento toda la luz del lugar desapareció.
–sé que eres tú-. Dije.
–no me asusta tu presencia. –los cuerpos de los muchachos desaparecieron uno por uno, frente a mí. Sentí una mirada clavada en mi nuca. Miré hacia atrás.
Y Distinguí en la oscuridad a aquellos ojos amarillo de las pesadillas de todos nosotros. Una esquelética mano tocó mi pecho y un gran dolor me invadió. Caí de rodillas al suelo y mi respiración era muy forzada. Mi cuerpo entero se desplomó en el suelo y mi grabadora salió de mi bolsillo.
Oí unos pasos que se acercaban; vi las mismas manos que me habían dejado en éste estado, tomando el pequeño aparato de grabación, y después vi cómo se alejaba lentamente. En mis últimos momentos de vida pude ver su cara, esa infernal mujer que con los ojos amarillos había acabado con cada uno de nosotros.
Se escuchó un click que indicaba el fin de una grabación. Delante de mí, el cuerpo sin vida del Profesor Galaz, perdía el color rosado que provocaba la sangre en circulación. La figura oscura caminó unos cuantos pasos, se sentó en el sofá y comenzó a reír. No sabía que me sucedía, pero mi corazón palpitaba lentamente, mi vista se nublaba y cerraba mis ojos de manera intermitente.
¿Entiendes lo que sucede? –dijo aquel monstruo, pero yo no pude responder.
–El cerebro es el órgano más poderoso del cuerpo humano, así como el más fácil de engañar. He jugado con sus mentes desde el momento en que me liberó Esteban, en aquellas montañas. –de inmediato los recuerdos me llevaron al pasado, al día exacto que estuvimos de vacaciones en aquel lugar.
–Nunca lograrías saber que soy, eso ni yo lo sé. Lo único que sé es que me encanta jugar con las frágiles vidas humanas; un momento están vivos y al otro, sus cuerpos yacen inertes. Llegué a sus vidas y nunca lo notaron, asesiné a dos de tus amigos e hice que tú acabaras con otro de ellos.
–Miré con horror hacía Anna y pude ver que su cuerpo era normal, pero sus ojos no estaban; yo la había asesinado.
–Algunos me llaman muerte, pero sólo soy un mensajero; mi trabajo es recordarles que la vida no es un juego, sin embargo, ya me he aburrido de eso, así que mí querido amigo, ahora que soy libre, disfrutaré de esta libertad. –junté fuerzas para hablar y unas pocas
Palabras salieron de mí. -¿quién eres? ¿Por qué haces esto? –aquella criatura sólo dejó salir una risa malévola.
-hago esto, por el simple hecho de que es divertido; ahogar a tu mejor amigo; hacer que uno de ellos muriera por la locura de las pesadillas que le provoqué, hacerte cometer un homicidio, incluso encerrarlos aquí por tanto tiempo sin que se dieran cuenta de eso. Nunca me la había pasado tan bien, y sabes… aún hay algo mejor.
-Un segundo estaban los ojos amarillo sentados en el mueble, y al siguiente se encontraban frente a mí acompañados de una sonrisa diabólica. Esa cara hizo pasar por mi cabeza todos esos recuerdos de mis amigos, de mi familia, de mi profesor, de todos y cada uno de los seres que yo amaba, de todos menos de Liliana, quien ahora mismo sonreía junto a mi cara.
En la oscuridad de mi lenta muerte, poco a poco su figura se desvanecía, y el calor de llamas que consumían mi caza contrastaba con la última imagen que vi; esos ojos amarillos atormentándome hasta el último aliento.
Desperté y me encontraba acostado en mi casa, pensé que todo había sido una pesadilla de lo más espantoso, pero al alzar la mirada comprobé que no era así; el profesor Galaz estaba muerto al pie de mi cama, y su cuerpo estaba en estado de putrefacción, salí a la sala y ahí estaban todos mis amigos muertos, traté de recordar lo que pasó en ese lugar y a mi mente vinieron espantosos recuerdos de mi ahogando a Esteban en la piscina de la escuela; me veía en la sala, clavando un cuchillo en los cuerpos de Erick y Anna, y recordé como había estrangulado a mi profesor.
