Acto II Ciertas monedas quemadas

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Jinete Volad@r
Miron
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Acto II. Escena primera. Los sentimientos vuelven débil al hombre​

Está Pierre II sentado en una sencilla cama. La habitación es de piedra azul. A la izquierda del príncipe hay un gran escritorio, largo. Hay ropa tirada en un rincón. Entra Especias, feliz e indiferente a la tristeza de Pierre II.

Especias: He tenido suerte al esconderlo, príncipe. Ni el consejero del rey ni ese hermosísimo mago han notado su existencia. (Saca de su manto una botellita con un liquido de color azul oscuro.) Parece que la suerte está de nuestro bando por ahora. (Pierre II ni le mira.)

Pierre II: Madre… (De vuelve finalmente hacía ella) ¿Cómo es que lo debo hacer? Llevo horas planeando, pero cada vez que intento llevarlo a la practica, falla. Ya estoy empezando a creer que la voy a embarrar.

Especias: (Ríe un poco antes de responderle.) Príncipe, recuerda todas las decisiones que has tomado desde ese fatídico día. ¿Hay alguno que no haya valido la pena? (Pierre II le responde negando con la cabeza.) Pues entonces, ¿por qué os estresáis de aquella manera? (Se acerca y lo agarra de la cintura. Le da unos dos besos.) Mientras que estés conmigo nada malo te pasara.

Pierre II: Tengo miedo, Madre. Temo de que ese anciano, o ese sujeto con el parche en el ojo, o ese… Ese hijo de puta del bigote… (Calla al segundo tras recibir una abofeteada por parte de Especias.)

Especias: Oh, cariño, cuidado con esos modales. Así no se ha comportar el futuro dueño del mundo; el hombre que quiso alguna vez tu madre que fueras y el cual es mi tarea convertirte. No puedes dejar que los sentimientos te controlen. ¿Entiendes? (Pierre II la miran con mucho miedo.)

Pierre II: Sí, Madre. Pero si no son esos sujetos, es ese objeto el que me atemoriza. ¿Qué tal si se me rompe y se escurre por el piso? ¿O si me ven poniéndolo en la bebida? ¿Y si no funciona? (Especias se queda pensativa unos minutos al escuchar “no función”. Pasado aquel tiempo, ríe sin control.)

Especias: ¡Jo, jo, jo, jo! Tesoro, siempre estoy segura de lo que digo y para demostrártelo, lo probare con una de esas bestias que viven a las afueras, en la naturaleza. (Se aproxima a la salida.) ¡No intentes hacer algo estúpido mientras no éste! Quizá una de esas bestias te encuentre y te devore lentamente. Y recuerda por qué estas aquí. (Señala al lugar donde se encuentra la ropa tirada.) Tu padre espera a que triunfes. (Sale callada.)

Pierre II: ¿Padre? Padre, padre… ¡papá! (Cae al piso precipitosamente. Llora y grita fuertemente.)



Acto II. Escena segunda. Bestias de la naturaleza​

Dentro de un sistema de cuevas. Oscuridad total. Se oyen pisadas y el jadeo de una persona. Esta persona trona sus dedos y de esa acción su mano de prende en llamas. Las llamas son azules. Se descubre que el individuo es Especias, toda sucia de barro. Hay dos agujeros por los cuales pasar. Uno esta hacía el norte y el otro hacía el este.

Especias: ¡Alimaña! Donde estás, amor. No puedes correr por siempre de mi. (Hace el maullido de un gato a la perfección.) No hagas esto más difícil, por que si no lo has de pagar muy caro. (Se escucha el eco, desde el agujero este, de un leve murmullo. Especias corre en pos de él. Aquello hace que las llamas se apaguen.)

(Llega a un lugar diferente y vuelve a hacer el proceso de encender la llama. Al prender, se pone a escuchar con atención. Camina lentamente. Se escucha un murmullo más cercano en un agujero lejano y entra por él. No hay paredes. Encuentra al gato, boca arriba, con las patas extendidas y en un charco de sangre. Lo coge por el cuello.)

Especias: Mírate, sin vida y totalmente sucio. No estás para nada presentable para conocer a mi tesoro. (Algo en el suelo toma su atención con rapidez. Una moneda.) ¿Y esto qué? (La agarra con rapidez. Se escucha un rugido muy cercano. Casi al lado de ella. Se gira.) ¿Quién está ahí? (No hay respuesta) Fuiste tu, ¿verdad? Me las vais a pagar, muchacho. ¿Quién te crees para matar a las presas de otros? Te daré tal paliza que los correazos que te daba tu madre parecerán simples toques. (Sigue sin haber respuesta.) Sal de la oscuridad, cobarde. (Lanza las llamas hacía la oscuridad. Por un segundo, se ve la figura de una criatura muy alta y de color negro. Tiene una boca muy grande con muchos dientes. Especias tiembla del susto, boquiabierta.) Que… que… ¡Que puta mierda eres!

