Acto III Ciertas monedas quemadas

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Jinete Volad@r
Miron
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Acto III. Escena primera. Una última orden​

Una noche con estrellas y una luna llena. Hay un camino de pie que da al patio del castillo. La naturaleza es escasa, solo se encuentran unos pocos matorrales. Entra Carbón, silenciosamente, cabizbajo y sin rumbo alguno. Repentinamente, un objeto en el suelo capta su atención: una moneda dorada con una espantosa cara a ambos lados.

Carbón: ¿Será esto suficiente para comprar comida, o… puede ser esto mi comida?

Una voz desconocida: Ninguna de ambas, porque no es tuya.

(Carbón levanta la mira y mira al cielo. Específicamente a la luna, y hay encuentra a quien le respondió. La luna, llena, ha tomado la cara de Devandra Gandagee. Carbón cae al suelo, estupefacto.)

Carbón: ¡Alteza! (Devandra le da una sonrisa.) No, no. Esto no es verdad. Tu no eres el rey, sino un demonio. ¡Un demonio que se hace pasar por mi rey! (Se levanta y alza sus brazos en protesta. Devandra se ríe.)

Devandra: Como puedo estar mintiéndote, si es que tienen en tus asquerosas manos una porción de mi tesoro. (Carbón mira la moneda y se da cuenta que es verdad. Se muerde las uñas por la tensión que siente.) Siervo mi, escúchame como yo tanto te he escuchado. Tus acciones han sido las correctas, pero no las mas necesarias. Debes cambiarte a ti mismo según mi voluntad, y serás recompensado con los tesoros que ninguno de tus ancestro pudieron si quiera ver. Sigue esta última orden, y serás mi siervo personal; superior a todos los demás.

Carbón: (Asintiendo con la cabeza.) Si, si. Lo haré. Todo sea por tu voluntad divina. Dime, dime que debo hacer. No quiero más moretones. Los que ya tengo han vuelto mi piel más negra de lo que ya es. Piedad, piedad. ¡Que es lo único que me queda!

(Cae un cuchillo plateado, un martillo de oro y una cuchara oxidada del cielo. Carbón salta del susto.)

Devandra: Con cada una de estas herramientas has de hacer una tarea. Tres, nada más.

Carbón: ¿Cuáles son?

Devandra: Todo a su tiempo. Empecemos por lo primero. Tu primera tarea es dejar indefensos a tus rivales. Para ello necesitaras solamente el martillo.

Carbón: ¿Pero como hacerlo? No he comido en días y no tengo fuerza ni para mover una roca.

Devandra: Pues, aliméntate, hijo mío.

Carbón: ¿Alimentarme de qué? No hay ningún ser vivo a la distancia.

Devandra: Yo sé donde hay uno. Uno vivo pero lastimado. Ese detalle estará a tu favor mientras ganas fuerzas.

Carbón: ¿Dónde? Dime, dime, dime. Tu siervo se muere de hambre a cada segundo. (Come el cuchillo y lo empieza a agitar en el aire.)

Devandra: Id por el camino contrario al vuestro hasta el sistema de cuevas más cercano. Entra a las profundidades y allí lo encontraras, desangrándose. Pero se rápido, siervo mío, que la noche se está acostando con rapidez.



Acto III. Escena segunda. Verdades que muchos hombres esconden​

Habitación de Pierre II. El príncipe, agachado, llora al contenido de un maletín de cuero oscuro con broches de oro. Entra Plomes, sin previo aviso, con una botella de vodka en la mano. Plomes apenas que se puede mantener en pie. Pierre II cierra el maletín antes de que Plomes viera el contenido.

Plomes: (Riendo.) ¿A qué llora mi príncipe? ¿A las pocas monedas que le quedan tras gastarlas las demás para venir a este castillo de mierda? (Se aclara la garganta antes de continuar.) ¡Débil! ¡Débil! Coin, hijo de tu madre, eres un débil.

Pierre II: ¡Callaos, mierda hablante! ¿Qué sabes tú de mi? ¡Nada! No sabes nada sobre Pierre II Coin. Hijo de un verdadero hombre. No como tu, que eres posiblemente hijo de una puerca.

Plomes: (No haciendo caso a los insultos.) Eras. Eras hijo de un hombre. ¿Por qué ocultarlo más? Tarde o temprano todos se darán cuenta; y será ese momento en el que pueda agarrarte de la mancha y matarte a cachetadas. Así que, amado por nadie, ¿por qué vivir una vida gris?

Pierre II: (Todo rojo.) ¡Mentiras! Serpientes venenosas que salen por tu boca.

(Plomes se aproxima rápido; tanto, que no le deja a Pierre II reaccionar. Le da una patada brutal al joven, la cual le hace sangrar. Abre el maletín, mira el contenido por unos segundos, asombrado, y saca una cabeza decapitada.)

Plomes: ¡Hola, cadáver! Ya no tienes la lengua tan larga como para lanzarme tus ridículas indirectas. (Le saca la lengua al cadáver.) Mira, mira muerto, tu hijo hay tirado, maltrecho por un viejo que le triplica la edad. ¿Por qué te tomate la molestia de educar y alimentar a ese pedazo de carne podrida? Perdiste la vida y no valió la pena.

(Pierre se trata de levantar. Plomes le da otra patada en la cara, esta vez más fuerte. Pierre cae al suelo, inconsciente. Plomes tira hacía una ventana la cabeza. La ventana se rompe en miles de pedazos.)

Plomes: Adiós para siempre, cagada real. (Hace una reverencia a la ventana rota. Sale de la estancia lentamente; se le cae la botella apenas llegar ala puerta.) ¡Cachetes! ¡Puerco hablante! Quiero más vodkaaaaaaaaaaaa.