No puedo creer que todo esto estuviese pasando, traté de salir de mi casa pero todas las puertas y ventanas estaban cerradas. A cada paso que daba, a mi mente llegaban horribles visiones de mí, asesinando a mis amigos cada una de maneras diferentes; todo el lugar se tornaba oscuro de nuevo y oía la risa de Liliana resonando por todo el lugar. Corrí a mi habitación y tomé la pistola que mi padre me había dado por protección. La coloqué en mi sien y cuando estuve a punto de tirar del gatillo pude ver los ojos amarillos
Enfrente de mí, pero enfrente de mí sólo había un espejo; yo era el demonio de los ojos amarillos, yo era aquel monstruo. De mis manos cayó el arma sin detonar y me derrumbe en el suelo, lo último que recuerdo es escuchar como la puerta de mi habitación era abierta a la fuerza y vi entrar por ella a un par de hombres vestidos de policías, las borrosas figuras desaparecían a medida que perdía el conocimiento.
Mi nombre es Dr. Coleman. Director del hospital de salud mental de… Expediente 102J16010. El paciente número 1826 ingresó a esta institución el día jueves 2… del mes de enero a las tres de la tarde. Se le diagnosticó con un severo caso de psicosis y delirium tremens. Se le acusa de la muerte de tres jóvenes adultos de entre 20 y 21 años y un adulto 45 años.
Desde su ingreso no ha mostrado ninguna mejoría, y parece que su estado empeora. Hemos recurrido a todos los métodos que tenemos para averiguar la raíz del problema, pero todo ha sido inútil…
El caso del paciente número 1826 me había dejado exhausto, nunca había visto algo así. Me levanté de mi silla y en ese momento alguien tocó la puerta.
–Adelante- la enfermera entro con una taza de café. –Muchas gracias- le dije. Ya se marchaba cuando la llama. -¿sí, doctor? –dijo ella.
-puedes ir a revisar al paciente 1826, necesito un informe de su estado.
-¿cree que sea buena idea? Cada vez que me ve parece empeorar.
-no te preocupes, estoy seguro que no es tu culpa, así pasa con muchos pacientes, además, eres la única que parece disfrutar ayudarme con él.
-sí, lo sé, pobre muchacho, tan joven. Está bien doctor, enseguida voy.
-una cosa más. Gracias por todo, Liliana. –la joven salió de mi consultorio y yo me recosté en mi silla para descansar un momento, esperando no soñar de nuevo con esos ojos amarillo.
Cuando me acostaba en mi cama, tras caer el alba, sentía una pesadez en todo mi cuerpo; la oscuridad poco a poco llenaba mis ojos; arañas salían de las paredes y se introducían en mis orejas y mis fosas nasales; el frío tan intenso de cada noche provocaba que todas mis articulaciones perdieran la sensibilidad, y, para hacer más grande mi tormento, esos horribles ojos amarillos debajo de mi cama que se reflejaban en el espejo de mi cuarto.
Quería liberarme de esa prisión, pero ataduras invisibles me retenían a la cama. Fue entonces cuando los ojos adquirieron una cara, un cuerpo y una risa diabólica; intenté nuevamente liberarme, pero ahora mis músculos no reaccionaban; mi corazón latía espantosamente rápido.
Comencé a hiperventilarme por el miedo y perdí el conocimiento. Mientras me desmayaba, una voz me llamaba; era una voz tan preciosa, delicada, una voz que me tranquilizó al punto que todas las cosas horrorosas que me rodeaban desaparecieron, dejando en mi habitación una paz indescriptible.
La voz seguía pronunciando mi nombre, fue hasta que vi un rayo de luz por mi ventana, que desperté. Estaba acostado en el sofá de mi casa y Liliana, una amiga, se encontraba arriba de mí.
– Hola, guapo, ¿Cómo estás? –preguntó ella, dio un salto y bajó del sofá.
– ¿Liliana? Algo me acaba de suceder. Tuve una pesadilla.
- ¿De qué pesadilla hablas? – dijo Liliana.
- Soñé con uno horribles ojos amarillos. –en ese momento el teléfono de mi casa sonó.
Quise contestar, pero Liliana me sujeto de un brazo, me lanzó de nuevo al sofá y me besó. Estaba comenzando a excitarme cuando alguien tocó la puerta. Me levanté bruscamente, pues pensé que eran mis Padres, aunque mis padres no tocarían la puerta, aun así, ya de pie, caminé hacia la entrada y me di cuenta que era mi maestro de literatura.
- ¿profesor Galaz, qué hace por aquí? – El delgado hombre; que vestía una camisa blanca, un pantalón de color café y un suéter de rombos del mismo color, agachó la cabeza y unas lágrimas corrieron por sus mejillas.