(La bestia se abalanza sobre Especias en cuestión de segundos. La mujer no logra hacer nada al respecto. Vuelve a haber oscuridad total.)



Acto II. Escena tercera. Detalles y detalles​

Cuarto de paredes de roca oscura con agregados de color rojo. Hay una mesa junto a una de las esquinas. Una chimenea prendida. En el fondo hay una ventana con forma de arco; Imre Gaudí mira a través de ella la oscuridad de afuera. Entra Meshulam Gloeckner con un gran saco, al hombro, lleno de objetos abstractos.

Meshulam: Mi señor. (Hace una reverencia.) He llegado con múltiples objetos de su índole.

Imre: Empezad por la espada, mago. He esperado todo el día para verla de cerca. (Meshulam saca de su saco una espada larga. El mango de la espada tiene forma de un cráneo humano. Se la entrega.) Esta es muy diferente, Gloeckner. ¿No os habéis equivocado?

Meshulam: Os aseguro que es la correcta. El mensajero me lo verificó a gritos antes de que lo apuñalara.

Imre: No será la mejor, pero tiene buen filo. ¿Podré ensartarla desde cualquier ángulo?

Meshulam: Y con cualquier fuerza. Solo es necesario hacer un leve movimiento para hacer una herida profunda.

Imre: Estoy satisfecho, mago.

Meshulam: No se anime tanto, señor. Esta noche seguirá siendo larga para usted. Hay varias cosas a las que debe echar ojo dos veces. (Pone el saco en el suelo. Saca un objeto pesado, con forma uniforme, de color gris.) Empezando por eso

Imre: ¿Para que arruinarme la noche con un bloque de piedra?

Meshulam: No es un bloque de piedra cualquiera. Es un pedazo de la puerta de entrada al patio, donde tuvimos que poner a nuestros caballos.

Imre: ¿Y cual es la condición de los caballos?

Meshulam: Los trece del rey han muerto. Los dos del príncipe tienen la cabeza aplastada con los sesos desparramados en el pasto. Por lo que pude ver, el príncipe rebelde no tienen ni uno; los dioses sabrán como llegó acá. Y los nuestros tienen los miembros totalmente rotos y torcidos.

Imre: Ya me era suficiente que hubiera peligros adentro del castillo. Meshulam, respóndeme, ¿contra quien estamos batallando? ¿Un idiota con bigote o una bestia come hombres.

Meshulam: Quisiera que fuera el primero, pero hoy estamos atrapados en de las garras de una terrible criatura. Sus pisadas son pequeñas pero su altura es superior a la de un gigante. A este paso nos tocara salir volando; pero no estoy en capacidad de hacer hechizos como ese.

Imre: ¿Qué me sugerirías, Gloeckner?

Meshulam: Mantenernos dentro del castillo y cuidarnos las espaldas de nuestros enemigos. Creo que ellos son peores que esa bestia de allí afuera. Pero, ¿quiere saber algo? Ya he encontrado veneno. (Saca del saco una botellita con liquido azul.) La encontré, al lado de una antorcha, en lo más alto de una pared de cristal azul. Se me hubiera pasado por alto, si no fuera por las gotas de inmundicia que salían del techo y se deslizaban por las paredes para ensuciar el suelo. (Le entrega la botella a Imre.)

Imre: Mmmmmm… Este tipo de veneno nunca lo había visto antes. ¿De que animal es? ¿De donde proviene?

Meshulam: Da la casualidad que cerca de la susodicha pared había una vieja edición de un libro llamado Lagrimas de demonios y ángeles. En el libro decía que ese tipo de veneno es proveniente de un pez llamado pez globo. Y sobre su procedencia, creo haber escuchado que hay muchos peces globos en el Japón.

Imre: Sea lo que sea, no nos servirá de nada por ahora. (Se lo entrega de nuevo a Gleockner. Pero lo mira de reojo por última vez.) ¿Pusiste algún tipo de señuelo?

Meshulam: ¿Cree que soy mi hermano mayor? Pues claro que lo hecho. Y estoy ansioso de ver si nuestra presa ha sido lo suficientemente idiota como para caer en el anzuelo.