– Es tu amigo Esteban. Él… él murió esta mañana. – No escuché ninguna de las otras palabras que salieron de la boca de mi maestro; incluso cuando me abrazó yo seguí paralizado; mi cuerpo no respondía, sólo podía imaginar a mi mejor amigo muerto.
Cuando reaccioné después de aquella noticia, Liliana me abrazaba y estabas sólo ella y yo en mi casa.
- ¿dónde está mi profesor? – pregunte aún con Liliana rodeando mi cuello.
– se fue hace unos minutos. Dijo que iba al funeral de Esteban. Que nos esperan ahí todos nuestros compañeros. –dijo ella, al mismo tiempo que besaba mi frente.
Me recosté en el sofá, mirando el techo y con la mente en blanco.
Por primera vez, las grietas de que había arriba de mí se veían con mucha más claridad que cuando lo hacía con la mente llena de estúpidas ideas. Liliana caminó a la cocina para prepararme un té; podía oír el ruido de las tazas y todas las cosas que movía para preparar la bebida.
Recordé la última vez que vi a Esteban: Él y yo caminábamos de regreso de la escuela, y pasábamos por el muelle de la ciudad cuando se detuvo repentinamente.
– Anoche tuve un sueño muy extraño: soñé con un par de ojos amarillos debajo de mi cama. – me dijo mientras se sentaba en una de las bancas.
– Esos ojos me miraban de una manera horrible, y no es la primera vez que sueño con ellos. – me limité a escuchar lo que Esteban me decía. Me senté a su lado y lo miré para que continuara.
– Al final de cada sueño mi habitación se llena de agua y no puedo respirar. Todo es tan real que a veces no parece un sueño.
- Eso suena más a una pesadilla. – le dije.
- Sí, una horrible pesadilla recurrente, pero, mejor vámonos de aquí. El agua me pone nervioso, - se levantó y en su cara se dibujó una ligera sonrisa. Me levanté después de él y nos fuimos de ahí.
Una hora después de toda la conmoción, Liliana y yo llegamos al velorio. Enfrente de todas las personas, Erick y Ana nos esperaban; ellos dos eran parte de mis amigos más queridos. Cuando nos acercamos Ana me abrazó.
– No puedo creer que Esteban esté muerto. – dijo ella.
–Apenas ayer lo vi y quedamos en vernos hoy en la noche.
-yo tampoco puedo creer que esto esté pasando. –añadió Erick.
–Pero, lo más extraño es la forma en que murió. – al escuchar eso no pude evitar preguntar la manera en la que mi amigo había fallecido.
–encontraron su cuerpo en la piscina de la escuela, al parecer se ahogó. Dijo Erick.
- pero, si esteban sabía nadar muy bien. Es imposible que se ahogara. – le dije a Erick con incredulidad.
- Pues, también creo que es muy extraño, pero ese fue el resultado de la autopsia. Tenía los pulmones llenos de agua, no cabe duda que se ahogara. – nos dijo Ana con lágrimas en los ojos.
Cuando me dijeron la causa de la muerte de Esteban, a mi mente vino el recuerdo de aquel sueño que él me había contado aquella vez. ¿Sería coincidencia? Era lo más probable. Después de unos minutos el velorio terminó así que todos nosotros nos dirigiríamos a mi casa para conversar un rato, pero antes de dejar el cementerio, el maestro de literatura no interceptó.
- ¿puedo saber a dónde se dirigen? –preguntó.
- vamos a mi casa, creo que es mejor que nos distraigamos un rato. –le dije.
- ya veo. Y ¿usted quién es, señorita? –dijo mientras miraba a Liliana.
-Es Liliana, profesor. Ella está en nuestra clase de literatura. ¿No la recuerda?
-honestamente no recuerdo quien… -antes de que terminara la frase. Liliana lo tomó de la mano y lo saludo.
-¡oh! ¡Claro! Liliana. Discúlpame, todo esto de Esteban tiene mi mente hecha un torbellino. Bueno, traten de distraerse. Hasta luego. – El profesor se despidió de todos y caminó en dirección a su coche; se subió y se fue, dejando detrás el humo del escape.
Después de ver como se alejaba, los muchachos y yo caminamos a la calle y tomamos un taxi. Erick subió en el asiento delantero y yo me senté atrás, en medio de Liliana y Ana. Ana apoyó su cabeza en mi hombro y yo coloqué la mía junto ella. Liliana tomó mi mano, pero tuve una extraña sensación cuando lo hizo; un extraño frío provenía de ella.
-¿pasa algo? –me preguntó.
-no, todo está bien. –apreté con fuerza su mano y cerré mis ojos.
Ha pasado ya una semana desde la muerte de mi mejor amigo; el mismo tiempo que Ana, Erick y yo llevamos sumergido en el mundo de la mariguana. Cuando llegamos a mi casa todo se tornó en un eterno delirio de drogas y alcohol; dos veces, Erick y yo estuvimos al borde de un ataque, sin embargo, logramos librarnos de la muerte, aunque a estas alturas de mi vida no creo querer evitarla.
En el sofá de mi sala; los cuerpos inmóviles de mis amigos tenían señales de no haberse aseado en días, yo en cambio, después de una ducha con agua fría, me sentía casi listo para regresar a mi vida normal, no sé cuál sería esa vida pero tenía que regresar.
Me vestí rápidamente, tomé mis cosas y caminé hasta la puerta; me dolía dejar a mis amigos en ese estado pero no había mucho que pudiera hacer, tenía que reincorporarme a la escuela; a la vida. Tomé un
Atajo por la concina y cogí un pan. Caminé a la puerta, y, en el preciso momento que mi mano tocó el picaporte, el timbré se dejó escuchar. Un frío sepulcral recorrió cada una de las vértebras de mi espina.
¿Por qué sentía tanto miedo en ese momento?
Lo único que había escuchado era el sonido agudo del timbre y ya mis piernas temblaban. Era como si una extraña presencia estuviera al otro lado esperando por mí. Abrí la puerta y por un momento mi cuerpo se congeló por completo, unos ojos amarillos se encontraban a centímetros de mi cara, y, esos mismos ojos se arrojaban sobre mi cuerpo; la extraña figura negra de ojos demoniacos no era más que Liliana que me visitaba.
Cuando vi su rostro me tranquilicé. Justo iba a cruzar palabras con ella, cuando súbitamente. Erick despertó en un estado de pánico, gritando y arrojando golpeas a la nada. Corrí para detenerlo pero sólo logre que unos de los golpes impactaran con mi cara.
Liliana intentó lo mismo sin ningún resultado positivo, simplemente empeoró las cosas, ya que, al verla, Erick inició una serie de desgarradores gritos en los cuales mencionaba un par de ojos amarillos, garras y colmillos. No tuve más opción que lanzarme ferozmente sobre él. Ambos caímos al suelo, pero Erick fue el único que perdió el conocimiento.
Después de aquella escena no pude hacer nada más que quedarme en mi casa para cuidar de mis amigos.
La mañana del día siguiente nos regalaba una fresca brisa, lo cual era muy extraño por la época del año en la que nos encontrábamos. Al despertar, lo primero que vi fue a Ana cocinando. Erick dormía. Me levanté y caminé hacía el baño, cuando una foto llamó mi atención. La imagen retratada mostraba a Esteban, Ana, Erick y a mí, incluso el profesor Galaz; consideré extraño el hecho de que Liliana no apareciera en ella, pero no le di mayor importancia. Terminé en el baño y regresé a la sala.
Me senté en el sofá y cubrí mi rostro con mis manos pero entre mis dedos pude notar la intermitente luz de la maquina contestadora. Tomé el teléfono y oprimí el
Botón para escuchar los mensajes. Una extraña estática interfería con lo que parecía la voz de Esteban… hermano…corr…ojos…amari…. ¡Hermano!.. ¡Ayúdame! La grabación se cortó y la maquina añadió: mensaje recibido hace un mes… colgué la bocina y me quedé petrificado junto al aparato; definitivamente era la voz de Esteban, pero… ¿Por qué el mensaje era de hace un mes?, si para esas fechas él estaba conmigo en las montañas, de vacaciones, y, además hace un mes ninguno de los dos sabía o había escuchado algo acerca de un par de ojos amarillos.
Mi primera reacción fue mirar mi celular y mi horror fue mayor cuando me di cuenta que hacía ya un mes que Esteban estaba muerto.
Mi nombre es Dr. Juan Galaz, fecha… 6 de… del 2012. He decidido escribir éste diario, debido a los sucesos tan horrorosos que llevado lugar aquí en… El pasado sábado, Esteban, uno de mis mejores alumnos acudió a mí después de las horas de clases. En mi oficina los empolvados en los estantes, los mismo libros que formaban parte de mi profesión como maestro de literatura en la universidad.
El muchacho se sentó; parecía un tanto decaído y demacrado; sus ojeras inferían que no había dormido; y su estado era un poco alterado. Le hablé y pregunté a que se debía su visita. –he venido porque necesito ayuda.-dijo-
-¿qué tipo de ayuda, Esteban?
-desde algunos días he tenido pesadillas en las que veo unos horribles ojos amarillo, y al final me ahogo. Sé que suena estúpido que lo interrumpa por algo tan trivial. Pero es algo tan real y comenzó desde el día que en las clases, estudiamos los temas sobre cultos. Quizá eso signifique algo.
-lo miré un poco sorprendido.- Bueno, hijo.- me levanté y tomé un libro. –no soy un experto en sueños pero recuerdo bien la clase a la que refieres. Abordamos los temas de demonología y antiguos cultos de la edad media, pero fueron simplemente para relacionarlos a la forma en la que se comparta la sociedad actual, eso no tiene nada que ver con unos ojos amarillos.
-lo sé, pero, después de esa clase me tomé la libertad de estudiar a los cultos; la información que encontré me fascinó tanto que no podía dormir y tuve que indagar más.
Fui a las bibliotecas de un pueblo en las montañas de… donde leí que esos cultos habían comenzado, y lo que encontré me impactó a tal grado que me es imposible dormir. Mientras mi amigo se divertía, yo adentré en unas cuevas muy antiguas, donde encontré estos símbolos.
–Esteban puso sobre la mesa una libreta con extraños símbolos, la cogí y comencé a hojearla mientras le indicaba a Estaban que prosiguiera.
–En el más profundo de la cueva hallé un extraño anillo de oro, lo tomé en mis manos y lo coloque en mi dedo medio de mi mano derecha. Salí de la cueva y caminé al hotel.
En la habitación contemplaba aquel anillo y decidí regresar a casa. –el muchacho sacó de su bolsillo un extraño anillo, adornado con joyas muy valiosa y con los mismo símbolos de la libreta. Le dije que me quedaría con la libreta y la argolla para examinarlos, pero Esteban se negó a entregármela, así que sólo quedó a mí disposición la libreta. Esteban se retiró de mi oficina y yo me dirigí a la biblioteca.
En una de las computadoras leía información sobre los símbolos; extraños rituales se llevaban a cabo con ellos; uno de los famosos, por así decirlo, era un rito para invocar a la deidad más sagrada de esta secta, la traducción de estos era la palabra “Muerte”.
Miré un poco más y hallé que el anillo era el instrumento principal para éste procedimiento; no soy de las personas supersticiosas pero decidí decirle a Estaban lo que había encontrado. Traté de llamarlo pero nadie contestó en su casa, no me pareció extraño, ya que era algo tarde. Era casi media
Noche, cuando, una fría corriente interrumpió en la oficina, las luces parpadeaban y logré oír el ruido de algunos libros al caerse; salí a verificar y no había nadie, inclusive no pude ver ningún libro en el suelo, en cambio, logre divisar una sombra que caminaba por los pasillos. Salí de la biblioteca para salir a mi hogar cuando al cruzar por el gimnasio pude ver a Esteban en uno de los trampolines más altos, con la mirada perdida y dispuesto a lanzarse.
Le grité pero no escuchaba. Subí al trampolín y lo llamé de nuevo. Mi miedo a las alturas no me permitía avanzar muy rápidamente. Cuando estuve cerca de él, lo tomé por el hombro y al mirarme, pude ver en su cara dos horrendos ojos amarillos y de su boca no se escuchaba su voz, si no la de una mujer que decía “Lo siento”. Mi cuerpo se paralizó y ambos caímos al agua.
Cuando desperté, me encontraba en una camilla de hospital público, me levanté y caminé hacia el pasillo. Afuera había varias caras familiares, unas de ellas, eran las caras de los padres de Esteban. Mi primera reacción fue preguntar por él, y grande fue mi sorpresa al descubrir que había muerto...
…ha pasado ya un mes desde la muerte de mi alumno Esteban, así como también un mes desde que sus amigos dejaron de llegar a la universidad; al principio deduje que era normal pero empiezo a preocuparme, más porque desde aquel día cosas extrañas me han sucedido, todas relacionadas con esos ojos amarillos de los que Esteban me había hablado.
Caminé a la casa de los amigos de mi antiguo alumno para saber qué sucedía. Al llegar no pude ver indicios de que hubiera alguien, sin embargo, llamé a la puerta, pero nadie acudió. Me desesperé, pues necesitaba decirles quién había asesinado a su amigo.
Al oír el mensaje en la grabadora toda la habitación se convirtió en un agujero negro, lleno de gritos y lamentos, detrás de mí Liliana me cubría la boca y me ocultaba.
En el lugar donde nos escondíamos, aún sin yo saber de qué, podía observar el cuerpo ya sin vida de Erick. Miré horrorizado a Liliana y ella me señaló que no hiciera ningún ruido. De la cocina vi salir a Ana, con un aspecto tétrico y fantasmal, y, en sus ojos de dibujaba un color amarillo horrible. En un parpadeo ya no estaba ahí y estaba a nuestras espaldas. Tomó a Liliana del cuello y comenzó a estrangularla; yo no podía moverme y al ver como el amor de mi vida estaba a punto de morir, corrí a la cocina y tomé un cuchillo, el cual después clavé en la espalda de Ana.
Ella soltó a Liliana, y, enseguida le grité que corriera. Salió de la casa y yo me quedé solo con aquella horrible figura muriendo delante de mí. Tomé de nuevo el cuchillo y esta vez lo inserté en esos monstruosos ojos. La casa volvió a la normalidad y escuché el timbre de la casa, pero perdí el conocimiento antes de poder llegar a la puerta.
Encendí mi grabadora de mano para las siguientes páginas de mi diario. Toqué de nuevo la puerta de la casa y ningún sonido provenía del interior. Hundido en una preocupación mayos, allané la casa; en su interior todas las luces estaban apagadas, me adentré más y un fétido olor llegó a mí.
Abría las cortinas y grande fue mi horror al ver los cuerpos sin vida de todos los amigos de Esteban. Los cuatro cuerpos yacían en el suelo sin movimiento alguno. En el centro de la mesa que adornaba la sala, pude ver el anillo de oro. Abrí mi portafolio y los guardé allí. En ese momento toda la luz del lugar desapareció.
–sé que eres tú-. Dije.
–no me asusta tu presencia. –los cuerpos de los muchachos desaparecieron uno por uno, frente a mí. Sentí una mirada clavada en mi nuca. Miré hacia atrás.
Y Distinguí en la oscuridad a aquellos ojos amarillo de las pesadillas de todos nosotros. Una esquelética mano tocó mi pecho y un gran dolor me invadió. Caí de rodillas al suelo y mi respiración era muy forzada. Mi cuerpo entero se desplomó en el suelo y mi grabadora salió de mi bolsillo.
Oí unos pasos que se acercaban; vi las mismas manos que me habían dejado en éste estado, tomando el pequeño aparato de grabación, y después vi cómo se alejaba lentamente. En mis últimos momentos de vida pude ver su cara, esa infernal mujer que con los ojos amarillos había acabado con cada uno de nosotros.
Se escuchó un click que indicaba el fin de una grabación. Delante de mí, el cuerpo sin vida del Profesor Galaz, perdía el color rosado que provocaba la sangre en circulación. La figura oscura caminó unos cuantos pasos, se sentó en el sofá y comenzó a reír. No sabía que me sucedía, pero mi corazón palpitaba lentamente, mi vista se nublaba y cerraba mis ojos de manera intermitente.
¿Entiendes lo que sucede? –dijo aquel monstruo, pero yo no pude responder.
–El cerebro es el órgano más poderoso del cuerpo humano, así como el más fácil de engañar. He jugado con sus mentes desde el momento en que me liberó Esteban, en aquellas montañas. –de inmediato los recuerdos me llevaron al pasado, al día exacto que estuvimos de vacaciones en aquel lugar.
–Nunca lograrías saber que soy, eso ni yo lo sé. Lo único que sé es que me encanta jugar con las frágiles vidas humanas; un momento están vivos y al otro, sus cuerpos yacen inertes. Llegué a sus vidas y nunca lo notaron, asesiné a dos de tus amigos e hice que tú acabaras con otro de ellos.
–Miré con horror hacía Anna y pude ver que su cuerpo era normal, pero sus ojos no estaban; yo la había asesinado.
–Algunos me llaman muerte, pero sólo soy un mensajero; mi trabajo es recordarles que la vida no es un juego, sin embargo, ya me he aburrido de eso, así que mí querido amigo, ahora que soy libre, disfrutaré de esta libertad. –junté fuerzas para hablar y unas pocas
Palabras salieron de mí. -¿quién eres? ¿Por qué haces esto? –aquella criatura sólo dejó salir una risa malévola.
-hago esto, por el simple hecho de que es divertido; ahogar a tu mejor amigo; hacer que uno de ellos muriera por la locura de las pesadillas que le provoqué, hacerte cometer un homicidio, incluso encerrarlos aquí por tanto tiempo sin que se dieran cuenta de eso. Nunca me la había pasado tan bien, y sabes… aún hay algo mejor.
-Un segundo estaban los ojos amarillo sentados en el mueble, y al siguiente se encontraban frente a mí acompañados de una sonrisa diabólica. Esa cara hizo pasar por mi cabeza todos esos recuerdos de mis amigos, de mi familia, de mi profesor, de todos y cada uno de los seres que yo amaba, de todos menos de Liliana, quien ahora mismo sonreía junto a mi cara.
En la oscuridad de mi lenta muerte, poco a poco su figura se desvanecía, y el calor de llamas que consumían mi caza contrastaba con la última imagen que vi; esos ojos amarillos atormentándome hasta el último aliento.
Desperté y me encontraba acostado en mi casa, pensé que todo había sido una pesadilla de lo más espantoso, pero al alzar la mirada comprobé que no era así; el profesor Galaz estaba muerto al pie de mi cama, y su cuerpo estaba en estado de putrefacción, salí a la sala y ahí estaban todos mis amigos muertos, traté de recordar lo que pasó en ese lugar y a mi mente vinieron espantosos recuerdos de mi ahogando a Esteban en la piscina de la escuela; me veía en la sala, clavando un cuchillo en los cuerpos de Erick y Anna, y recordé como había estrangulado a mi profesor.
No puedo creer que todo esto estuviese pasando, traté de salir de mi casa pero todas las puertas y ventanas estaban cerradas. A cada paso que daba, a mi mente llegaban horribles visiones de mí, asesinando a mis amigos cada una de maneras diferentes; todo el lugar se tornaba oscuro de nuevo y oía la risa de Liliana resonando por todo el lugar. Corrí a mi habitación y tomé la pistola que mi padre me había dado por protección. La coloqué en mi sien y cuando estuve a punto de tirar del gatillo pude ver los ojos amarillos
Enfrente de mí, pero enfrente de mí sólo había un espejo; yo era el demonio de los ojos amarillos, yo era aquel monstruo. De mis manos cayó el arma sin detonar y me derrumbe en el suelo, lo último que recuerdo es escuchar como la puerta de mi habitación era abierta a la fuerza y vi entrar por ella a un par de hombres vestidos de policías, las borrosas figuras desaparecían a medida que perdía el conocimiento.
Mi nombre es Dr. Coleman. Director del hospital de salud mental de… Expediente 102J16010. El paciente número 1826 ingresó a esta institución el día jueves 2… del mes de enero a las tres de la tarde. Se le diagnosticó con un severo caso de psicosis y delirium tremens. Se le acusa de la muerte de tres jóvenes adultos de entre 20 y 21 años y un adulto 45 años.
Desde su ingreso no ha mostrado ninguna mejoría, y parece que su estado empeora. Hemos recurrido a todos los métodos que tenemos para averiguar la raíz del problema, pero todo ha sido inútil…
El caso del paciente número 1826 me había dejado exhausto, nunca había visto algo así. Me levanté de mi silla y en ese momento alguien tocó la puerta.
–Adelante- la enfermera entro con una taza de café. –Muchas gracias- le dije. Ya se marchaba cuando la llama. -¿sí, doctor? –dijo ella.
-puedes ir a revisar al paciente 1826, necesito un informe de su estado.
-¿cree que sea buena idea? Cada vez que me ve parece empeorar.
-no te preocupes, estoy seguro que no es tu culpa, así pasa con muchos pacientes, además, eres la única que parece disfrutar ayudarme con él.
-sí, lo sé, pobre muchacho, tan joven. Está bien doctor, enseguida voy.
-una cosa más. Gracias por todo, Liliana. –la joven salió de mi consultorio y yo me recosté en mi silla para descansar un momento, esperando no soñar de nuevo con esos ojos amarillo.